¿Qué tipo de descanso en familia necesitamos hoy?

jueves, 11 de diciembre de 2025

11/12/2025 – ¿Las vacaciones son solo una pausa del trabajo… o una oportunidad para reencontrarnos de verdad? Entre rutinas que se aflojan y tiempos que parecen ir más lento, el descanso familiar puede convertirse en un espacio privilegiado de encuentro, sentido y profundidad. Patricia Farías, licenciada en Psicología y logoterapeuta, compartió esta reflexión en el ciclo Buscadores de sentido de Radio María, un espacio que invita a pensar la vida cotidiana desde una mirada humana, espiritual y profundamente encarnada. En esta oportunidad, la conversación giró en torno a una pregunta tan simple como desafiante: ¿qué tipo de descanso en familia necesitamos hoy?

Lejos de ofrecer recetas cerradas, Patricia propuso abrir un diálogo honesto sobre las vacaciones, el tiempo compartido y las decisiones que tomamos como familia, según las edades, las historias y las posibilidades concretas de cada hogar.

El descanso como encuentro, no como consumo

Uno de los ejes centrales fue cuestionar la idea de que descansar sea simplemente “hacer lo que todos hacen” o consumir experiencias prefabricadas. Patricia subrayó que cada familia es única e irrepetible, y por eso también su modo de descansar debería serlo.

“Las vacaciones pueden ser un espacio existencial maravilloso para producir encuentro y crecer”, señaló.

El descanso aparece así como un tiempo para estar juntos, conversar sin apuros, compartir mates interminables, caminar, jugar o simplemente sentarse a mirar el paisaje. No se trata solo de cambiar de lugar, sino de cambiar de ritmo y de disposición interior.

Vacaciones que dejan huella

A lo largo del diálogo, surgieron recuerdos familiares imborrables: un padre enseñando a pescar, una madre esperando con la mesa preparada, caminatas compartidas, sorpresas inesperadas en un viaje. Experiencias sencillas, pero cargadas de sentido, que quedan grabadas en la memoria emocional.

Patricia remarcó la importancia de dejarnos sorprender, incluso por lugares o propuestas que no estaban en los planes iniciales. A veces, esos espacios inesperados se transforman en verdaderos encuentros espirituales y humanos, capaces de tocar el corazón de todos, incluso de quienes se acercan con cierta distancia a la fe.

No tomarse vacaciones de Dios

Otro aspecto fuerte fue la dimensión espiritual del descanso. Lejos de suspender la vida de fe, las vacaciones pueden ser un momento propicio para reencontrarse con Dios, bajar las defensas interiores y abrirse a la gracia.

“Las vacaciones no deberían ser vacaciones de Dios”, compartió Patricia, recordando experiencias familiares donde la misa, la oración y los encuentros comunitarios formaron parte natural del descanso.

Estar, simplemente estar

Cuando las rutinas desaparecen, queda al descubierto lo esencial. Las vacaciones revelan vínculos, tensiones, silencios y también oportunidades. Frente a esto, Patricia propuso una actitud clara: no escapar, sino asumir el encuentro.

Estar sin hacer. Estar sin producir. Estar con uno mismo, con los otros y con Dios. Un desafío contracultural, pero profundamente sanador.

Una tarea sencilla y profunda

Como cierre, Patricia dejó una consigna: elegir una palabra que sintetice el año vivido. Gratitud, esperanza, encuentro, paciencia… una palabra que permita mirar el camino recorrido con una memoria agradecida y abrirse al sentido de lo vivido.


El descanso verdadero no se mide por kilómetros recorridos ni por gastos realizados, sino por la calidad del encuentro que somos capaces de vivir. En un mundo acelerado, donde incluso el ocio se vuelve exigente, las vacaciones aparecen como un tiempo de gracia: una oportunidad para volver a lo esencial.

Jesús mismo invitaba a sus discípulos: “Vengan aparte a descansar un poco” (Mc 6,31). No era una huida, sino un volver al centro. Descansar es también reordenar el corazón, sanar vínculos, escuchar lo que durante el año quedó tapado por la urgencia.

Como familias, estamos llamados a discernir qué descanso nos humaniza más, cuál nos ayuda a crecer en amor, paciencia y gratitud. Tal vez no volvamos con menos cansancio físico, pero sí con el alma más liviana y el corazón más unido.