San Pablo: un corredor incansable

viernes, 7 de junio de 2024
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07/06/2024 – En este viernes del Sagrado Corazón de Jesús, le pedimos al Señor que el latir misericordioso de Su amor alcance las entrañas de cada uno y permita que nos renovemos en nuestro ser misioneros junto a María. Compartimos la catequesis del día en este segundo día de programación especial de Mariathon 2024 junto a el Apóstol San Pablo:

“Olvidándome del camino recorrido, me lanzo hacia adelante y corro en dirección a la meta, para alcanzar el premio del llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús” (Fil 3,13-14).

¿Por qué corre Pablo y hacia dónde?


Cuando Pablo emprendió sus viajes misioneros, tenía dos objetivos: difundir el Evangelio al mayor número de personas posible y encontrar una forma de unificar las diversas iglesias que se habían desarrollado.

En muy corto tiempo, con escasos medios y pocas personas, hace una acción que es inexplicable todavía hoy: llevar el Evangelio desde Asia menor hasta Europa, en el lenguaje propio de las culturas que encuentra, poniéndolas en comunicación con Jesús: “Dios quiso que los paganos escucharan de mis labios la predicación del Evangelio y creyeran” (Hch 15,7)

No hay una cifra exacta de la distancia total que recorrió Pablo en sus viajes misioneros, ya que las rutas marítimas y terrestres de la antigüedad eran variables y no se registraban con precisión. Sin embargo, se estima que recorrió alrededor de 16.000 kilómetros en total, en unos 14 años, sumando las distancias por tierra y por mar durante sus viajes misioneros.

Estos viajes implicaron travesías marítimas por el Mar Mediterráneo y travesías terrestres a través de diversas regiones del Imperio Romano, lo que evidencia su arduo trabajo y dedicación en la difusión del cristianismo hasta los rincones más alejados del mundo.

Cada uno de estos viajes estuvo plagado de peligros, pero Pablo nunca vaciló en su decisión.
Si bien la Biblia no nos da un registro completo de todos los viajes del apóstol, podemos reconstruir una imagen general de su ministerio desde el Libro de los Hechos y observando las distintas epístolas que escribió.

Los viajes misioneros de Pablo


Son oficialmente tres viajes misioneros, al que se suele incluir un cuarto viaje que es la travesía que lo lleva apresado a Roma.

Primer viaje


Este primer viaje está relatado en los capítulos 13 y 14 del Libro de los Hechos de los apostoles. Pablo viaja acompañado por Bernabé y Juan Marcos (sobrino de Bernabé) y se realiza al poco tiempo de su conversión (años 45-48-49). Este viaje duró 3 años.

El primer destino fue Chipre, la isla natal de san Bernabé. Atraviesan caminando toda la isla hasta llegar a Pafos, en la parte occidental. Alli predican. Dejan Chipre y entran en el continente, siendo Perge la primera ciudad que pisan, aunque no predican aquí, seguramente debido a alguna enfermedad de Pablo. Juan Marcos los abandona y regresa a Jerusalén.

Desde Perge (actual Turquía) van a la región de Pisidia. En Antioquía predican el sábado en la sinagoga, anunciando la resurrección de Jesús. Vuelven el sábado siguiente y son rechazados. Pablo decide acercarse a los gentiles. Los expulsan de Pisidia.

Se dirigen entonces a Iconio (a unos 150 km) y alli permanecen largo tiempo, hasta que descubren una conspiración contra ellos y marchan hacia el sur. Los judíos intransigentes venidos de Antioquía los apedrean y Pablo tiene que ser sacado de la ciudad a rastras, dándosele por muerto.

Vuelven sobre sus pasos, por Listra, Iconio y Antioquía, alentando a los discípulos a permanecer fieles en la fe. Atravesando Pisidia, llegan hasta Panfilia en barco. Predican en Perge y bajan después a Atalía y allí embarcan de nuevo, dirigiéndose a Antioquía, desembarcando en el punto de partida. Recorrió en total unos 2250 km .

Segundo viaje

Este segundo viaje está relatado en Hechos capítulos 15 hasta el 18 y comenzó alrededor de los años 49 a 52. Este viaje empezó por vía terrestre y Pablo lo realizó junto a otro discípulo llamado Silas. Bernabé y Juan Marcos se han ido por separado a Chipre.

Esta vez, Pablo se puso en camino para revisar las primeras comunidades cristianas que ayudó a fundar durante su primer viaje y se propone prolongar el viaje hacia más a Oriente, pero el Espíritu Santo le impulsa a seguir su viaje hacia Europa, encontrando así a dos muy valiosos colaboradores, Lucas y Timoteo.

Pablo pasa así a Filipos y de allí a Atenas y a Corinto, en que se quedó durante un año y medio, logrando muchas conversiones de paganos y aprovecha su estancia en estas ciudades para informar a los hermanos de las decisiones tomadas en la Asamblea de Jerusalén.

Tercer viaje misionero


El relato de este viaje comienza en Hechos 18,23 y fue alrededor de los años 52 a 57. En este viaje recorrio unos 4350 km de lo que hoy son los territorios de Turquía, Grecia, Líbano, Israel.

Primero visitó las comunidades que ayudó a establecer durante sus viajes anteriores. Luego zarpó hacia Éfeso, una antigua ciudad griega donde bautizó a 12 discípulos que habían recibido previamente un bautismo penitencial por Juan el Bautista y, junto con sus compañeros, ayudó a evangelizar a casi todos los habitantes locales.

Durante este prolongado viaje, promovió una colecta en favor de los cristianos de Jerusalén y hacia allí se puso en camino. Allí le esperaban la cárcel y la renovada amenaza de muerte de parte de los judíos.

De Jerusalén, las autoridades romanas lo llevaron, escoltado, a Cesarea de Palestina. Pablo, para evitar de ser llevado de vuelta a Jerusalén y ser juzgado por un tribunal judío, siendo él ciudadano romano, apeló al César, lo que implicaba ir a Roma.
San Pablo tendría 52 años cuando fue apresado en el Templo. Estuvo 2 años en prisión en Cesarea de Palestina

Cuarto (y último) viaje

El último viaje no fue precisamente misionero sino encadenado a Roma. Relatado en Hechos capítulos 27 y 28 y se desarrolló en los años 59 y 60.

Después de un viaje muy peligroso y de un naufragio, llegó a la isla de Malta y de allí a Roma, en donde quedó preso en una casa alquilada durante dos años, pero día y noche había un soldado con él y recibía a todos los que a él venían. Es decir, que aún prisionero en esa casa Pablo seguía predicando el reino de Dios y enseñando.

Hasta el final de sus días Pablo es Pablo. Aun en la prisión sus dos manos cubrian sus necesidades y se sustentó con su propio trabajo; no representaba una carga para nadie; vivió independientemente de todos los hombres hasta el final.

Alli en prisión escribió las Cartas a los Filipenses, a los Efesios, a los Colosenses y Filemón.
Los soldados que lo vigilaban en esos dos años muchos de ellos debieron haber pasado largos días y noches con él. Y Pablo nunca habría desperdiciado semejante oportunidad. Ha de haber conversado con ellos día y noche, y muchos de ellos debieron haber dejado su guardia con Cristo en sus corazones.
Luego fue dejado en libertad y vivió cinco o seis años, donde su predicación y su pasión por la Palabra no se vio disminuida, hasta cuando una nueva encarcelación lo llevó a la muerte.

San Pablo que al final dijo: “He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe” (2 Timoteo 4,7) ¿podremos decir lo mismo en nuestra carrera de la vida?