04/09/2024 – En el Evangelio de hoy, Jesús aparece en la casa de Simón curando a su suegra. Él nos quiere sanos y saludables, por eso se inclina sobre nosotros y nos invita a ponernos de pie.
“Al salir de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos. Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. De muchos salían demonios, gritando: «Tú eres el Hijo de Dios!». Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías. Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: «También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado». Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea”. Lucas 4,38-44
“Todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevan”.
Este acercar a Jesús las diversas dolencias, son las de este tiempo y las del tiempo que paso y no supimos darnos respuesta ante la enfermedad y el dolor, ese huésped inevitable de la humanidad que llega sin hacerse anunciar, entrando en nuestras vidas sin pedir permiso, alojándose en casa y haciéndose compañeros forzosos del mismo viaje[ 1]
Solemos reaccionar desde el fastidio, el enojo. Necesitamos dedicarnos tiempo por que algo de nosotros no anda bien. Hay que dejar el trabajo, ir al profesional de la salud. Nuevas pruebas, todo es lento y lleva tiempo. Si nos toca internarnos, todo se trastoca: la familia, la casa, el trabajo, la economía. Comenzamos a echar de menos la apacible monotonía de la cotidianidad. El sufrimiento no deja de enviarnos mensajes. Nos recuerda que somos frágiles, vulnerables, mortales. Nos hace valorar el estado de placidez que es la salud, que valoramos desgraciadamente cuando nos falta.
El sufrimiento nos visita relativizando nuestras seguridades. Rompe nuestra integridad, agrietando las bases sobre las que fundamentamos el correr de nuestras vidas, frustra nuestros proyectos.
El sufrimiento, se ríe de nuestras máscaras orgullosas, externas apariencias, nuestro abolengo y títulos. El sufrimiento es una cascada de preguntas. En el dolor de la enfermedad vienen a nuestro encuentro un montón de preguntas, pobladas de soledad y noches de vacío, con sentimientos de impotencia.
Sabiendo que al sufrimiento lo vencemos o nos vence nos acercamos a Jesús con nuestras dolencias con la esperanza de vencer con Él donde no hay sentido para el sufrir. Distinguimos entre dolor que es más físico y sufrimiento que es más englobante. El sufrimiento cuando a Jesús lo acercamos y es bien trabajado ayuda a encontrarnos con nosotros mismos y a potenciar cada dimensión de la persona.
¿Cuando el sufrimiento nos permitió dar un vuelco en la vida y comenzamos a encontrar valor a lo inexplicable?
Ser sano es algo más que no estar enfermo, tiene un contenido positivo. Es algo vivido es una experiencia positiva, compleja ya que afecta a todas y cada una de las dimensiones de la persona y su circunstancia vital y no solo la dimensión física. ¿Cuáles son los criterios para descubrir el verdadero rostro de la salud?
a) Criterio de Vigor y Vitalidad
El cuerpo es manifestación de la persona, de ahí que las primeras apreciaciones respecto de la salud, se refieren a los aspectos externos, a la apariencia…Por eso se dice:”tienes buena cara” o “tienes buen aspecto”, “se te ve bien”. La cultura de hoy hace del cuerpo un culto, sin embargo, el cuerpo no es algo que se tiene, sino que se es. Es para el encuentro desde una saludable relación, no para una cosificación o manipulación.
Paradójicamente suele haber mucha riqueza escondida detrás de la apariencia de debilidad corporal y mucho vacío detrás de cuerpos vigorosos y sanos.
b) Criterio de utilidad
Vivimos una sociedad hecha para los sanos y por lo sanos, que acentúa la competitividad, agresividad, poder e imagen. Sin embargo no todos los enfermos son o se sienten inútiles, ni el echo de estar sano vacuna contra la inutilidad. La utilidad no se agota en hacer un trabajo, sino en desempeñar bien nuestra misión en la vida.
La vida es importante y vale la pena ser vivida cuando se encuentra sentido en ella.
c) Criterio relacional
Es sano el que se relaciona bien con el mismo y con los otros; también con el amor, la libertad, la enfermedad, la muerte, el sufrimiento…con Dios. Hoy somos muy sensibles a esas dos dimensiones de la salud: la sicológica y la social.
Se dice que casi en la totalidad de las patologías se comprueba una carencia común: la falta de ubicación ante si mismo, a los otros y frente a Dios.
Un proceso hasta ganar la partida aceptandoNo te ciegues al dolor o sufrimiento, es mejor examinarse, dándote la oportunidad de preguntarte por vos mismo. No es bueno quedarte en la superficie, ahonda en la profundidad de vos. Para eso cuando sufrimos es bueno saber cuales son la etapas por las que atravesamos.
Shock o aturdimientoNegar : no me pasa nadaRebelarnos ¿por que me pasa a mí?Buscar negociar con Dios. ¿Si me cura?TristezaResignaciónAceptación
Cuando llegamos a aceptar para superar llegamos a ganar la partida del sufrimiento.
[1] Mateo Bautista: Para mi amigo enfermo pag.7
Padre Javier Soteras