La justicia entra en la era de la inteligencia artificial: oportunidades y alertas

lunes, 3 de noviembre de 2025

3/11/2025 – En una nueva entrega del ciclo “Un mundo artificial, ¿una sociedad más humana?”, Ezequiel Romano, especialista en tecnología y divulgador de inteligencia artificial, nos invita a mirar con atención uno de los terrenos más sensibles donde la IA ya está dejando huella: el mundo de la justicia.

La pregunta inicial resuena con fuerza:

“¿Podemos tener una justicia más rápida sin perder la justicia misma?”

Durante la entrevista en Radio María Argentina, el especialista nos muestra que esto ya no es un asunto del futuro, sino una realidad que empieza a desplegarse en tribunales de nuestro país y de Latinoamérica.

Una justicia más ágil… ¿y también más justa?

Ezequiel explica que la IA ya se está usando para acelerar los procesos judiciales, reducir demoras y evitar el colapso de expedientes. Uno de los ejemplos más concretos es Prometea, un sistema desarrollado por el Ministerio Público Fiscal de la Ciudad de Buenos Aires junto con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Gracias a este programa, tareas que antes requerían 83 días ahora se resuelven en solo cinco, y procesos administrativos que tomaban 167 días se completan en menos de 40. Casos similares se aplican en Colombia y Brasil, donde la inteligencia artificial detecta en cuestión de minutos tutelas urgentes de salud o prioriza expedientes según su gravedad.

“Estos avances muestran que la IA puede ser una aliada de la justicia humana, no una sustituta”, explica Romano. “Nos permite liberar tiempo, agilizar trámites y enfocarnos en lo verdaderamente importante: las personas.”

Banderas rojas en el horizonte

Pero no todo es promesa. La conversación también se detiene en las alertas éticas y sociales que acompañan esta transformación.
Entre ellas, Romano menciona cuatro riesgos clave:

  • Los sesgos que pueden aparecer en los datos de entrenamiento y generar decisiones injustas.
  • Las “cajas negras”, sistemas cuyos procesos internos son tan opacos que ni los expertos pueden explicar por qué dictan ciertos resultados.
  • Los errores inventados, como las jurisprudencias falsas o citas mal atribuidas.
  • Y el cuidado de la privacidad y confidencialidad de los datos judiciales, que suelen involucrar información muy sensible.

“La inteligencia artificial puede acelerar los procesos, pero también puede acelerar los errores”, advierte.
Por eso, insiste en que toda implementación tecnológica debe estar acompañada por controles humanos, comités éticos y transparencia en los algoritmos.

La inteligencia que asiste, no que decide

Lejos de plantear un rechazo a la innovación, Romano invita a pensar en una convivencia responsable entre tecnología y humanidad.
“La IA puede asistir, pero quien decide debe seguir siendo humano”, afirma con convicción.

El desafío, dice, no es elegir entre máquina o persona, sino lograr que ambas colaboren: que la tecnología multiplique la eficiencia sin restar compasión, y que los jueces y abogados recuperen algo que hoy escasea: tiempo para escuchar, discernir y acompañar.

Un horizonte más humano

El cierre del diálogo deja una reflexión que trasciende lo judicial y toca lo espiritual:
“La justicia no puede delegarse a una máquina, pero puede valerse de ella para llegar antes al necesitado.” Porque, al final, la inteligencia artificial nos enfrenta con una pregunta esencial:
¿usamos la tecnología para servir al ser humano… o al revés?

Ezequiel Romano propone mirar esta revolución con esperanza. No como un reemplazo del trabajo humano, sino como una oportunidad de recuperar el rostro humano de la justicia, esa que no se mide en velocidad sino en verdad, empatía y bien común.

Quizás la tecnología más avanzada no sea la que dicta una sentencia perfecta, sino la que devuelve a los hombres y mujeres que hacen justicia el tiempo de ser más humanos.