Jesús nos invita a la unidad y a la misión

jueves, 16 de mayo de 2024
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16/05/2024 – En el Evangelio del día, San Juan 17, 1b. 20-26, Jesús nos insiste en el pedido por la unidad, invitándonos también a la misión, a salir a comunicar y testimoniar todo lo que Dios ha obrado en nuestras vidas. Pensemos en todos aquellos que van, no solo por lo que decimos sino por lo que hacemos. La unidad a la Jesús nos llama se expresa en el crecer, el esperar y la caridad, donde nos damos a nosotros mismos, nos donamos.

A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús levantó los ojos al cielo y oró diciendo:
«Padre santo, no ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno: como Tú, Padre, estás en mí y Yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me enviaste.Yo les he dado la gloria que Tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno -Yo en ellos y Tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que Tú me has enviado, y que los has amado a ellos como me amaste a mí.Padre, quiero que los que Tú me diste estén conmigo donde Yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo.Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero Yo te conocí, y ellos reconocieron que Tú me enviaste. Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que Tú me amaste esté en ellos, y Yo también esté en ellos.» San Juan 17, 1b. 20-26

Estamos ya muy cercanos a celebrar la fiesta de Pentecostés la fiesta del Espíritu Santo; fiesta que vamos a celebrar el próximo fin de semana. Y la liturgia en este capítulo 17 del Evangelio de San Juan es aquella liturgia que nos regala en este Evangelio lo que podemos llamar el “Discurso de la Unidad” por quién ora Jesús.

Jesús le va a pedir al Padre que “todos sean uno para que el mundo crea” y “que todos sean uno como el padre está en Él y Él está en el Padre” Qué gran desafío esto de la unidad. Dentro de la Iglesia y fuera de la Iglesia. La unidad justamente querida por Jesús nos desafía sanamente porque creo que hay dos desbordes que se pueden cometer en orden a la unidad: el primero es pensar que unidad es sinónimo de que todos tenemos que ser iguales, todos tenemos que pensar lo mismo, todos tenemos que hacer las mismas cosas; así como algo uniformado, único, vertical, que viene de arriba y donde todos somos lo mismo y hacemos las mismas cosas. En el extremo contrario está el otro desorden pensar que cada uno es cada uno y que cada cual puede hacer lo que quiera. Entonces el sueño de la unidad pasa porque cada uno haga lo que pueda o lo que quiera o lo que tenga ganas. Y entonces esto se convierte en una especie de “caos más o menos organizado” pero donde por poner en riesgo la unidad también se pone en riesgo la comunión

Menuda tarea tenemos nosotros los cristianos a la hora de pensar esto de la unidad y qué es lo que significa. Muchas veces nosotros tenemos la tentación de detenernos en las cosas que nos diferencian. Yo suelo decir que nos podemos pasar la noche entera, días, meses incluso hablando de los cuadros de fútbol de los cuales cada uno somos hinchas o de los países también en que vivimos, o de las ciudades en las que habitamos y cuál es la más linda, cuál es más grande o cuál tiene más beneficios… Cómo eso a veces nos divide. Ni hablar de la ideología política. También en esa discusión, incluso dentro de la misma Iglesia nos vamos a encontrar con un montón de pensamientos y de corrientes y de distintas concepciones, ¿no? También lo podemos hacer viendo cuántos somos del campo y cuántos de la ciudad, cuántos vivimos en barrios en que de alguna manera la pasamos bien y cuántos habitamos periferias… Si seguimos en esa discusión y seguimos hablando de lo que nos separa, no solamente el sueño de la unidad de Jesús va ser imposible, sino que de a poco nuestra vida creyente va a poco a poco a dejar de ser lo que es y va a dejar de ser creíble.

La unidad que quiere Jesús es una unidad en la multiplicidad. Uno se puede preguntar: “bueno y ¿cómo es esto?” Y todo es sencillo de decir pero claro, es difícil de vivir. Es justamente dejar de lado todo aquello que nos diferencia, todo aquello que nos separa, todo aquello que a nosotros nos hace todo aquello que nos hace distintos, pone en peligro, en definitiva, la unidad del mensaje de Jesús. Por ideas fijas, por concepciones erradas, por búsquedas de seguridad personal, por acomodar la doctrina a lo que me a mí me parece o lo que tiene que ser, por hacer normas tradiciones ancestrales que por ahí no tiene sentido seguir manteniendo.

Cuando yo me esfuerzo en marcar la diferencia, atento contra la unidad. Cuando yo me fuerzo por buscar los puntos en común que tengo con mi hermano, la unidad se afianza y se hace posible.

Unidad, vuelvo a decir, no es que todos seamos iguales. Unidad es que todos creamos lo mismo y tiremos juntos para el mismo lado.

Qué lindo poder vivir esto que nos propone Jesús en el evangelio que seamos uno porque nos movemos como un solo cuerpo que tiene una cabeza qué es Jesucristo y donde estamos todos tirando para el mismo lado, donde estamos todos con las mismas convicciones, no importa la particularidad de cada uno, lo que importa es lo colectivo del todo y hacia dónde queremos ir y hacia dónde queremos llegar.

Y creo que el mensaje de Jesús en torno a la unidad tiene como fin claro la santidad. O dicho de otra manera la lucha permanente para que este mundo que nosotros habitamos sea un mundo más justo más fraterno y más solidario. Solamente va a ver unidad si hay voluntad de querer construirla. La unidad no sea como un milagro, que ocurre por la aparición espontánea, la unidad no se va a dar porque justamente Dios obre un milagro y de repente todos nosotros nos pongamos de acuerdo.

La unidad es un trabajo, es una tarea, pero necesita de corazones ardientes y dispuestos que estén en camino, en la vía, en el seguimiento de Jesús, en querer construir un mundo distinto a base de amor, a base de fuerza y en base sobre todo de servicio.

Hermano y hermana te deseo un muy lindo día. Te deseo que juntos podamos seguir soñando este camino de unidad no porque somos todos iguales sino porque aún en la diferencia, incluso las discrepancias, nos animamos a soñar un mundo más digno donde entremos todos: los siete mil millones de personas que a diario caminamos la superficie de esta casa común planeta Tierra.

Te deseo un lindo día y te abrazo muy fuerte en el corazón de Jesús y será si él quiere hasta el próximo evangelio.