4/11/2025 – “Jesús nos sana, pero no para dejarnos quietos: nos pone en movimiento.”— Maritza Pérez Guzmán, Red Mundial de Oración del Papa (Chile)
En este nuevo encuentro del ciclo Camino al Corazón, conversamos con Maritza Pérez Guzmán, directora nacional de la Red Mundial de Oración del Papa y del Movimiento Eucarístico Juvenil (MEJ) en Chile, quien nos guía en el cuarto paso de este itinerario espiritual inspirado en los Ejercicios de San Ignacio de Loyola: “El Padre envía a su Hijo para salvar.”
Este paso marca el inicio de la segunda triada, la del Hijo, y nos invita a detenernos en un misterio central de la fe: Dios se hace cercano en Jesús. Un Jesús que viene a nuestro encuentro con ternura, compasión y humanidad, dispuesto a sanar no solo el cuerpo, sino sobre todo el corazón herido.
Maritza lo resume con sencillez: este paso es una invitación a dejarnos tocar por Jesús. Él se acerca “tal como somos”, con nuestras dudas, miedos e incertidumbres, y nos mira con amor.A través de su mirada, Jesús devuelve la dignidad a quienes el mundo había marginado: como a la mujer hemorroísa que, con solo tocar su manto, fue sanada; o al ciego Bartimeo, que no se resignó a su oscuridad y clamó con fe: “Jesús, hijo de David, ten compasión de mí.”
Ambos gestos —el toque y el grito— son caminos hacia el encuentro. Jesús no solo sana, repara. Y en esa reparación, nos vuelve a poner de pie.
“Cuando Jesús sana, nos envía”, dice Maritza. Esa frase sintetiza el corazón del cuarto paso: la salvación no termina en nosotros, sino que nos impulsa a salir de la comodidad del alivio para convertirnos en testigos vivos del amor de Dios.
Este paso nos invita a hacer memoria agradecida: recordar los momentos en que nos sentimos sanados o salvados por Jesús, y también pedirle hoy que sane aquello que todavía necesita luz y consuelo.
Maritza propone un gesto concreto: dedicar un momento de oración para escribir nuestra propia historia de salvación.¿Qué heridas sanó Jesús en mi vida?¿Qué frutos nacieron desde esa sanación?¿De qué necesito que me sane hoy?
Esa memoria agradecida nos permite descubrir que la salvación es un proceso y que, cuando dejamos que Jesús nos toque, algo nuevo comienza.
El paso cuatro también nos enseña a mirar la vida de los demás con ternura, acompañando sus procesos sin querer apurarlos. Como dice Maritza, “Jesús nunca apuró a nadie”.Cada uno tiene su ritmo y su historia, y parte de la sanación es aprender a caminar juntos.