En un nuevo encuentro del ciclo “Llamados a la alegría”, Sandra Rivero nos animó a reflexionar sobre la escucha activa, una habilidad necesaria para conectarnos con lo que pasa a nuestro alrededor, para dialogar con otros y poder escuchar la voz de Dios presente en la propia vida. Desde su profesión como cantautora católica, psicopedagoga y docente, Sandra brindó recomendaciones para entrenar y poner en práctica la escucha.
13/11/2024 – En el comienzo, Sandra señaló la diferencia entre oír y escuchar. Oír es un proceso fisiológico, mientras que escuchar es una capacidad cognitiva. Así, escuchar es prestar atención a lo que se oye, comprender lo que se dice y darle significado. De allí que la escucha activa es una habilidad que puede ser adquirida y desarrollada con la práctica.
Para comprender la implicancia de la escucha activa, Sandra explicó que tiene una faceta interna, basada en el interés que ponemos en centrarnos en lo que nos dicen y en comprenderlo, y otra externa, que consiste en reflejar en nuestros gestos y reacciones que estamos atentos a lo que la otra persona tiene que decirnos. No se trata solo de escuchar activamente y con conciencia plena, sino también de expresar que estamos escuchando con atención.
“Ser sujeto activo en esta sociedad es muy diferente de ser pasivo. Puedo escuchar y que no me pase nada. Pero puedo escuchar y decir: ‘hoy quiero hacer algo por mí o por el otro’. Entonces ahí se suma esta escucha activa y justamente es una habilidad que hay que adquirir, sabiendo que el ser activo también implica comprometerse”, expresó Sandra Rivero.
En ese marco, repasó algunos errores que pueden producirse cuando se escucha a otra persona: distraerse durante la conversación, interrumpir al que habla, juzgar a la otra persona y querer imponerle las propias ideas, ofrecer ayuda de manera prematura y con falta de información, rechazar y no validar lo que el otro está sintiendo, descalificar al brindar la propia opinión, contar la propia historia en vez de escuchar lo que el otro necesita expresar, entre otras.
Al referirse a la escucha de Dios, Sandra recordó la cita del Evangelio según San Juan: “mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos”. Desde allí, se refirió a la certeza de que Dios habla todo el tiempo, aunque a menudo estamos demasiado ocupados para detenernos y escuchar. Por eso señaló la importancia de planificar momentos de retiro o soledad, que contribuyan a disponerse a una mayor escucha, sin olvidar que en lo cotidiano Dios también se manifiesta a través de otras personas.
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