24/07/2025 – El Pequeño Cottolengo Argentino, una obra con profundas raíces históricas, fue fundado por el propio San Luis Orione. Durante su segunda visita a Argentina, el 28 de abril de 1935, colocó la piedra fundamental de esta institución en Claypole, al sur del Gran Buenos Aires. Años más tarde, en 1957, la misión se expandió, llegando a la ciudad de Córdoba para continuar su invaluable labor, donde hoy funciona en el barrio Santa Isabel, sobre el antiguo camino a Alta Gracia. Esta «gran casa con muchas habitaciones» es un albergue y residencia para 117 personas con múltiples discapacidades, y un centro de día que recibe a unos 30 concurrentes, ofreciendo atención integral de lunes a viernes.
El Cottolengo Don Orione se dedica a la atención integral de personas con discapacidad desde un enfoque terapéutico y educativo, que requiere de un trabajo interdisciplinario y, sobre todo, de muchísimo amor. Religiosos, profesionales, asistentes y voluntarios unen esfuerzos, poniendo en común sus tareas para brindar el mejor servicio posible a cada residente y a sus familias. José Sarmiento, quien lleva más de 37 años en la institución, destaca la evolución en la percepción social de la discapacidad, señalando que «hemos avanzado en ese aspecto, en el contacto humano». Él, encargado de comunicaciones y desarrollo de recursos, junto a un equipo de profesionales que incluye médicos, kinesiólogos, nutricionistas y educadores, trabajan incansablemente para que cada residente tenga una vida plena y digna.
La vida en el Cottolengo de Córdoba es un testimonio vivo del carisma de Don Orione, quien en la posguerra europea se hizo cargo de personas que la sociedad consideraba «despojos», buscando no esconderlas sino darles casa, comida, contención y afecto. José Sarmiento relata cómo la sinceridad y simplicidad de los residentes transforman la mirada de quienes los visitan. Cada día, desde el aseo matutino hasta las terapias y talleres –como fisioterapia, pintura o huerta–, está pensado para valorar a cada individuo por lo que puede hacer, no por lo que le falta. Los «chicos», como los llama José, son un «mundo de amor», capaces de mirar el alma y expresar un afecto «tan entero, tan natural» que conmueve a quienes tienen la oportunidad de conocerlos.
Sostener una estructura tan grande como el Cottolengo Don Orione, que prepara 500 raciones de comida al día y atiende necesidades complejas como medicaciones específicas y provisión de pañales, es una tarea diaria y desafiante. José Sarmiento enfatiza que «la providencia de Dios» es su principal sustento, junto al «trabajar duro todos los días» en la búsqueda de recursos. Ante la crisis de desfinanciamiento que afecta a las instituciones de discapacidad en el país, el Cottolengo se mantiene firme, apelando a la solidaridad de la comunidad. Se puede colaborar a través de donaciones económicas, voluntariado o acercando insumos específicos, y recordando que el aporte que se pueda dar, porque «ayuda a sumar» en esta misión de amor y servicio.
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