Acompañar sin invadir: el arte de poner límites que liberan.

jueves, 13 de noviembre de 2025

13/11/2025 – En la vida familiar, acompañar es un arte delicado. No siempre se trata de hacer más, sino de saber cuándo es momento de dar un paso atrás para que el otro pueda avanzar. Esta es la idea central que desarrolló la psicóloga y logoterapeuta Patricia Farías, en esta ocasión del ciclo «Buscadores de sentido» que compartimos cada semana. Ella nos habló en una conversación profunda y clara, sobre la crianza, los vínculos y la tarea cotidiana de educar para la libertad.

Patricia parte de un diagnóstico sencillo pero real: muchas veces, los padres se sienten atrapados entre dos temores. Por un lado, el miedo a parecer demasiado estrictos; por otro, el miedo a que sus hijos se enojen o se sientan menos queridos si reciben un “no”. Esa tensión —presente en miles de hogares— hace que se relajen límites necesarios, que los hijos ocupen espacios que no les corresponden o que se les evite frustraciones fundamentales para crecer.

Uno de los ejemplos concretos que explica es el de los niños que continúan durmiendo en la cama de los padres. Aunque parezca un gesto tierno, Patricia advierte que muchas veces revela una dificultad de los adultos para sostener decisiones. El dormitorio de los padres no es solo un espacio físico: es un símbolo del vínculo que sostiene a toda la familia. Cuando un hijo ocupa ese lugar, se desordena la estructura afectiva.

Además, la especialista recuerda algo crucial: muchos niños que no logran dormir solos en su casa, sí logran hacerlo sin problemas en la casa de un amigo o en un campamento. “Eso muestra que pueden —dice Patricia—, pero no quieren. Y ahí es donde los padres deben ayudar a ordenar.”

Para ella, los límites no son castigos ni autoritarismos. Al contrario: los límites dan seguridad. Enseñan que hay un orden, que no todo se negocia y que el afecto no depende de caprichos o berrinches. Cuando los padres sostienen un límite con claridad y serenidad, los hijos sienten un sostén emocional firme, un marco en el que pueden crecer con más confianza.

Otro punto importante es la transmisión de autonomía. Cuando los adultos hacen por los niños lo que ellos pueden hacer solos, los privan de descubrir su capacidad. La frase “pobrecito, le va a costar” —tan común en la crianza— termina transformándose en un obstáculo para la autoestima. Por eso Patricia insiste en transmitir confianza: decirles “vos podés”, ayudarlos a intentar, animarlos a dar pasos que les permiten sentirse capaces.

También aborda la importancia de la empatía. Ante un niño que no quiere ir a casa de un amigo, Patricia propone preguntar: “¿Cómo creés que se siente él si vos no vas?” Esa simple pregunta abre el corazón a la consideración del otro y fortalece los vínculos. Los chicos no solo necesitan límites: necesitan aprender a mirar más allá de sí mismos.

Finalmente, Patricia ofrece una síntesis luminosa: acompañar no es cargar ni reemplazar; es estar, sostener, animar… sin impedir la libertad del otro. Y esa es una tarea para toda la vida. En palabras de la especialista, “el amor auténtico no retiene: impulsa”.

En cada gesto cotidiano —ayudar, poner un límite, decir que no, animar a un desafío— los padres modelan un modo de amar que enseña a los hijos a confiar en sí mismos, a ser empáticos y a ocupar su propio lugar en el mundo. Ese es el verdadero camino de quienes buscan sentido en la vida familiar.