Paso 2: El corazón humano, reconocer nuestras heridas para aprender a amar como Jesús

martes, 21 de octubre de 2025

21/10/2025 – Analía Gutiérrez, integrante del equipo nacional del Movimiento Eucarístico Juvenil y formadora de El Camino del Corazón, nos acompaña en este segundo paso del ciclo, junto a la Red Mundial de Oración del Papa. Un espacio inspirado en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, que nos invita a recorrer paso a paso un trayecto interior: el de hacer nuestro corazón semejante al de Jesús.

Un corazón que ama, pero también sufre

El corazón humano, además de saber amar, tiene heridas y sufre, está inquieto y necesitado.”
Con esa frase, Analía Gutiérrez resume el sentido de este segundo paso en El Camino del Corazón: aprender a mirar hacia adentro, reconocer nuestras heridas y responder desde el amor, no desde el dolor.

Después de haber recorrido el primer paso —descubrirnos amados por un Dios que nos primerea—, llega el momento de mirar lo que late dentro. El desafío ahora es responder a ese amor gratuito e infinito desde un corazón humano, limitado, que a veces reacciona desde sus heridas.
Cuando algo o alguien nos hiere, dice Analía, “no es el otro el que duele, sino mi corazón que tiene una llaguita”. Y esa herida, si no la miramos, puede hablar por nosotros.

Dos caminos en el corazón: el miedo o el amor

En este paso, somos invitados a detenernos, a hacer una pausa:

  • ¿Qué me pasa cuando algo me duele?
  • ¿Qué mueve mi corazón ante una dificultad?
  • ¿Respondo desde el miedo o desde el amor?

Analía recuerda que “en el corazón hay dos caminos: el que abre a la vida y el que la cierra”. El primero es el camino del amor, el segundo, el del miedo.
Reconocer cuál estamos eligiendo en cada momento es ya un acto de discernimiento y madurez espiritual. Como decía San Ignacio, el autoconocimiento es la puerta para crecer en libertad interior.

Atender al corazón: detenerse para elegir la vida

El ejercicio es simple y profundo a la vez: detenernos unos segundos antes de reaccionar. Preguntarnos: “¿Qué le está pasando a mi corazón?” Esa pausa, ese “stop” interior, nos ayuda a responder con amor incluso en medio del dolor. A veces, como decía San Pablo, “quiero hacer el bien, pero no me sale tan bien”. Y ahí, detenerse es esencial: permite recalcular el rumbo del alma, como diría Analía, y volver a orientarnos hacia el amor.

Este proceso no es para encerrarnos en nosotros mismos, sino para salir al encuentro de los demás con un corazón más libre y sanado. “Un corazón más sano puede amar más cuando se lo entregamos al Señor”, decía uno de los oyentes del programa.

Caminar con Jesús, paso a paso

El Camino del Corazón no se trata de perfección, sino de proceso. Cada paso integra al anterior: el primero nos revela que somos amados, el segundo nos enseña a mirar nuestras heridas a la luz de ese amor.

Jesús no nos juzga por ellas, sino que nos invita a aprender y seguir caminando. “Él te mira entero —dice Analía— y te dice: ‘aprendamos de esto, sigamos adelante, estás perdonado’.” Por eso, este paso es un llamado a conocernos y acompañar nuestro corazón con ternura, buscando ayuda si es necesario —ya sea en la oración, el diálogo o el acompañamiento espiritual—, porque “nadie se salva solo”.

Una invitación al discernimiento cotidiano

El Camino del Corazón nos invita a practicar un pequeño hábito diario: mirar hacia dentro.
No se trata solo de un tiempo de oración, sino de un modo de vivir más consciente, más atento al pulso interior.
Detenernos unos segundos en medio del ajetreo del día y preguntarnos: “¿Qué le está pasando a mi corazón ahora?” Esa simple pregunta puede ser el inicio de una transformación profunda.