07/05/2025 – Con el pontificado de Francisco, la Iglesia católica se vio profundamente marcada por los valores evangélicos, una impronta que se nutrió de la rica tradición ignaciana. Los ejercicios espirituales de San Ignacio, junto con su pedagogía y el discernimiento de espíritus y de la realidad, guiaron un accionar pastoral centrado en el mayor bien posible. Esta perspectiva privilegió las periferias geográficas y existenciales, manifestándose en la cercanía, la empatía y la austeridad del pontífice. Su respeto por la conciencia individual y su énfasis en la misericordia son legados que se espera perduren en el futuro de la Iglesia.
Existe un anhelo generalizado por que el próximo obispo de Roma sea un pastor profundamente conectado con la vida cotidiana de las personas. Se desea un líder capaz de trascender los límites institucionales de la Iglesia católica, fomentando activamente el diálogo y la construcción de lazos fraternos, siguiendo el ejemplo de Jesús. Esta expectativa subraya la importancia de una figura pastoral que irradie cercanía y comprensión hacia las diversas realidades humanas.
El futuro papa enfrentará desafíos complejos y apremiantes en el mundo actual. Para abordarlos eficazmente, deberá poseer virtudes como la sabiduría, la fortaleza y la humildad, así como talentos para el liderazgo, la comunicación y la escucha activa. Serán cruciales dones como el discernimiento, la capacidad de inspirar esperanza y un método pastoral que combine la fidelidad al Evangelio con la creatividad para responder a las necesidades del tiempo presente.
Dialogamos con el padre Rafael Velasco, sacerdote jesuita.
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