18/09/2025 – Durante septiembre, mes dedicado a la Biblia, nos encontramos en torno a nuestro libro sagrado para profundizar en su contenido y también en su historia. En un nuevo encuentro, el profesor en Ciencias Sagradas y magíster en Teología, Alexis Molina, compartió claves para comprender mejor el Evangelio de Juan, el último de los cuatro en ser escrito y uno de los más profundos en su simbolismo.
Desde el inicio, Alexis destacó que la redacción de los evangelios no fue inmediata. “Hay un ‘delay’ ahí, y de hecho ese ‘delay’ viene con gracia, porque se trata de un profundo proceso de reflexión teológica que lleva luego a concluir en este texto del evangelio de Juan”. Ese proceso permitió a las primeras comunidades madurar en la fe y dar forma a un escrito destinado no a los paganos o judíos, sino a quienes ya habían recibido la Buena Noticia.
El evangelio atribuido a Juan se ubica a finales del siglo I, probablemente en Éfeso, en un contexto de debates teológicos intensos. Sobre su autoría, el profesor explicó que “los estudiosos modernos piensan que detrás hay una comunidad juánica, una escuela teológica propia de Juan, que conservó esa memoria del apóstol y completó su obra”. Esta mirada permite comprenderlo como fruto de un camino comunitario, donde se tejieron memorias, experiencias y testimonios.
Alexis resaltó además la importancia de la figura femenina en este Evangelio. María Magdalena aparece como la primera testigo de la resurrección y enviada a anunciarla a los apóstoles. “El evangelio claramente en varios pasajes nos regala la imagen de la mujer colaborando con Jesús, receptando o incluso siendo enviada para anunciar”, señaló.
El profesor también señaló la diferencia entre Juan y los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). “Los sinópticos se parecen mucho entre sí, porque hay un trabajo de composición compartido entre ellos, pero Juan es diferente en estilo, en su contenido, en la forma en que presenta los signos y los discursos de Jesús”. Este contraste hace que el cuarto evangelio invite a una lectura más profunda y contemplativa, distinta de la narración más histórica de los otros tres. Su objetivo es claro: mostrar a Jesús como el Hijo eterno del Padre y fuente de vida para la comunidad creyente.
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