24/07/2025 – «No se puede separar lo que le pasa al ser humano en cuanto a su calidad de vida con lo que ocurre también en la naturaleza». Esta frase de Fray Eduardo Agosta resume la esencia de la ecología integral , un concepto que nos interpela profundamente. ¿Sentís que la crisis ambiental y la crisis social son dos problemas separados? ¿O crees, como nos invita el Papa Francisco, que forman parte de una única y compleja realidad que nos desafía a todos? En el ciclo «Laudato Si’. La Creación como don y tarea», Fray Eduardo Agosta , sacerdote carmelita y experto en variabilidad y cambio climático, nos invita a reflexionar sobre esta perspectiva clave para entender los desafíos de nuestro tiempo.
Fray Eduardo, quien recientemente estuvo en Hong Kong brindando formación sobre ecología integral a la arquidiócesis, nos presenta en el capítulo cuatro de la encíclica Laudato Si’ . Allí, el Papa Francisco nos interpela directamente: no hay una crisis ambiental por un lado y una crisis social por otro. Se trata de una única y compleja crisis socioambiental . ¿Por qué? Porque el mismo modelo de desarrollo que genera el deterioro de nuestros ecosistemas es el que, a la vez, excluye a muchísimas personas. El Padre nos lo explica de forma sencilla: no es casual que los más pobres suelan vivir en zonas contaminadas, con ríos sucios o aire de mala calidad. La forma en que tratamos a la naturaleza se refleja en cómo nos tratamos mutuamente, como ya señalaba el Papa Benedicto XVI.
Esta mirada integral nos lleva a entender que si queremos garantizar una vivienda digna, acceso a la alimentación, educación o trabajo para todos, también debemos asegurar un ambiente sano. La preocupación por la pobreza, tan arraigada en la Iglesia, debe hoy incluir la calidad del ecosistema donde viven nuestros hermanos. No se trata de dos preocupaciones separadas, sino de una única realidad que nos exige una pastoral social que incorpore lo ambiental .
Fray Eduardo profundiza en nuestra teología de la creación, recordándonos que el ser humano es integral, cuerpo y alma, y no estamos separados de las demás criaturas. Como bien percibió San Francisco de Asís, formamos una gran familia creatural. Los efectos de la resurrección de Cristo alcanzan a toda la creación, no solo a nosotros. Por eso, así como nos cuidamos a nosotros mismos, debemos cuidar también a las demás criaturas. La idea de que la Tierra era inagotable y que el progreso significaba «pavimentar y poner cemento» es una visión del pasado. Hoy, la ciencia nos muestra que nuestra intervención tiene una proporción casi geológica, alterando la atmósfera, los suelos y el agua. Debemos hacer un uso sabio, inteligente y responsable de los bienes de la Tierra.
El mayor riesgo de mantener la dualidad entre crisis ambiental y social es el reduccionismo . Creer que enfocándonos en una sola dimensión resolveremos el problema es un error. No podemos construir casas dignas sin pensar en materiales resilientes o el cambio climático. Tampoco podemos caer en fanatismos ideológicos que solo se preocupan por el ambiente y descuiden a las poblaciones que viven en él, o que reduzcan la naturaleza a una mera «cosa» de la que podemos disponer a nuestro gusto. Estos extremos solo generan más daño.
Finalmente, Fray Eduardo nos alerta sobre el modelo tecnocrático y consumista, que a veces usa la excusa del «trabajo» para justificar actividades extractivas a gran escala, como la minería, sin considerar el impacto real en la salud y el ambiente de las poblaciones locales. La participación democrática en estas decisiones es fundamental. La ecología integral nos invita a un cambio de mentalidad, a una mirada que evite los reduccionismos y las ideologías extremas, buscando siempre el bien común de toda la creación.