28/10/2024 – En una nueva emisión del ciclo “Historias de santidad” conocimos la vida y el legado de la Sierva de Dios Pura Rosa del Carmen Olmos. La ‘Hermana Purita’, como era llamada cariñosamente por todos, fue una religiosa cordobesa de la Congregación de las Hermanas Carmelitas Descalzas de Santa Teresa de Jesús.
Nació como Secundina Guadalupe Olmos, en la localidad de La Cumbre en 1896 y falleció en Córdoba en 1965. Su vida estuvo marcada por la entrega generosa en clave de misericordia, de ternura y compasión hacía todos. Sus gestos, su cercanía, su fraternidad han quedado impresos en la memoria de todos los que la conocieron.
Nos acompañó el profesor Pablo Gomez, quien fue notario en la fase diocesana del proceso de canonización de la Hermana Purita y actualmente continua como colaborador en lo que es la fase romana, quien nos trajo una semblanza de la Sierva de Dios y nos dio detalles de la causa.
En cuanto a las principales virtudes de Hermana Purita, el profesor Pablo expresó que lo que más le llama la atención fue “su sentido de laboriosidad, ya que era incansable en el trabajo, en servicio porque no era trabajar por trabajar, sino que era trabajo en servicio. Por ejemplo, era la primera que se levantaba y la última que se acostaba. Se levantaba aproximadamente a las 4:30 de la mañana para recibir al lechero y ella era la encargada de preparar todo para que a las 7:30 ya estuviera listo el desayuno, tanto para la comunidad de hermanas como para las niñas que estaban en el hogar”.
“Si alguien tenía hambre ella siempre tenía algo algún chocolatito, alguna golosina, alguna fruta siempre a mano para dar. Tenía un gran sentido de la laboriosidad y del servicio, el adelantarse a las necesidades para que nadie tuviera que pedir nada”.
“Su forma de expresar el afecto también era muy especial: muchos decían que el abrazo de la hermana Purita era muy intenso, te acercaba a su corazón y, de alguna manera, quería contagiarte ese fuego, ese amor que tenía en su propio corazón”.
“Ella mostraba misericordia con todas las hermanas, nunca se escuchó una palabra de desaliento o que sonara a desánimo. Esto habla de una entereza de espíritu, de una esperanza profunda. Yo creo que como cristianos estamos llamados a tener esas virtudes y a poder desplegarlas en lo cotidiano de nuestra vida”