La sabiduría de acoger a Dios en medio de la tristeza

miércoles, 17 de septiembre de 2025

17/09/2025 – El Evangelio de este miércoles nos confronta con la dificultad de reconocer a Dios en nuestra historia. Jesús invita a discernir la tristeza, abrirnos a la esperanza y decidirnos a caminar en confianza.

“¿Con quién compararé a esta generación? Se parece a esos niños que, sentados en la plaza, gritan a los demás: ‘Les tocamos la flauta y ustedes no bailaron; entonamos cantos fúnebres y no lloraron’. Porque vino Juan, que no come ni bebe, y ustedes dicen: ‘¡Está endemoniado!’. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!’. Pero la Sabiduría ha quedado justificada por sus obras”. Mateo 11,16-19

El desafío de reconocer a Dios en nuestra historia

Jesús denuncia la incapacidad de su generación de acoger la novedad de Dios. Ni el estilo austero de Juan Bautista ni la cercanía de Jesús a los pecadores fueron aceptados. Hoy también vivimos esa tentación: refugiarnos en la queja y no abrir los ojos al paso de Dios en medio de nuestra vida.

Dolor, tristeza y esperanza

La tradición cristiana distingue entre dolor y tristeza. El dolor, aun en medio de la enfermedad o la pobreza, puede convivir con la esperanza, como lo muestran las bienaventuranzas (cf. Mt 5,4.9-10). La tristeza, en cambio, paraliza y oscurece el alma. San Gregorio Magno la describió como un veneno espiritual que seca la virtud, y el Papa Francisco advierte en Evangelii Gaudium que la tristeza individualista es una de las grandes amenazas de nuestro tiempo.

La desolación según San Ignacio

San Ignacio de Loyola nos enseña que la tristeza puede ser una forma de desolación espiritual. No es definitiva ni tiene la última palabra: Dios permite atravesarla para que crezcamos en la fe. El discernimiento es clave: reconocer lo que sentimos, expresarlo y no dejar que se instale en el corazón.

La indecisión: fruto de la tristeza

La tristeza suele llevar a la indecisión: pensamientos como “nunca pude” o “nada cambia” bloquean el alma. Como enseñaba José Luis Martín Descalzo, la vida cristiana no se resuelve en teorías, sino en pequeños pasos de confianza. Decidirse a actuar, incluso en lo pequeño, es el camino para salir de la parálisis interior.

Caminos para salir de la tristeza

Las salidas no son superficiales: compartir lo que sentimos, rezar, cantar, realizar tareas sencillas, abrirnos a la comunidad. Guardar la tristeza nos hunde; compartirla nos devuelve el aire. La comunidad de fe es lugar de consuelo para los corazones rotos.

Conclusión

El Evangelio nos llama a no quedarnos como niños caprichosos, incapaces de responder a los signos de Dios. La sabiduría se manifiesta en quienes saben acoger la novedad del Espíritu y transformar la tristeza en esperanza. Confiar y decidirnos a caminar, aun en medio de la noche, es la verdadera respuesta al paso de Dios en nuestra vida.