El legado de Mamerto Esquiú: fe, educación y compromiso por la patria

lunes, 7 de julio de 2025

07/07/2025 – En Catamarca, en 1826, nacía Mamerto de la Ascensión Esquiú, una figura clave para la historia religiosa y política argentina. Esa tierra natal «se ha quedado para siempre en su corazón”, fue un lugar que marcó sus primeros pasos y su profunda fe, cuenta Fray Gastón Domínguez en el primer encuentro de «Las Postas de Esquiú», un espacio que nos lleva a visitar los lugares por los que transitó el beato.

El primer paso de este camino de postas nos sitúa en Catamarca, para conocer por qué allí Esquiú comenzó a ser conocido como el «Orador de la Constitución».

Desde niño, su vida estuvo signada por la fragilidad física y por una promesa: sus padres le impusieron el hábito franciscano al sanar de una enfermedad que amenazaba su vida. A los cinco años ya lo vestía, y nunca más se lo quitaría. Asimismo, la Argentina en la que creció estaba lejos de ser un país organizado. Cada provincia se gobernaba a sí misma, y la lucha entre unitarios y federales dominaba el escenario. Esquiú, aún niño, fue testigo de esa convulsión, que marcó su carácter y vocación pública.

Además, desde pequeño mostró un amor por el estudio y una profunda espiritualidad. Caminaba por las calles de Catamarca, “con la capucha puesta, tropezando con las piedras mientras iba repasando latín”, relata Fray Gastón. Su inteligencia y su fe lo llevaron a convertirse en maestro con solo 17 años, donde ya comenzaba a transformar la educación con métodos pedagógicos más humanos y cercanos a los niños.

Su famoso sermón del 9 de julio de 1853 lo llevó a la fama nacional. En él, llamaba a aceptar la nueva Constitución como un camino hacia la unidad nacional. “Obedezcan, señores, sin sumisión no hay ley. Sin ley no hay patria, no hay verdadera libertad”, proclamó con fuerza. Lejos de tomar partido por unitarios o federales, su visión superaba las divisiones: buscaba el bien común y la paz.

Sin embargo, la fama no le resultó cómoda. “Los verdaderos patriotas debemos ser como los ladrillos del edificio que no se ven”, escribió a su hermano, expresando su deseo de trabajar en silencio, lejos de los honores. A pesar de sus logros, vivió siempre con humildad y sencillez.

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