Con presencia y con figura el Señor quiere devolvernos la mirada

lunes, 9 de julio de 2007
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Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego – estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!” Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten piedad de mí!”   

Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”. Entonces llamaron al ciego y le dijeron: “¡Ánimo, levántate! El te llama”. Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti? El le respondió: “Maestro, que yo pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”Enseguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.

Marcos 10, 46 – 52

El Evangelio nos regala una mirada nueva. Queremos ver como vio Bartimeo, el hijo de Timeo, el ciego en el camino de Jericó que grita por Jesús y la piedad que pide al Hijo de Dios, al Hijo de David. Nosotros también sentimos que hay cegueras dentro nuestro y que el Señor, con su presencia, con su mano extendida sobre nosotros, es capaz de devolvernos la visión que necesitamos para vivir de una manera distinta y para poder encaminar las cosas de una forma distinta.

“¿Qué quieres que haga por ti?” La pregunta va para Bartimeo y va para vos y para mí. ¿Qué queremos que haga Jesús con aquellos lugares de la vida donde no se ve con claridad, donde caminamos a tientas, donde parece no terminar de acertar con nuestros pasos, que lo podemos identificar claramente con situaciones de vida, donde a pesar de nuestros buenos intentos, de nuestras buenas búsquedas, no acertamos con la mejor forma, porque en realidad, cuando le erramos en el camino es porque le estamos pifiando en la mirada y no acertamos con dar en lo justo?

Te invito a que en ésta mañana puedas reconocer tu ceguera. En más de una oportunidad intentaste por un lado y por otro llegar hasta tu hijo, hasta tu hija, y descubrís que los caminos se te han anegado y que no basta con tu enojo y que no es suficiente el ejercicio de tu autoridad, como cuando tenía 10 años, que ahora hay que elegir otros caminos, que el crecimiento de él, de ella, en su adolescencia, ha hecho que se te presente como el desafío de afrontar con madurez de tu maternidad, de tu paternidad, la relación con ellos, desde un lugar distinto.

Tiene que madurar tu maternidad, tu paternidad, junto con la maduración del dolor y el crecimiento del adolecer de ella o de el, y que ahora, en los contexto donde se mueve, los lugares donde frecuenta, las amistades con las que se vincula, las costumbres que va tomando dentro de su búsqueda, tal vez no sean de tu agrado, pero sigue siendo tu hijo, tu hija, y te exige una visión nueva, una mirada nueva, que te permite encontrar caminos por delante para guiar, para acompañar, para estar junto a….

Porque las dolencias del amor que se sufren a esa edad se curan con presencia y con figura, y para poder estar al lado y no ser cargoso, cargosa, hay que saber descubrir sus búsquedas e interpretar sus preguntas y leer sus deseos y estar junto al camino. Claro, vos no recorrerías los caminos que ellos recorren, ni andarías por donde andan, sin embargo lo tenés que hacer porque sos papá, porque sos mamá y esto te exige un mirar distinto, un mirar nuevo.

No ves y tenés que aprender a ver, estás como ciego y hace falta que venga Aquél que pueda darte, devolverte la visión para elegir o para buscar, para ver y elegir los camino por donde tenés que andar para adelantarte en la búsqueda, y cuando se encuentre frente a callejones sin salida, estés allí, sencillamente, con tu presencia y con tu figura, para que el dolor que genera el desconcierto a esta edad sea curado sólo con tu saber estar. Los dolores que genera esta etapa de la vida, con presencia y figura se van curando.

Posiblemente vos seas de aquellos otros que en el vínculo matrimonial, en la relación de pareja estés sufriendo de falta de visión y que la ilusión de construir una vida junto a ella o a el para siempre se haya desdibujado a partir de algunos desencuentros y se haya roto junto con la ilusión de ver que las cosas como vos las soñabas o las esperabas no son ni serán nunca y tal vez si te quedaste prendido demasiado a aquél sueño o ilusión, te veas como frustrado o frustrada en el camino y te impide seguir caminando porque ahora no se ve. Tu mirada era mirada de ilusiones, mirada de ensueños, la realidad te dicta otra cosa.

Siempre supera la realidad a la ficción y nos ofrece costados más amplios en lo bueno y en todo lo difícil que supone el contacto con ella.

Ver las cosas como son, llamarlas por el nombre que tienen, encontrarnos con la verdad resulta realmente liberador. Y claro, salir de la trampa de los ensueños que sirvieron tal vez para un primer impulso o para dar el paso que no nos animábamos a dar de otro modo, fue necesario pero no es suficiente visión la que te regala la ilusión o el sueño la que te hace falta para poder caminar como merece ser caminada la vida, en libertad.

La libertad que nace del realismo, del encuentro con la verdad de las cosas como son, la verdad te hace libre, la verdad transforma tu corazón en libertad. Cuando tenemos buena visión de lo que ocurre dentro nuestro, en nuestro sentir más profundo, en contacto con lo que nos genera lo que estamos viviendo, cuando tenemos más clara visión de lo que ocurre alrededor nuestro, la verdad, aunque dura, nos libera, aunque muy difícil, nos hace verdaderamente libres. Necesitas de esa libertad que te da la verdadera visión de las cosas como son.

Estás como sin poder terminar de ver. Tal vez la situación que vive el mundo de hoy, a vos que sos joven o adolescente, te golpee fuerte y prefieras negar la realidad como es para poder de algún modo, seguir siendo niño o niña o “joven” porque los problemas de los “grandes” no te tocan, cuando en realidad tu vida está llamada a crecer, y las cosas cuando son desafiantes le dan verdaderamente consistencia a tu corazón cuando te animas a enfrentarlas así como vienen, así como son, aunque tenés razón, causan mucho dolor.

Y no se justifica pero se entiende que en más de una oportunidad vos quieras evadirte y elijas una sustancia que por allí es un poco fuerte, para poder escaparle a los duros golpes que te ofrece la realidad con toda su crudeza, sobre todo cuando aparece bajo el dibujo de un mundo adulto que ha vivido con irresponsabilidad la administración de bienes que eran para todos y que algunos se han apropiado para sí mismo y otros no han sabido pelearlo para que su distribución sea cada vez más equitativa.

Es verdad, tenés razón que en tu búsqueda por otros mundos, que preferís crear o recrear con los que son igual que vos y que sufren lo mismo que estás sufriendo, sea lo más cercano a tu posibilidad, pero por otra parte vos sabes que no es en ese ambiente un poquito cerrado de los que ven las cosas como vos las ves, lo que permite que las cosas cambien.

Es animarse a verlo con otros, también los mismos compañeros de camino, de una forma realista, de una forma veraz, para afrontarla con la fuerza que está en vos y que no vale la pena que se desperdicie detrás de tantos lugares tristes como estos que definíamos recién que son evasivos, y que se entiende que a veces los elijas, los del alcohol, los de la noche, los de la diversión, los del sexo desenfrenado, lo de la droga, las sustancias que son fuertes, para escaparle al dolor que te genera la realidad tan cruda como se presenta.

Necesitamos ver. Nosotros, como el ciego de Jericó, estamos con necesidad de poder ver lo que no terminamos de ver, o no terminamos de animarnos a ver para afrontar las cosas como son. ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de nosotros, estamos como ciegos, necesitamos de tu amor!

En la catequesis de hoy, en ésta búsqueda de recuperar la visión, o adquirir la visión que nos hace falta para caminar esta etapa de la vida, nos encontramos con este personaje entrañable, tierno, hijo de Timeo, el ciego Bartimeo, quien le clama a Jesús: ¡Hijo de David, ten piedad de mí! 

En el costado del camino de la vida, mientras este nueve de julio va pasando, nosotros también sentimos que podemos pedirle al Señor que nos de visión sobre lo que viene, que no lo entendemos, o nos cuesta terminar de ver cómo son las cosas sobretodo cuando tienen un costado doloroso, difícil de aceptar, cuando vienen las cosas un poquito complicadas, dadas vuelta, que no son como las pensamos, que no son como las quisimos, las soñamos o las proyectamos. Nos dejan al borde del camino.

Caminábamos en un sentido y de repente la vida nos muestra que estamos a la orilla del camino, como el ciego de Jericó que clama ¡Jesús, ten piedad de mi! Jesús te llama a vos, me llama a mí bajo las distintas circunstancias de no visión en la que estamos y nos dice: ¿qué querés?

Fijate lo que dice el ciego al borde del camino: Maestro, Raboní, que vea, que pueda ver. Vos y yo también queremos ver en esta mañana fría decirle al Señor: Jesús, que pueda ver con claridad. Raboní dice el ciego de Jericó, significa mi Maestro. Es como decir más que maestro. Rab es la expresión por excelencia. Jesús es evocado con respeto, se reconoce en El a una autoridad.

Para poder encontrar en contacto con el modo con el que el Señor puede cambiarnos la mirada hace falta estar delante de el reconociendo esa posibilidad que tiene El de darnos la mirada que hoy no tenemos.

Los milagros, como las parábolas, tienen dos niveles, el nivel literal que relata lo ocurrido, y el de la historia de salvación que muestra lo que está detrás de lo que acontece. Como en tu vida también, en tu vida hay un sentido literal de las cosas que ocurren y detrás de lo que ocurre está el significado de lo que acontece, porque la vida humana, respecto de las otras vidas que se dan en el universo y en el planeta particularmente, tienen la posibilidad de encontrar sentido.

Es el ejercicio de la libertad humana la que carga de sentido a la vida. Marcos nos recuerda que aunque Jesús curó a la hemorroisa, Jesús no era ginecólogo, y aunque le devolvió la vista al ciego no era oftalmólogo, Jesús no era médico. El pretende aportar razones de sentido a la salud y anunciar desde ese lugar el Reino de Dios.

Si el Señor viene a intervenir sobre algún aspecto de tu ceguera no es sencillamente para calmar tu angustia. Por supuesto que cuando vemos con más claridad la angustia va desapareciendo, la serenidad va ganando el corazón, pero mucho más Dios quiere que nos encontremos con El como con un amigo, como aquél que verdaderamente le da “el sentido” a la vida.

Por eso el evangelista nos insinúa que está utilizando el verbo “ver” en dos acepciones fundamentales. ¿Cuáles son esas acepciones o sentido que utiliza? El de recobrar la vista y el de creerle a Jesús como Salvador. El Señor viene al encuentro de tus cegueras, de tus oscuridades, cualquiera sean, para liberarte de la angustia de seguir caminando a tientas, a los tropezones, sin sentido, pero mucho más que eso viene para encontrarse en un trato de amistad y señorío con vos.

No aparece sólo “alguna vez” este “ver” en la Palabra, el querer ver, el desear ver, bajo las distintas acepciones, el mirar, observar, percibir, levantar los ojos, aparece 560 veces esta perspectiva de visión que Dios quiere generar como nueva en el corazón de los hombres, como camino de salvación. Con un ver distinto, un ver más claro, un ver que progresivamente va mostrándote las cosas como son, tu corazón crece en libertad.

¡Que el Señor te regale la Gracia de liberarte de tus propias sombras y de ver como El quiere que veas, las cosas como son asumiéndolas con libertad interior y con madurez!

Vemos recuperando la visión de ver las cosas como son porque esto nos da la verdadera libertad, llamar a las cosas por el nombre que tienen, verlas con claridad.

Es verdad que la vida, cuando nos golpea mucho, hace que nosotros generemos mecanismos de defensa desde los cuales poder soportar el dolor de alguna forma, aunque más no se evadiéndonos, pero es verdad también, que en la medida que vamos saliendo de esos lugares donde nos evadimos para ver las cosas, aún cuando nos produzcan dolor, vamos aprendiendo a afrontarlas de la mejor manera y a vivirlas con mayor libertad. 

Que saludable que es encontrarse con gente que ha hecho buena síntesis de su vida reconociendo sus muchos errores y también sabiendo de sus muchas posibilidades para salir adelante. Seguramente vos has tenido experiencias de este tipo, de ver hermanos, hermanas, amigos, compañeros de trabajo, de comunidad, que hacen reconocimiento de sus propias sombras y ahí mismo empiezan a encontrarle sentido a la vida.

Cuántas veces hace falta que para que le encontremos el verdadero sentido a las cosas que importan, pasemos por situaciones que en el límite nos hacen ver como relativo lo que antes se transformaba en absoluto y el valor de las cosas importantes empieza como a ocupar el centro vital de nuestra existencia.

Una enfermedad, una crisis laboral, una crisis matrimonial, una situación de encuentro con la realidad, más allá de las ilusiones, las situaciones dolorosas pueden ser, bien asumidas, las que nos sacan de esos sueños, ensueños, o ilusiones que oscurecen nuestra visión, o que en todo caso hacen a veces, como decíamos recién, de amortiguadores ante lo doloroso que son algunos baches en la vida, algunos golpes que nos damos en el andar por la vida.

Cuando el ciego del camino le pide a Jesús que vea y que pueda ver con claridad, Jesús le responde con generosidad, desde el lugar de fe y de confianza en el que el ha sabido pararse frente al Maestro. Jesús está delante tuyo ahora, está frente a tus cegueras, a tus no visiones, aprendemos a descubrir que a veces no vemos cuando nos hacemos cargo de nuestras angustias y de nuestras tristezas.

Si hay tristeza y angustias en tu vida, cosas opacas en tu camino, es porque no estás viendo. Delante de esa no visión está Jesús como delante de Bartimeo para decirte: “Quieres ver, yo te devuelvo la vista, en la fe te invito a que confíes en que yo lo puedo hacer”. Bartimeo cree y Jesús le da la vista y le dice tu fe, tu buena fe te ha salvado. Esta fe es la que nos da verdadera posibilidad hacia adelante.

La fe, ¿que es?

La fe es confianza en Dios que nos hace poner la vida toda en El, dejándonos conducir ilimitadamente por su posibilidad de señorío sobre nuestra propia existencia. Escuchaba en estos días, de una persona enferma que esta pasando por un momento delicado de salud que está previendo todo lo que hace a la intervención quirúrgica por la que tiene que pasar y un amigo le decía: “deja algo libre para adelante, deja de estar calculándolo todo”, y el dice: “no, no, hay una cosa que no la tengo calculada, es mi vida que está en las manos de Dios”.

Me pareció realmente de mucha gracia esta expresión hecha entre bromas y certezas. Y la verdad sea dicha, que a pesar de que en la vida podemos calcularlo todo, la vida está en las manos de Dios. El valor más grande que tenemos está en las manos de El. Para que puedas ver con claridad, hace falta que vos, probablemente, como mi amigo, lo calcules todo, tal vez como hace el y todavía no lo hayas hecho, o lo intentes hacer a partir del día de hoy, puedas poner tu vida en las manos de Dios.

Hay hombres que tienen mucha fe en sí mismos, viven con gran autoestima. Otros que ponen su fe en instituciones, en partidos políticos, en personas populares. Hay quienes mucha fe en su propio accionar y quienes piden fe, confianza.

También hay muchos hombres muy descreídos, siempre mirando la vida como de costado, con desconfianza, llenos de prejuicios. Dicen que le creen poco porque han sido muy golpeados tal vez o nada a lo que ocurre como positivo alrededor suyo, no dan crédito a nada o nadie. Ven pasar la vida como de reojo, como sin terminar de descubrir que el camino de la vida, en todo lo bello que tiene, está para ser vivida así con confianza y libremente.

La fe cristiana está mediatizada por los hechos y los acontecimientos. En Jesús la encarnación, la muerte y resurrección, y en tu vida, por la presencia de este Dios que se quedó en medio de nosotros, a través de la vida familiar, de la vida laboral, de la nación en la que nos toca vivir, de los acontecimientos en la historia donde Dios sigue estando. Por eso la afrontamos a la vida con decisión y con determinación porque sabemos que en todas las circunstancias Dios está, Dios no se aparta de nosotros, por eso podemos mirar la vida de frente, que no es sencillamente verla con optimismo sino de verla como es, tocada por la mano de Dios, donde ni el dolor ni la muerte tienen lugar para quitarnos positividad ante la vida misma.

Han sido vencidos en Jesús los grandes enemigos que atentaron contra la vida, el dolor, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte, en Jesús tienen ahora una dimensión de redención. Anímate a mirar la vida de frente en Jesús y seguramente habrá más libertad hoy en tu corazón.

El Señor quiere devolvernos “mirada” sobre lo que nos ocurre, quiere poner sus ojos sobre nosotros y lo que nos acontece y enseñarnos a ver como El mira. Quiere sacarnos de la oscuridad de las sombras, de las ilusiones, de mirar la vida de costado, de permanecer al borde del camino por no animarnos a enfrentar lo doloroso que suele ser a veces ver las cosas como son y a enseñarnos a asumir la vida con todo lo que tiene de duro y de hermoso como El la afrontó desde la cruz y nos regaló la resurrección.