17/10/2024 – Si hay algo de la vida de Jesús que podemos afirmar es su ser profeta. En este fragmento del Evangelio lo descubrimos una vez más.
Dijo el Señor: «¡Ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas, a quienes sus mismos padres han matado! Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedesles construyen sepulcros. Por eso la Sabiduría de Dios ha dicho: Yo les enviaré profetas y apóstoles: matarán y perseguirán a muchos de ellos. Así se pedirá cuenta a esta generación de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde la creación del mundo: desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que fue asesinado entre el altar y el santuario. Sí, les aseguro que a esta generación se le pedirá cuenta de todo esto. ¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden.» Cuando Jesús salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo, exigiéndole respuesta sobre muchas cosas y tendiéndole trampas para sorprenderlo en alguna afirmación. San Lucas 11, 47-54
Ser profeta no significa pronosticar el futuro como hacen los del clima en la televisión y la radio. Ser profeta es entrar en comunión con Dios Trino y con el horizonte puesto en el Reino definitivo, denunciar todo aquello que no construye el Reino y anunciar todo aquello que sí. El profeta denuncia el pecado y anuncia la salvación. Son inseparables. Van de la mano.
Hoy como Iglesia nos toca un tiempo hermoso. Porque todo cristiano, por su bautismo, es sacerdote, profeta y rey. Es decir, todos somos profetas. Y como profetas, tenemos que vivir de tal manera que nuestra vida anuncie y denuncie. Tenemos que vivir de tal manera el Evangelio de Jesús de modo que nuestra vida le diga algo a alguien; sea signo de una presencia más grande.
Tenemos que tomar el coraje para la denuncia; tenemos que proclamar una y otra vez que la vida no se negocia, que no se compra ni se vende. Que la vida no es la explosión a todo volumen del boliche, del porro, de la cerveza o el ferné. Que no es la posibilidad de estudiar para trabajar y hacerme rico a costa de mi hermano o esclavizando hermanos extranjeros. Que la vida no es sexo barato, desamorado y rápido. Que frente a Dios somos todos iguales, aunque algunos se crean “más iguales que otros”.
Recuperar el profetismo de Jesús significa optar nuevamente por los pobres, los marginados, los sobrantes, los pueblos originarios, los que están solos, los tristes, los que bajaron los brazos, los que no son funcionales a este voraz sistema de capitalismo neoliberal. Es anunciar viva voz que Dios está a favor de la vida y quiere que nosotros tengamos Vida en abundancia.
Que nadie nos prive de este derecho de querer servir a Dios y los hermanos. Que nadie nos prive de llevar luz adonde hay tiniebla. Que nadie nos prive de poder vivir una vida con sentido. Que Jesús te bendiga para que seas ese profeta que nuestro tiempo necesita.
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