Jesús vuelve a pasar, vuelve a llamarnos

viernes, 5 de julio de 2024
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05/07/2024 – El evangelio nos presenta el llamado, la vocación de Mateo: el Señor, dice la Palabra de Mateo 9,9-13, puso sus ojos en él, lo vio y le dijo “sígueme”. Parece importante esto porque Jesús cada día hace lo mismo con nosotros. Jesús llama a Mateo, un recaudador de impuestos.



En ese miedo, Dios te ampara.
En ese dolor, Dios te consuela.
En ese anhelo, Dios te anima.
En ese cansancio, Dios te fortalece.
En ese extravío, Dios te orienta.
En ese error, Dios te perdona.
En ese proceso, Dios te acompaña.
En ese volver, Dios te recibe.
En esa tristeza, Dios te alegra.
En esa herida, Dios te sana.
En esa preocupación, Dios te escucha.
En esa ansiedad, Dios te contiene.
En esa inseguridad, Dios te abraza.
En esa debilidad, Dios te sostiene.
En esa caída, Dios te levanta.
En esa esperanza, Dios te alienta.
En vos, Dios. En Dios, vos. Siempre.
Amén.


Jesús, al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. El se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?”. Jesús, que había oído, respondió: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. San Mateo 9,9-13


Cada día Dios tiene un plan para vos, Él mira tu realidad, no es indiferente a lo que te está pasando. Jesús siempre tiene una palabra para decirte, como a Mateo, que le dice “sígueme”. Esa Palabra a Mateo lo moviliza, le cambia el corazón, lo transforma y le hace emprender un camino nuevo. Así que primero está la mirada, después la llamada y por último la respuesta constante. ¿Qué te parece si hoy también vos hacés memoria de esa primera mirada de Jesús, de esa primera llamada de Dios en tu vida y en tu historia? ¿La tenés presente? ¿Tenés presente cuándo descubriste el amor de Dios? ¿Qué tal si vos y yo tratamos de escuchar esa voz justamente para eso, para movilizarnos y para aceptar ese plan de felicidad que Él tiene para nosotros? Claro, cuando uno profundiza en el plan de Dios se descubre como Mateo, frágil, limitado, pecador, con errores. Esta parece ser una condición esencial para recibir el amor de Dios. Te lo repito: el reconocerse pecador es una condición esencial para recibir el amor de Dios.

Cuántas veces pensamos como los fariseos, que tenemos que ser perfectos para acercarnos a Dios y que, en el fondo, es Él quien nos debe un favor. Tenemos que ser como Mateo: él se descubre pecador y transforma su vida. Por eso, solamente aquel que descubre sus errores, solamente aquel que entiende que solo no puede, encuentra al Dios de la misericordia y recibe su abrazo. Entonces pregúntate: ¿seguís creyéndote autosuficiente a esta altura del partido o ya estás en ese camino de conversión permanente? Acordate lo que dice la Palabra de hoy: no son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Jesús siempre ve más allá. Ve en Mateo un corazón dispuesto a seguirlo y en vos también espera ver eso. Jesús vino a buscar a los que están perdidos. Vos y yo cada tanto nos perdemos y ahí es lindo descubrir que, cuando no damos más, cuando ya hicimos todo perfectamente mal y le pedimos al Señor que nos tire una soga; Él no solamente nos tira la soga, sino que baja hasta nuestro barro, hasta nuestro pozo y nos saca para limpiarnos, purificarnos y darnos vida en abundancia. Animate a pasar dificultades con la mirada puesta en la mirada de Jesús. Pedí la gracia de la disponibilidad. Y, si caíste, volvé, porque Dios te está esperando.

“No hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro”. ¿Cuál es la alegría más grande que te ha dado seguir a Jesús y servirlo en tus hermanos?
Tomás de Aquino dice que justamente la misericordia es el signo del poder de Dios.

Cuidate del chusmerío

Dice la Palabra: Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?”.

Jesús al pasar por allí es criticado porque se vincula con publicanos y pecadores, con nuestra condición, con la tuya y con la mía. Nosotros somos los elegidos del Señor por estar enfermos, porque necesitamos de la gracia y la misericordia de Dios. Lo que mueve a Jesús a obrar de esta manera, que supera toda lógica razonable en lo que corresponde a un maestro de la ley, es un nuevo modo de vincularse a la salida desde su magisterio, la misericordia.

A diario descubrimos que el chusmerío es algo cotidiano, pero no hacemos nada para cambiarlo. Lo aceptamos como una parte natural de nosotros, de nuestra comunidad, lo disfrazamos de preocupación por el otro, nos acostumbramos a convivir con él. Ojo, no todo el mundo, pero muchas personas viven así. A veces está tan asimilado el chusmerío que ni nos damos cuenta de cuánto caemos en él, no somos conscientes y nos consume el engaño. No es para rasgarnos las vestiduras, pero sí para empezar a tomar conciencia.

El chusmerío es un pecado tan sutil, que hasta nos creemos que lo que hacemos está bien. El chusmerío nunca es gratis. Pensá cuántos de tus chusmeríos encubren enojos, broncas, juicios, envidias, celos. Hay voces que nos impiden ser libres porque nos alejan del amor de Dios. En cambio, la verdad nunca daña, nos hace bien, nos libera. La verdad viene acompañada de la caridad. El mismo Jesús nos orienta: Él dice “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). Si el Señor se presenta como la verdad, ¿cómo vamos a elegir lo otro? La verdad siempre sale a la luz porque la verdad es vida. Es cierto, a veces cuesta digerirla. Pero eso es lo mejor.

El chusmerío rompe, enferma. El chusmerío es algo, la verdad es Alguien. Es Jesús.
¿Sos de caer en los chusmeríos? Fijate y preguntate qué tiene que sanar el Señor en tu vida.
Pedile ayuda al Señor. Probá por un día, mirá qué pasa simplemente tratando de no chusmear.