Es conveniente recordar que lo que veamos y sintamos como voluntad de Dios para ordenar la vida, necesariamente tiene que ser coherente con la realidad personal y cotidiana de la propia vida. Uno tiene que ver qué le ayuda más en este momento de la vida a vivir con mayor fidelidad ese deseo de ser felices que Dios puso en nuestro corazón. En términos ignacianos el deseo de ser feliz sería “para que nuestra vida sea alabanza y servicio del Señor”.
Cuando hablamos de ordenar la propia vida, tenemos que ver que son pocas cosas, quizás sólo una… descubrir que es lo que nos ata y nos quita libertad en este tiempo. ¿Qué cosas en mi vida me piden un cambio, un nacer de nuevo? La relación que tengo con mis más cercanos, quizás necesitan mayor fidelidad al estilo de Jesús… En la profesión o trabajo muchas veces rechazamos el valor del servicio y nos dejamos guiar por los criterios del poder y la riqueza, sin vivir el trabajo como un lugar de servicio… Sobre nuestro estilo de vida donde quizás necesitemos tomar un rumbo más sano en lo que leemos, amistades, cómo nos divertimos, lo que elegimos… Quizás sobre la relación con Dios, dejar de creer en un Dios severo, implacable, que me vigila, por el Padre de Jesús lleno de bondad, ternura, que me cuida, me acompaña y me consuela. También puedo ordenar mi vida en cuanto a la relación conmigo mismo, valorando mi vida como regalo; mi vida vale, mis cosas valen, mis dones valen, mi vida costó la entrega del hijo de Dios ¿cuánto valoro lo que vida? ¿cuán agradecido soy con Dios por tanto recibido en la familia, los amigos, el trabajo, mis sueños, etc?.
Para realizar esta especie de análisis, es muy valioso recuperar los exámenes de la oración de estos días y los exámenes del día, ya que así podemos seguirle la pista a la gracia y descubrir qué es lo que nos propone. ¿Y cómo se si esto que me estoy dando cuenta que tengo que modificar es una invitación de Dios y no inventada por mí?. Por la paz que deja en el corazón, por la sensación de mirada y horizonte ancho. Puede favorecernos ir escribiendo alguna oración personal con lo que entendamos que tiene que ser la reforma de nuestra vida, en donde podamos ir poniendo por escrito la gracia que necesitamos, para que Dios nos ayude con su amor y su ternura a reordenar la vida.
La resurreción de LázaroP. Ángel Rossi
Hoy les propongo, ya cerquita de la pasión, la resurrección de Lázaro, escena que está en los umbrales a la subida de Jesús a Jerusalén. Es un momento de la vida pública de Jesús donde ya no es una figura atrayente, y hasta como dice el evangelio “lo buscan para matarle”. Es un Jesús prófugo, para muchos ya es motivo de escándalo, lo andan persiguiendo y Jesús lo sabe. Contemplamos la resurreción de Lázaro (Jn 11, 1-54)
Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo.Las hermanas enviaron a decir a Jesús: "Señor, aquel que tú amas, está enfermo". Al oír esto, Jesús dijo: "Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella". Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: "Volvamos a Judea". Los discípulos le dijeron: "Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y quieres volver allá?". Jesús les respondió: "¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él". Después agregó: "Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo". Sus discípulos le dijeron: "Señor, si duerme, se curará". Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte. Entonces les dijo abiertamente: "Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo".Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: "Vayamos también nosotros a morir con él".Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días. Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?" Marta le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: "El Maestro está aquí y te llama". Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto".Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: "¿Dónde lo pusieron?" Le respondieron: "Ven, Señor, y lo verás". Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: "¡Cómo lo amaba!" Pero algunos decían: "Este, que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podía impedir que Lázaro muriera? "Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y dijo: "Quiten la piedra". Marta, la hermana del difunto, le respondió: "Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto". Jesús le dijo: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?" Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: "Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado". Después de decir esto, gritó con voz fuerte: "¡Lázaro, ven afuera!" El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo para que pueda caminar".
Aquel a quien tu amas está enfermo
Esta escena tan fuerte, tan linda y tan llena de mensajes y micro escenas en las que nos podemos sumergir, nos puede hacer muy bien. Es una escena que nos muestra a un Jesús muy humano. Primero por el cariño a la familia de Lázaro, Jesús se conmueve, se emociona, llora es una escena donde sale la humanidad de Jesús de un modo especial. Por otro lado lo humano del miedo y del riesgo, Jesús humanamente tiene miedo porque sabe que lo andan buscando para matarlo, por lo tanto ir a Betania era riesgoso. Y por otro lado Lázaro ya hacía cuatro días que había muerto. Es interesante quedarnos con las palabras de ese mensajero que le sale al encuentro a Jesús: “Aquel a quien tú amas está enfermo”. Es una expresión fuerte que nos puede hacer mucho bien a nosotros. “Aquel a quien tu amas”… podemos pensar en tantas personas cercanas nuestras que están enfermos del cuerpo o del alma, y también somos nosotros mismos.
Podemos decirle al Señor desde lo hondo del corazón “Señor, aquel a quien tu amas (que soy yo) está enfermo”, necesita ser visitado, necesita resucitar, necesita salir de las tumbas en las que andamos quizás sepultados. Hasta ahora Jesús ni si quiera a los discípulos los llama amigos, recién en Jn 15 en el momento de la pasión los llama amigos, en cambio a Lázaro antes que a los discípulos los llama amigos. Seguramente Jesús visitaba seguido a esta familia, y su casa era un lugar donde Él podía ir a descansar, estar en confianza, al natural. Jesús les tenía mucho cariño, por eso los llamaba amigos.
A Jean Vanier le llama la atención que el texto diga “la casa de Marta, casa de María” cuando en su momento se utilizaba llamar a la casa con el nombre del varón de la familia. Lázaro queda como escondido. El autor supone que Lázaro sería una persona enferma, claro que no es posible comprobarlo, por eso los textos las nombran a ellas que serían quienes con mucho cariño lo cuidaban.
Marta sale al encuentro cuando Jesús llega: “Señor si hubieras estado aquí”. Después del diálogo con Marta, ella va a avisarle a María y le dice unas palabras muy lindas que nos pueden ayudar a meditar y hacerla propia: “El maestro está aquí y te llama”. Nos hace bien sentir que el Maestro está aquí y que me llama a mí, sentir que el Señor también me anda buscando a mí.
Después María sale a su encuentro y le hace el mismo reproche que su hermana “Por qué nos viniste rápidamente”; Jesús que se conmueve hasta el alma y pregunta dónde lo han puesto y fueron a verlo. Ahí viene esta otra expresión fuerte: “Quiten la piedra”. Es interesante porque hay piedras que el Señor nos pide que la quitemos, y que con su ayuda se puede. También hay piedras que si Dios no las quita no las quita nadie, como en la pasión cuando las mujeres van tempranito al sepulcro se dieron cuenta que no iban a poder correr la piedra, pero dice el texto que “cuando estaban cerca vieron que la piedra ya estaba corrida”. En nuestras vidas y en nuestro corazón hay piedras que las corre el Señor o nadie, piedras grandotas del corazón que sólo Él puede quitarlas y otras veces que sí podemos con su ayuda, como en este caso “Quiten la piedra”, Él da la orden y la gracia, y así podemos.
¡Salí afuera!
Marta reacciona “Señor tiene mal olor, ya pasaron cuatro días”. La tradición judía indicaba que hasta los tres días el alma no estaba despedida, por eso estos cuatro días indicaban que ya no había ninguna posibilidad. Jesús le dice “no te he dicho Marta que si crees verás la gloria de Dios”, a modo de reproche porque ella misma le ha pedido que intervenga y ahora que hace algo es como si se achicara y volviera atrás. Entonces quitada la piedra viene la voz fuerte de Jesús: “Lázaro sal afuera”. Podemos perfectamente cambiar el nombre de Lázaro por el nuestro; “¡Salí afuera!”. Quizás necesitamos desde nuestras tumbas sentir que el Señor nos llama a salir afuera y ponernos de pie. Salió y dice la Palabra que tenía las manos y los pies vendados, y la cabeza tapada… A veces nosotros tenemos situaciones en las que estamos con pies y manos atadas, con la mirada ciega, no podemos caminar ni ver. Y Jesús que dice “desátenlo, déjenlo caminar” frase imperativa que también nos puede hacer mucho bien a nosotros. Mientras Lázaro ve los judios se enceguecen con éste gesto de Jesús.
Jan Vanie dice “¿no somos en realidad todos Lázaro? ¿No hay partes muertas en nosotros presas a veces de una cultura d ella muerte?” Todo lo muerto en nosotros, todo lo que está oculto en la tumba de nuestro ser provoca una cierta muerte alrededor, y Jesús nos invita a salir de la tumba que llevamos en nuestro interior.
¿Crees que esto puede revivir?
En Ezequiel 37, 1 ss dice que Dios llevó al profeta a aquel valle de huesos secos, lo hizo caminar por ahí y efectivamente estaba todo seco. Una visión símbolo de la desesperanza del pueblo de Israel en el desierto, después que caminó en todas las direcciones viene la pregunta del Señor que mueve a esperanza “¿crees que ésto puede revivir?” A lo que el profeta contestas “Señor, Tú lo sabes”. Podemos pensar que frente a aquellas cosas que se han muerto en nuestro corazón como la esperanza, la fe, las ganas de seguir luchando… cada uno puede pensar en sus zonas muertas, su zona sin vida tirada en el corazón y dejarnos decir por el Señor al corazón “¿crees que esto puede revivir?”. El Señor tantea nuestra capacidad de esperanza, nuestra capacidad de confiar que Él es capaz de ponernos de pie. “Señor tú lo sabes”. En la escena Dios le dice al profeta que le hable a los huesos, “Huesos escuchen la Palabra”. Parece raro y hasta inútil, pero es signo de que la Palabra puede poner de pie hasta lo imposible.
Dios nos pone de pie en un proceso, pero nosotros queremos soluciones inmediatas, pero tenemos que tener paciencia, Dios nos va dando vida de a poco, paso a paso. En este texto de Ezequiel, más adelante el Señor le va a decir al profeta refiriéndose al pueblo de Israel: “Yo les daré el Espíritu”, “yo los sacaré de vuestras tumbas”, “los llevaré de nuevo a Israel” ,“les daré el Espíritu y vivirán”… Qué lindo este Señor que nos anima a renovar la confianza en las cosas que están muertas en nuestro corazón
Carlos del Valle se preguntaba ¿en qué tumbas nos encontramos?. Podría ser la tumba de la estrechez, en donde estamos sumergidos en nuestro pequeño mundo y Dios a través de su Espíritu viene a agrandar los límites, agrandar los espacios, a derribar muros y fronteras, a ensanchar el corazón, a empujar y salir de nuestros recintos para ir al encuentro de los necesitados… El Espíritu nos enseña a abrir caminos, a tender puentes, a intensificar la comunicación, crear vínculos…
Posiblemente el Señor nos esté invitando a salir de la tumba de la estrechez, o quizás de la tumba de la superficialidad cuando vivimos sin conocernos, nos relacionamos desde la apariencia y se nos escapa lo más lindo de las cosas, las personas, los acontecimientos… El Espíritu nos lleva a la profundidad del corazón. Quizás quiere que salgamos de la tumba del individualismo es decir de vivir en función de uno mismo porque el Espíritu crea relación de amistad y solidaridad; quizás nos quiera sacar de la tumba del pesimismo y la desesperanza porque el Espíritu viene a reavivar la esperanza y alimentar la utopía; o quizás viene a sacarnos de la tumba de los miedos, animarse a correr riesgos, el Espíritu da audacia y nos da fuerza para hacer lo que nunca habríamos hecho. Cada uno sabrá de qué tumbas lo quiere sacar el Señor en este tiempo. Nos animemos a dejarnos decir como a Lázaro: “Sal fuera” y que podamos desatarnos y ver. “Yo abriré sus tumbas y los haré salir, infundiré mi Espíritu en ustedes y vivirán”. Quizás nosotros le decimos que nuestra tumba tiene mal olor, pero Él nos vuelve a decir que salgamos afuera y nos pongamos de pie. La resurrección es un proceso que comienza cada mañana y cada día, somos llamados a hacer un viaje de resurrección que va paso a paso.
Resuciten muertos
El texto le habla a cada creyente, según Rainiero Cantalamessa, en cuanto a misionero que se encuentra ante personas que viven en situación de muerte moral o espiritual. Frecuentemente las personas que se encuentran en esta situación no están en disposicion de hacer nada ni si quiera rezar, son como Lázaro en la tumba, por eso es necesario que otros hagan por ellos. En los labios de Jesús ya encontramos este mandamiento dirigido a sus discípulos: “curen enfermos, resuciten muertos” (Mt 10). Jesús se refería a los muertos de corazón, a los muertos espirituales. Dice Cantalamessa “El mandamiento de resucitar a los muertos está dirigido a todos los discípulos de Cristo. Les desvelo cómo se hace para poder resucitar esta misma tarde y en los próximos días a un muerto. ¿Tenés en casa o en el asilo a un padre anciano? Quizás su corazón está muerto por el silencio de sus hijos. Hacele una llamada de teléfono de las hermosas; si podes, prometele que mañana irás a verlo. Probablemente ya has resucitado a un muerto” A lo que podemos agregarle, ¿tu marido está desmoralizado al salir de casa después de la décima pelea? Llamalo por teléfono, hacele renacer la confianza en el corazón. Lo mismo hacé con tu mujer si eres el marido. Posiblemente hayas resucitado también a un muerto en esto día. Y podemos pensar en cuántos gestos que resucitan cada día corazones; una visita, una llamada puede cambiar un día y hasta una vida.
Otro texto que puede ayudar en la reflexión es el de la Hermana Alejandra "La voz del Amor grita ¡Sal fuera!"
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