12/09/2025 – En un mundo donde la medicina avanza a pasos agigantados, una de las prácticas más efectivas para prevenir enfermedades sigue siendo una de las más simples: el correcto lavado de manos. Así lo afirma Alina Rondini, bióloga y especialista en seguridad alimentaria, quien subraya que «el lavado de manos salva vidas». Lejos de ser una exageración, esta frase se apoya en datos contundentes. Según Rondini, casi el 70% de las enfermedades transmitidas por alimentos (ETA), que afectan a 70 millones de personas y causan más de 9,000 muertes anuales solo en América, «son causadas por manos sucias de los operarios» y de quienes manipulan la comida sin la higiene adecuada.
Para ilustrar la importancia histórica de este hábito, Rondini nos transporta a Viena en 1846, con la historia del médico Ignaz Semmelweis, conocido como «el salvador de las madres». Él observó que en el hospital donde los estudiantes de medicina atendían partos después de realizar autopsias, la tasa de mortalidad materna era alarmantemente alta. Al implementar un sistema de lavado de manos con una solución de cal clorada entre procedimientos, logró reducir drásticamente las muertes. Aunque en su momento fue visto «medio como un loco», su trabajo fue un precursor fundamental que luego Louis Pasteur y Joseph Lister confirmarían con el descubrimiento de los gérmenes y los métodos de asepsia.
La relevancia de esta práctica no es cosa del pasado. En un revelador estudio que la propia Rondini protagonizó, se observó el comportamiento de 400 personas en baños públicos. El resultado fue asombroso: «casi la mitad de las personas no se lava las manos» o lo hace de manera incorrecta, limitándose a un rápido enjuague. Esta falta de conciencia se convierte en un riesgo directo, ya que momentos como ir al baño son críticos. La mayoría de las enfermedades, explica la bióloga, son de «transmisión fecal-oral», lo que significa que no lavarse las manos después de ir al baño es una vía directa para contaminar alimentos y superficies.
Identificar los momentos clave para el lavado de manos es fundamental para incorporar este hábito de manera efectiva. Rondini señala que, además de ser indispensable «después de ir al baño», existen otras situaciones críticas que requieren una higiene rigurosa. Entre ellas se encuentran la manipulación de alimentos crudos, el cambio de pañales a un bebé, el contacto con la basura o la curación de una herida. En cada una de estas acciones, las manos se convierten en un vehículo potencial de microorganismos que pueden comprometer seriamente la salud.
Pero, ¿cómo es un lavado de manos correcto? No basta con un simple chorro de agua. El proceso, según la especialista, debe durar al menos 20 segundos, «lo que dura cantar el feliz cumpleaños dos veces». Es imprescindible el uso de agua y jabón para remover la suciedad y la grasa donde se alojan los gérmenes. La técnica correcta incluye frotar las palmas, el dorso de las manos, entre los dedos, las muñecas e incluso debajo de las uñas, idealmente con un cepillo. Además, es importante secarse con una toalla descartable y, si es posible, usarla para cerrar el grifo y evitar una nueva contaminación.
Finalmente, es crucial aclarar un concepto erróneo muy extendido desde la pandemia: el alcohol en gel no reemplaza el lavado de manos. Rondini es enfática al respecto: «bajo ningún punto de vista reemplaza el lavado de manos». Si bien es una herramienta útil cuando no se dispone de agua y jabón, su función es desinfectar, pero no limpiar. Por ello, la mejor defensa contra una multitud de enfermedades, desde las gastrointestinales hasta las respiratorias, sigue siendo el hábito simple y poderoso que nos enseñaron desde niños: un buen y consciente lavado de manos.
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