Vivir, escuchar y compartir: la misión franciscana en territorio indígena amazónico

viernes, 19 de diciembre de 2025

19/12/2025 – Desde la Amazonía brasileña, en pleno corazón del territorio del pueblo indígena Mundurukú, los hermanos franciscanos Gastón Domínguez —conocido como Fray Dodi— y Sebastián Robledo compartieron su experiencia de misión, marcada por la presencia fraterna, la vida sencilla y el diálogo intercultural. Ambos integran la Orden de Frailes Menores y hoy desarrollan su tarea en la Misión «San Francisco», sobre el río Curuá, una presencia centenaria iniciada entre 1907 y 1911 por frailes alemanes.

La misión, explican, no comenzó con ellos, sino que forma parte de una larga cadena de entrega y servicio. “Somos parte de una gran historia de misioneros. Esto no comenzó con nosotros”, subrayó Fray Sebastián, al recordar los distintos grupos de frailes que sostuvieron la presencia franciscana a lo largo de más de un siglo. En su caso, vive su segundo período en la Amazonía, sumando ya seis años de experiencia misionera.

Fray Dodi, por su parte, transita su segunda estadía en la región y destaca el valor de dejarse interpelar por una realidad profundamente distinta a la urbana. “Es un camino de discernimiento para la vocación misionera, con toda la particularidad que implica vivir en la selva junto a una comunidad indígena”, expresó. La vida cotidiana se organiza de manera comunitaria, sin horarios rígidos, con el río como espacio central y la noche marcada por el silencio y la mística compartida.

El pueblo Mundurukú se concibe a sí mismo como una gran nación indígena que reúne a unas 140 aldeas distribuidas principalmente en el estado de Pará, dentro de un territorio oficialmente homologado en Brasil. Cada aldea es autónoma y se organiza con autoridades propias, como el cacique y el vicecacique, a quienes se suman figuras de referencia espiritual y comunitaria. Los frailes son reconocidos como paín, una palabra que en su cosmovisión significa “padre”, más allá de las distinciones entre sacerdote o religioso. Con una fuerte identidad cultural, los Mundurukú se destacan por su historia de lucha en defensa de la tierra y de sus derechos, un proceso en el que las mujeres tienen un papel central y protagónico.

La clave de la misión, coinciden, no está tanto en el hacer sino en el estar. “El primer modo de evangelizar es la presencia fraterna, el estar”, afirmó Fray Sebastián, señalando que aprender a “perder el tiempo” y echar raíces es uno de los mayores desafíos para quienes llegan desde una cultura acelerada. Desde allí se acompañan procesos de fe, catequesis y también la defensa de los derechos de los pueblos indígenas, en una perspectiva de justicia, paz y cuidado de la creación.

La experiencia transforma también el propio carisma franciscano. “Este lugar es como una escuelita franciscana, el espacio donde puedo caminar mi conversión”, compartió Sebastián, vinculando la misión con la vivencia concreta de la minoridad y la austeridad. Para Fray Dodi, la Amazonía ofrece algo difícil de encontrar en la ciudad: “Esta vida simple me hace estar verdaderamente presente, con todo lo que soy”.

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