18/11/2025 – En el sexto paso del Camino al Corazón, ciclo que llevamos adelante en el «Solo por hoy», el tema es: “Habitados por Cristo”. Bernardo Romero quien es parte del equipo de la RMOP (Red Mundial de Oración del Papa) en Uruguay y del grupo Camino del Corazón en la parroquia de San Ignacio de Montevideo, Uruguay, nos propone un viaje hacia la interioridad donde el Señor quiere permanecer en nosotros: no se trata de lograr virtudes por esfuerzo, sino de dejar que Cristo habite el corazón. Desde su experiencia en Uruguay y con la referencia de San Agustín, Bernardo nos invita a entrar en la intimidad con Dios, reconociendo que nacer del Espíritu implica escuchar, leer el Evangelio y permitir que el Espíritu despeje lo que nos impide acogerlo.
Bernardo explica que este paso completa la segunda triada del itinerario: después de la encarnación (el Padre envía al Hijo) y de ser llamados a la amistad con Jesús, ahora se nos llama a permanecer en su presencia. Cita a San Agustín: la conversión es “volver a mí mismo” y encontrarnos con Dios en lo más íntimo. Esa experiencia —dice— “me quitaste la sordera, exhalaste tu perfume y me dejé seducir.”
No es una tarea de mérito: es un don. Jesús desea habitar en nosotros; lo promete y lo realiza. Bernardo recuerda a Nicodemo como ejemplo de quien tenía virtudes externas pero necesitaba nacer del Espíritu, y subraya que el llamado es entrar en la interioridad donde Dios ya está esperando.
En lo práctico, Bernardo recomienda tres aliados para este paso:
Cuenta su propia experiencia juvenil: al principio miraba del corazón de Jesús como imagen, pero tras ejercicios espirituales y retiro, pasó del conocimiento a la relación. Ese tránsito, insiste, es el núcleo del paso seis: ser habitados por Cristo, dejarnos transformar desde dentro.
Bernardo describe frutos concretos: sentir que “Cristo vive en mí” (eco de Pablo), pasar del cumplimiento al amor, y ver la oración como diálogo con palabras verdaderas (no repeticiones mecánicas). Cuando Cristo habita, la misión nace del “ser” previo: la acción misionera brota de quien está sostenido por la presencia de Jesús.
También rescata la dimensión comunitaria: la práctica en matrimonio, los encuentros de oración conyugal y la vida en parroquia ayudan a sostener la intimidad. La experiencia personal se vuelve recurso para acompañar a otros en su camino.
El paso “Habitados por Cristo” nos desafía a revisar la lógica cristiana que a veces reduce la fe a cumplimiento. La espiritualidad ignaciana que guía este itinerario nos recuerda que la vida cristiana es encuentro. Antes de proponer acciones, la Iglesia —y cada creyente— está llamada a profundizar una presencia: Cristo en nosotros. Desde esa casa interior limpia por la gracia, brota una pastoral creíble, compasiva y efectiva.