27/11/2025 – En un nuevo «Reflexiones para la Semana» nos acompañó la hermana Mónica Cordero, desde la Diócesis de Río Gallegos, en la Patagonia Argentina. En esta ocasión en los días previos al Adviento, y en el marco de las múltiples actividades que se presentan en cada cierre de año, nos dejó algunas claves para preparar nuestro interior en clave de «Encuentro».
En la dinámica acelerada de la vida moderna, donde todo parece llevarnos a correr sin destino claro, surge la necesidad imperiosa de replantear nuestro ritmo y la forma en que habitamos nuestros días. El calendario habitual nos empuja de un año a otro en un instante, pero hay una sabiduría en tomarse las cosas de otro modo, invitándonos a vivir la existencia con mayor profundidad y consciencia.
Estamos en un tiempo que precede a la Navidad, un período que, como expresa la hermana Mónica, a menudo nos pone «en una época donde todo es más bullicioso, todo se acelera. Nadie sabe por qué del todo pero nos tenemos que acelerar y nuesto ritmo cambia«. Esta aceleración nos lleva a un apuro constante que nos impide ver hacia dónde vamos o qué nos depara el camino.
La propuesta, en cambio, es desmarcarse de esa vorágine y adoptar una filosofía sencilla pero profunda: el «paso a paso». Este ritmo pausado no implica lentitud, sino una mejora en el tempo para asegurar el destino, evitando el atropello y el daño, tanto propio como ajeno.
En lugar de prepararnos para una simple fecha, la invitación es a prepararse para un encuentro. No es solo celebrar el cumpleaños de alguien, sino renovar la relación con lo esencial. En la espiritualidad cristiana, «nosotros no nos preparamos para una fecha, nos preparamos para un encuentro». En este sentido, la trascendencia y la eternidad se resumen en el reencuentro con un «alguien» que conocemos.
¿Cómo aplicar este «paso a paso» en lo cotidiano? La clave está en crear pequeñas «ventanas al cielo» a lo largo del día. Se trata de esos momentos que, aunque mínimos, nos permiten mirar las cosas con mayor profundidad. Esos instantes, a menudo llenos de actividades secundarias, pueden ser usados para «mirar y escuchar» verdaderamente.
Y allí la hermana Mónica hace una distinción crucial entre ver y mirar, entre oír y escuchar. Ver y oír son acciones pasivas; en cambio, mirar y escuchar requieren una detención activa, un acto de voluntad. La tecnología, por ejemplo, nos lleva a «ver tanto que no vemos nada», perdiendo el registro de lo que pasa por nuestros ojos.
El camino «paso a paso» es el que, al final del día, «nos asegura que fuimos haciendo camino, que estuvimos vivos, que también fuimos dejando huellas». Adoptar esta actitud de ventanas abiertas a la profundidad y la escucha, nos permite descubrir lo esencial. Como lo expresa la conocida frase que cita, «Solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos.» Para que el corazón pueda ver, necesita detenerse y regalarse ese tiempo.
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