Un Niño en el pesebre, esperanza para nuestra pequeñez

jueves, 25 de diciembre de 2025

24/12/2025 – En un programa especial de “María, camino de esperanza”, esperando al Salvador que llega en Nochebuena, Hna. María Sol Castro Vázquez, del Santuario Nuevo Schoenstatt, nos invitó a adentrarnos en el misterio profundo y siempre nuevo de la Navidad.

«La Navidad es, ante todo, una fiesta de alegría. Una alegría que toca el corazón y despierta recuerdos, nostalgias y emociones profundas. Los cantos, las luces, el pesebre y la espera ilusionada de los niños nos ayudan también a los adultos a volver, por un momento, a la sencillez de la infancia. Pero esta alegría no quiere quedarse solo en lo exterior: está llamada a ser una alegría interior, nacida del encuentro con el verdadero centro de la Navidad».

«Ese centro es un Niño en el pesebre. Un Niño que es único en la historia, porque en Él se unen lo humano y lo divino. Jesús es plenamente Dios y plenamente hombre. El Verbo eterno se hace carne, se hace pequeño, frágil, dependiente, y entra en nuestra historia para redimirla desde dentro. Dios deja su gloria para compartir nuestra humanidad y elevarla hasta Él.«

Este Niño nace para ser nuestro Redentor. Redimir significa rescatar, liberar de la esclavitud. En la medida en que nos sintamos necesitados de redención, nos sentiremos pequeños y desvalidos, y eso atraerá sobre nosotros los tesoros de gracia de Dios. Entonces, ¿qué hacer con esta pequeñez?

No asombrarse: No debo asombrarme de lo que llevo en mi interior, debo reconocerlo con sinceridad para poder regalar esa pequeñez al Dios Niño que acaba de nacer. Más aun, debo asombrarme que aún con mis debilidades hay muchas cosas buenas en mí.

No confundirse: No debemos dejar que el demonio nos enrede. Lo mejor que podemos hacer es confesar sencillamente lo que nos pasa, sin miedo, ya que todo lo que regalemos a Dios nos conducirá a la auténtica libertad. Debo aprender a conocerme tal como soy para formar un criterio sólido sobre mi mismo y así tener claridad cuando me encuentro con mis limitaciones.

No desanimarse: “La santidad es tener el valor de comenzar caa día de nuevo” Es una gracia no desanimarse frente a las faltas. Si nos angustiamos, preparamos el terreno para que el demonio nos confunda y nos haga dudar de la misericordia de Dios. Si miramos a Pedro y María Magdalena, ellos no se desanimaron ante su pecado, sino que lo confesaron sencillamente y Jesús les regaló convertirse en grandes santos.

No acostumbrarse: A veces podemos pensar que no tiene sentido seguir luchando por la santidad ya que siempre caemos en lo mismo, siempre confesamos los mismos pecados, y sentimos que no hay nada que podamos hacer. No debemos tirar todo por la borda y acostumbrarnos a nuestros pecados, porque sino nuestra conciencia se dormirá y ya no podremos discernir entre el bien  y el mal porque todo nos resultará natural. Tampoco debemos justificarnos pensando: “Yo soy así, tengo el pecado original, no es culpa mía”. No debemos renunciar al ideal y dejar correr todo, lo que Dios quiere, es que lo intentemos.

La Navidad nos invita a reconocer nuestra pequeñez con confianza. Como nos recuerda el Padre Kentenich, cuanto más conscientes somos de nuestra debilidad, más espacio abrimos para que Dios derrame su gracia. Frente a nuestras limitaciones, se nos propone un camino concreto: no asombrarnos de lo que llevamos dentro, no confundirnos, no desanimarnos y no acostumbrarnos al pecado. La santidad no es no caer, sino tener el valor de comenzar de nuevo cada día.

Para mostrar cómo podemos valorar nuestra pequeñez entregada a Dios, se nos compartió un hermoso testimonio, el de Hermana Margarita.

Ella vivía la Navidad como la gran fiesta del año. De hecho, un poco antes de su partida al cielo, ya sabiendo que estaba enferma, escribió a las Hermanas que habíamos ingresado con ella unas reflexiones que las tituló: «De Navidad a Navidad». Ella se refería a la Navidad que estábamos próximas a vivir (aunque ella no llegó a vivirla con nosotras, partió al cielo una semana antes), a la Navidad que teníamos por delante, cuando en pocos años más, íbamos a vivir en nuestro tiempo de formación que nos iba a tocar para prepararnos al Perpetuo.

Compartimos su historia: