14/11/2024 – Jesús nos invita a encontrar el Reino de Dios no en señales espectaculares, sino en la paz y la sabiduría que Él nos ofrece en el día a día. Este llamado es a vivir en la presencia de Dios, alejándonos de la curiosidad mundana y confiando en la suave brisa del Espíritu Santo, que nos guía hacia una vida llena de propósito y paz.
Los fariseos le preguntaron cuándo llegará el Reino de Dios. El les respondió: “El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: ‘Está aquí’ o ‘Está allí’. Porque el Reino de Dios está entre ustedes”.Jesús dijo después a sus discípulos: “Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán.Les dirán: ‘Está aquí’ o ‘Está allí’, pero no corran a buscarlo.Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día.Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación.”San Lucas 17,20-25
Decía el Papa Francisco caminar en la vida con espíritu de sabiduría, con el espíritu de Dios, nos ayuda a juzgar, a tomar decisiones según el corazón de Dios. ¡Y este espíritu nos da paz, siempre! Es el espíritu de paz, el espíritu de amor, el espíritu de fraternidad. Y la santidad es justamente esto. Lo que Dios pide a Abraham “Camina en mi presencia y sé irreprensible” es esto, es esta paz. Caminar bajo la moción del Espíritu Santo y de esta sabiduría. Y se puede decir que aquellos hombres y mujeres que caminan de esta manera son hombres y mujeres sabios. Un hombre sabio y una mujer sabia, porque se mueven bajo la moción de la paciencia de Dios.
Pero en el Evangelio «nos encontramos ante otro espíritu, que se opone al de la sabiduría de Dios: el espíritu de la curiosidad», es decir cuando queremos apoderarnos de los proyectos de Dios, del futuro, de las cosas; conocer todo, apropiarnos de todo… El espíritu de curiosidad nos aleja del Espíritu de la Sabiduría, porque solo interesan los detalles, las noticias, las pequeñas noticias de cada día. ¿Cómo se hará esto? Es el cómo: ¡es el espíritu del cómo! Y el espíritu de curiosidad no es bueno: es el espíritu de la dispersión, del alejarse de Dios, el espíritu del hablar demasiado. Y Jesús también va a decirnos una cosa interesante: este espíritu de curiosidad, que es mundano, nos lleva a la confusión.
La curiosidad nos impulsa a querer percibir que el Señor está aquí o allá, o nos hace decir: «Yo conozco a una vidente, una vidente que recibe cartas de la Virgen, mensajes de la Virgen». Y el Papa comentó: «Pero, vea usted, ¡la Virgen es Madre! Nos llama a todos nosotros. No es un encargado de la oficina de correos, que envía mensajes todos los días. «Estas novedades –afirma– alejan del Evangelio, alejan del Espíritu Santo, alejan de la paz y de la sabiduría, de la gloria de Dios, de la belleza de Dios». Porque «Jesús dice que el Reino de Dios no viene del llamar la atención, viene de la sabiduría». «¡El Reino de Dios está en medio de ustedes!», dice Jesús: esta es «acción del Espíritu Santo, que nos da la sabiduría, que nos da la paz. El Reino de Dios no viene de la confusión, pues Dios no habló al profeta Elías en el viento, en la tormenta», sino «en la suave brisa, la brisa de la sabiduría».
Santa Teresita del Niño Jesús decía que ella siempre tenía que detenerse ante el espíritu de la curiosidad. Cuando hablaba con otra monja y esta monja le contaba una historia, algo sobre la familia, sobre la gente, a veces pasaba a otros argumentos y ella quería conocer el final de la historia. Pero sentía que eso no era el Espíritu de Dios, porque era un espíritu de dispersión, de curiosidad. El Reino de Dios está en medio de nosotros: no hay que buscar cosas extrañas, novedades con esta curiosidad mundana. Dejemos que el Espíritu nos saque adelante, con esa sabiduría que es una suave brisa. Este es el Espíritu del Reino de Dios del que nos habla Jesús.
Caminar en la vida con el espíritu de Dios, espíritu de sabiduría nos ayuda a juzgar, a tomar decisiones según el corazón de Dios. ¡Y este espíritu nos da paz, siempre! Es el espíritu de paz, el espíritu de amor, el espíritu de fraternidad.
Lo que Dios pide a Abraham (“Camina en mi presencia y sé irreprensible”) es esto, es esta paz. Caminar bajo la moción del Espíritu Santo y de esta sabiduría. Y se puede decir que aquellos hombres y mujeres que caminan de esta manera son hombres y mujeres sabios. Un hombre sabio y una mujer sabia, porque se mueven bajo la moción de la paciencia de Dios».
Santa Teresa del Niño decía lo que me sostiene en la oración es, por encima de todo, el evangelio; hallo en él todo lo que necesita mi pobrecita alma. Siempre descubro en él luces nuevas, sentidos ocultos y misteriosos. Comprendo y sé por experiencia, que el reino de Dios está dentro de nosotros. Jesús no tiene necesidad de libros ni de doctores para instruir a las almas; él, el doctor de los doctores, enseña sin ruido de palabras. Nunca le he oído hablar, pero sé que está dentro de mí. Me guía y me inspira a cada instante lo que debo decir o hacer. Descubro, justamente en el momento en que las necesito, luces que hasta entonces no había visto. Y las más de las veces estas ilustraciones no son más abundantes precisamente en la oración, sino más bien en medio de las ocupaciones del día…
Cuando nos dejamos llevar por este espíritu de sabiduría somos conducidos a ceder el control y tomamos riesgos para seguir a Dios, sin saber a dónde, con actitudes de apertura, generosidad y libertad interior, la vida se hace más gozosa y estimulante que cuando tratamos de controlar todo nosotros mismos.Necesitamos confiar que Dios no nos conduce a un abismo. Es importante que recordemos que Dios es un Dios que ama, que quiere que estemos felices y que nos conduce a un buen lugar donde encontraremos el gozo, la realización y la felicidad.
Esto no significa que donde Dios nos conduce será fácil y no involucrará sacrificio y aun algo de sufrimiento. Sin embargo significa que sí nos llevará a una vida que vale la pena, que hace una diferencia, que tiene gran significancia e involucra más gozo de lo que podríamos imaginar o encontrar en una vida donde hemos tratado de controlar todo y solo hemos seguido nuestros planes auto-determinados. Cualquier vida que valga la pena, involucra sacrificio y sufrimiento. Sin embargo si somos conducidos por el espíritu traerá también grandes satisfacciones y gozo.
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