25/03/2025 – La esperanza es un proceso, un don y una tarea. En nuestra vida cotidiana, enfrentamos diversos desafíos que pueden debilitarla, y uno de los más comunes es el cansancio. La hermana Marta Porta, de la Congregación de las Hermanas de la Virgen Niña y licenciada en Psicología por la Pontificia Universidad Católica de Buenos Aires, nos invita a reflexionar sobre cómo este desgaste impacta en nuestra vida espiritual y emocional.
Desde Uruguay, en un día otoñal y lluvioso, la hermana Marta comparte su perspectiva sobre este obstáculo silencioso: “otro de los ladrones de la esperanza es el cansancio, ese vacío de energía y creatividad que nos visita a veces”. No se trata solo del agotamiento físico, sino también del cansancio emocional y espiritual que se instala en nuestra rutina y nos roba la motivación.
El cansancio puede originarse en la monotonía, la autoexigencia desmedida o el esfuerzo excesivo en proyectos, relaciones o responsabilidades. Al respecto, la hermana señala: “muchas veces nos cansamos porque hemos dado de más, y eso hace pasar el límite de la salud”. Este desgaste puede convertirse en una carga invisible, afectando nuestra capacidad de encontrar sentido en lo que hacemos y generando una sensación de vacío.
Vivimos en lo que el filósofo surcoreano Byung-Chul Han denomina “la sociedad del cansancio”, caracterizada por la autoexplotación y la obsesión con la productividad. Sobre este punto, la hermana Marta advierte: “nos exigimos tanto para lograr objetivos que muchas veces nos aislamos y nos obsesionamos con algo, dañando nuestra salud emocional”. Este agotamiento extremo puede derivar en el síndrome de burnout, una condición de desgaste profundo que apaga nuestra energía y entusiasmo.
Pero, ¿cómo podemos enfrentar este cansancio? La clave está en reconocerlo, identificar sus causas y replantearnos nuestras prioridades. Es esencial preguntarnos: ¿Para qué hacemos lo que hacemos? y ¿Qué estamos sosteniendo en nuestra vida? Jesús mismo nos ofrece una respuesta en el Evangelio: “Vengan a mí los que están cansados”. La humildad y la mansedumbre son virtudes que nos ayudan a afrontar estos momentos con serenidad.
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