El arte de educar en la esperanza

viernes, 21 de marzo de 2025

20/03/25- Ser padres y madres implica dos funciones fundamentales que deben mantenerse en equilibrio: la función nutritiva, que da amor, alimento y gratificación, y la función normativa, que establece límites, reglas y hábitos. Ambas son necesarias para que los hijos crezcan emocionalmente sanos y preparados para salir al mundo. Porque la vida no es solo gratificación, también hay frustraciones y desafíos, y es en la familia donde se aprende a enfrentarlos con confianza y optimismo.

La esperanza es mucho más que un sentimiento positivo; es un estado de ánimo que nos hace creer que lo que deseamos es alcanzable y nos impulsa a trabajar para lograrlo. Pero, ¿cómo podemos transmitirles esperanza a nuestros hijos en la vida cotidiana? María Pía del Castillo, Directora Ejecutiva de la Fundación Padres, nos comparte algunas claves:

  • Proponer metas alcanzables: Un desafío demasiado difícil puede desmotivar, pero uno demasiado fácil puede aburrir. Lo ideal es fijar pequeños logros adecuados a la edad y etapa de cada niño.
  • Evitar comparaciones: Cada hijo es único, con sus propias capacidades y talentos. Compararlos con otros puede generar frustración y disminuir su autoestima.
  • Cuidar nuestras palabras: Un comentario negativo en el momento equivocado puede hacer que un niño pierda la confianza en sí mismo. Corregir con amor y destacar el esfuerzo es clave para fortalecer la esperanza.
  • Enseñar el valor del esfuerzo: La dedicación y la perseverancia son fundamentales para alcanzar cualquier objetivo. Posponer la recompensa y aprender a trabajar por lo que se desea es una gran lección de vida.
  • Mostrar afecto sin miedo: Las miradas, los abrazos y las palabras de aliento construyen un ambiente de seguridad y confianza en el hogar. Saber que cuentan con el apoyo incondicional de mamá y papá les da a los hijos la fortaleza para enfrentar el mundo.

María Pía cierra su reflexión con una frase inspiradora: «Vale la alegría ser padres y madres, vale la alegría ser educadores de la felicidad. Seamos forjadores de esperanza. Mejores padres, mejores hijos, mejores argentinos.» Porque educar con esperanza no solo transforma la vida de nuestros hijos, sino también el futuro de nuestra sociedad.