¿Qué me quita la paz?

miércoles, 19 de septiembre de 2007
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Muchas veces no sabemos siquiera donde está ese enemigo que me está quitando la paz.

Si nos preguntamos hoy ¿por qué no soy feliz? ¿por qué no me siento bien conmigo mismo? ¿por qué no siento paz adentro mío? ¿por qué no puedo dormir de noche? ¿por qué tengo insomnio y me despierto y me rondan ideas y se me viene a la cabeza esto que pasó hace 15 años y lo sigo rumiando?

Todavía me quita la paz, me tiene en guerra conmigo mismo, todavía me tiene en guerra mi situación matrimonial, esta situación en el trabajo.

 

Andamos enguerrados. Uno no ve la armadura, no ve que se está protegiendo, pero si lo vemos en las actitudes nuestras, mirarnos en un espejo y ver que estamos en pie de guerra, dispuestos a atacar o a replegarnos ¿cuál será la respuesta? O tendremos esa paz de los cementerios que no pasa nada, o ni siquiera querés confrontar.

Esa es una de las peores, cuando ya no tenés el aliento para pararte y confrontar con el otro.

 

¿Cuáles son estas situaciones que te están quitando la paz?

Puede ser la infidelidad de un cónyuge, ni siquiera lo hubieras imaginado nunca; el asesinato de una persona que amas, la muerte, el divorcio de tus padres, la traición de las personas en quienes confiabas.

Podemos hacer una lista larga. Estos son los extremos.

Podemos perder la paz sólo por no pensar igual que el otro, podemos perder la paz por tener gustos distintos, podemos perder la paz por no asumir mi propia historia, por no querernos así como somos.

 

Estamos en guerra con nosotros mismos. Animate a la tregua, sacar la bandera blanca, sentarte un rato, dialogar, tomarse unos mates, un café, compartir una charla.

 

Hay un libro que puede ayudarnos a dar luz a este tema, se llama “Como conservar la paz en medio de las dificultades” es de Editorial San Pablo y es del Padre Gustavo Jamut. Forma parte de una colección que sería lindo tenerla toda, se llama “Colección paz interior”.

 

Necesitamos buscar un culpable que nos hizo perder la paz y la sorpresa para muchos, es darse cuenta que el culpable somos nosotros mismos, principales enemigos de nosotros somos nosotros mismos.

 

¿Cómo vamos a darnos cuenta de la luz si no hay oscuridad? ¿Cómo vamos a darnos cuenta de la necesidad de la paz si no encontramos adentro nuestro que lo hemos perdido?

 

Esto que nos está preocupando, tal vez estamos en un excelente momento familiar, matrimonial y viene este cimbronazo económico. Te quedás sin trabajo, no te aumentaron el sueldo, aumentó el alquiler, esto se ve cotidianamente y estas cosas nos quitan la paz.

Lo económico es uno de los factores grandes que nos quitan la paz, te quitan el sueño, no te dejan dormir.

 

Todo pasó, pero hay que pasarla. No vamos a menospreciar el dolor y la falta de paz. No vamos a dejar afuera todos estos sentimientos que se nos agolpan cuando estamos ante la guerra, ante un enemigo que asecha a nuestra casa, que está asechando a nuestra alma.

 

Para poder conservar la paz tenemos que hacer un camino e ir viendo quien es el enemigo, ¿tenemos un enemigo? Hay un enemigo que está desestabilizando nuestra vida, si lo identificás, ya está el primer paso, si podés ver quien te está quitando el sueño, quien te está quitando la paz, tenemos el primer paso a favor.

 

El Padre Jamut en su libro cuenta una historia:

“En más de una oportunidad, viajando en avión hacia algún sitio en donde predicar, me tocó despegar del aeropuerto en medio de una tormenta. Sin embargo el avión atravesó las densas nubes y cubrían toda la ciudad y encontramos un sol radiante y un hermoso cielo azul.

Algo parecido puede sucederte a ti, cuando las nubes de los contratiempos suelen ocultar el rostro de Dios, ten la seguridad de que detrás de esas nubes brilla el sol y después de la noche, llegará el día.

Recuerda las palabras del mismo Pablo, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quien lo ama, a los cuales El ha llamado de acuerdo a su propósito.

Estas palabras no han sido dichas por alguien que jamás sufrió, sino por un hombre que como hemos visto, ha conocido toda clase de sufrimiento y aún así conservó la paz interior.”

 

Y en san Pablo quiero quedarme, pero no sólo en san Pablo, porque a san Pablo lo conocemos, es un mensajero que ¿qué hubiera pasado si no estaba? Porque la evangelización a sus pies fue otra cosa, pero el, antes de ese encuentro con Jesús era Saulo, nacido en Tarso, conocedor de los salmos, se preparó durante toda su vida para ser el más grande rigorista porque la ley era su celo pastoral, era el celo que lo quemaba por dentro y él estaba capacitado y formado desde muy chico.

Muy apasionado se fue formando y cuando salen estas personas a la luz, con este hombre crucificado, surge la secta, los cristianos. Para un fariseo, estos cristianos que andaban hablando por ahí, haciendo caso al crucificado ya muerto, seguían con esta historia.

Alguien debía pararlos, alguien tenía que parar toda esta bronco y toda esta gente que estaba tratando de convencer al pueblo y llevarlo por sendas oscuras.

 

Un rigorista como Saulo era la persona indicada. Ya había perseguido a varios cristianos, había tomado parte en la lapidación de un diácono, de Esteban, había guardado los vestidos de los verdugos para tirarle piedras con las manos de todos.

El quería quería la muerte para los cristianos, no los quería.

 

Hay que meterse en el corazón de Saulo, este fariseo rigorista que pensar que alguien estaba transgrediendo la ley era terrible. El era la persona indicada, toma la misión para sí, este espíritu violento que poseía Saulo, se adiestra como un buen cazador para cazar su presa. Se prepara años estudiando, amante de las leyes, se prepara con un ardor indomable para perseguir a estos discípulos de Jesús.

 

Pero Saulo, cree perseguir pero es él perseguido. Saulo no tiene paz, está en pie de guerra. Saulo quiere descargar toda su violencia contra este grupo de personas sin saber que está buscando la paz.

Persigue desde la violencia, desde la violencia se va preparando, se va capacitando, va rumiando la bronca.

 

En la Palabra, Hech 9-1,9 está la conversión de Pablo.

“Saulo, que todavía respiraba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de traer encadenados a Jerusalén a los seguidores del Camino del Señor que encontrara, hombres o mujeres. Y mientras iba caminando, al acercarse a Damasco, una luz que venía del cielo lo envolvió de improvisto con su resplandor. Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” El preguntó: “¿quién eres u, Señor?”. “yo soy Jesús, a quién tú persigues, le respondió la voz. Ahora levántate, y entra en la ciudad: allí te dirán que debes hacer”.

Los que lo acompañaban quedaron sin palabra, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco. Allí estuvo tres días sin ver, y sin comer ni beber.” Es Palabra de Dios.

 

Saulo pide las licencias y sale para perseguir a los cristianos pero se encuentra con alguien en el camino a Damasco y aquí es donde quiero detenerme y que pienses esto: a veces uno va en busca del enemigo armado de uñas y dientes, y lo que no sabemos es que este enemigo nos está desestabilizando y vamos en búsqueda de la paz.

Paz que vamos a encontrar, evidentemente en el otro, cuando nos encontremos con el otro.

 

Fijate lo que le pasó a Saulo, no solamente que va a perseguir a los cristianos, él persigue al mismo Jesús y Jesús lo sabe bien, y cuando uno va persiguiendo a Jesús también sabe que lo que busco es la paz que solamente El es capaz de darnos y entregarnos.

 

Saulo va con uñas y dientes a encontrarse con el mismo Jesús, sin saberlo, pero adentro suyo está la búsqueda de la paz y allá parte, con toda su violencia y se le aparece Jesús en el camino, y esta pregunta… “Saulo, ¿por qué me persigues?” aquí va a venir una transformación muy grande y va a haber un cambio hasta de nombre, ya no va a ser Saulo sino Pablo, lo que pasa siempre que nos encontramos con nuestro Señor.

 

Hay una frase que a mí me gusta mucho “Dios es más grande que todas estas situaciones dolorosas de nuestra vida”, Dios es mucho más que los problemas que tengo y puede ser doloroso lo que tengas que enfrentar.

Hemos hablado de situaciones económicas, pero ni te cuento cuando la falta de paz viene por una enfermedad, cuando la falta de paz viene aparejada con un diagnóstico terrible, allí hay que saber como pararse, hay que estar firmes.

Evidentemente estas situaciones de falta de paz en más de una vez nos agarra desprevenidos.

 

Yo pensaba esta mañana, mientras seguía masticando el tema, pensaba cuantas veces me agarró mal parada, cuantas veces me desestabilizó este enemigo que me sacó la paz, llámese situación económica, enfermedad o aquella pavada que me sacó la paz, mi proyecto que se rompe, a veces la falta de limpieza nos saca la paz, me saca la paz a lo mejor haberme quebrado y n poder hacer las cosas como antes, me saca la paz esta enfermedad aunque sea momentánea.

 

Ahora, si uno mira los santos y mira vidas ejemplares, puede descubrir que aún en el mayor dolor, esa persona no perdió la paz completamente. Sí lo desestabiliza, como ese viento que no es tan fuerte sino que es una ráfaga que te mueve para un lado y para el otro y después cesa.

 

Hay una respuesta en la oración, la oración rescata, hay sitios de falta de paz de donde no podemos salir solos, si la paz que te falta es provocada por un golpeador o una golpeadora física o verbal, esta paz, aunque reces, aunque pongas la mejor voluntad, no la vas a encontrar hasta que te dejes ayudar, no vamos a encontrar la paz si no buscamos los mecanismos adecuados para salir.

De eso se trata la estrategia.

 

Hay otra lectura bíblica que me pareció muy significativa porque en esto nadie puede hablar de lo que no ha vivenciado, y yo en esta lectura, he encontrado la vivencia, en muchas ocasiones en falta de paz.

La lectura es 1 Rey. 19,9-15 o pueden seguir porque la historia es muy buena.

 

Elías en el Oreb, vamos a hacer un poco de contexto, nuestro personaje bíblico, Elías, ha pasado una situación de esplendor de Dios, de presencia de esas contundentes.

Se enfrentó a mostrar que el Dios que el proclamaba era el verdadero Dios. Y Dios hace el milagro prendiendo una fogata impresionante antes una multitud donde Dios se manifiesta, que aún mojando la leña Dios se manifiesta y prende la fogata.

Entonces, Elías está en un momento de esplendor, de fe. Dios no le ha negado este milagro, Dios quiso hacer el milagro en ese momento y él es testigo de ese milagro y junto con él, todo el pueblo.

Esto provoca enojo en sus enemigos, y en este enoje se quiere la cabeza de Elías, entonces, ni lerdo ni perezoso se escapa, se va.

 

“Allí, entró en la gruta y pasó la noche. Entonces le fue dirigida la palabra del Señor. El Señor le dijo: “¿Qué haces aquí, Elías?”. El respondió: “Me consumo de celo por el Señor, el Dios de los ejércitos, porque los israelitas abandonaron tu alianza, derribaron tus altares y mataron a tus profetas con la espada. He quedado yo solo y tratan de quitarme la vida”. El Señor le dijo: “Sal y quédate de pie en la montaña, delante del Señor”. Y en ese momento el Señor pasaba. Sopló un viento huracanado que partía las montañas y resquebrajaba las rocas delante del Señor. Pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, hubo un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, se encendió un fuego. Pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó el rumor de una brisa suave. Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto, salió y se quedó de pie a la entrada de la gruta. Entonces le llegó una voz que decía: “¿Qué haces aquí, Elías?”. El respondió: “Me consumo de celo por el Señor, el Dios de los ejércitos, porque los israelitas abandonaron tu alianza, derribaron tus altares y mataron a tus profetas con la espada. He quedado yo solo y tratan de quitarme la vida”. El Señor le dijo: “Vuelve por el mismo camino, hacia el desierto de Damasco. Cuando llegues, ungirás a Jazael como rey de Arma.”

Es Palabra de Dios.

 

Este texto a mi me llamó mucho la atención ya que Elías huye, el enemigo está claro, lo quieren matar, la reina lo persigue, quiere su cabeza y el lo sabe perfectamente.

 

El enemigo nuestro nos quiere matar, y nos va matando de a poco. Si tenés un vecino que está ahí presente todos los días para desestabilizarte, esto te va quitando la vida y el deseo de enfrentar la vida si tenés que salir y ya verle la cara, entonces necesitaremos de la estrategia.

 

La estrategia de Elías, Dios le había mostrado horas antes el esplendor de prender fuego en una leña que la hizo mojar para que puedan ver el esplendor de su Dios. El podría estar seguro que Dios le iba a salvar la vida, lo libraría de este enemigo. Así como se manifestó a todo el pueblo.

 

Pero algo hace que Elías huya, se va del lugar, y esa es su estrategia. Se retira, sale del lugar y allí en su retiro, se encuentra con Dios y es tan contundente la palabra, porque el Señor se le aparece ahí y le dirige su palabra “¿qué haces aquí Elías?” esta pregunta, si hoy nos resuena, a donde te encuentres en esta guerra, deja que el Señor nos interpele desde la pregunta ¿qué haces aquí? ¿por qué te viniste acá?

 

Entonces esta pregunta va a desenmarañar con quien estamos en guerra, ¿qué le dice Elías? Que lo persiguen, que lo quieren matar. Y nosotros bien podríamos contestarle a nuestro Señor, “mirá, estoy en este lugar, estoy deprimido” o “estoy en este lugar alejado de mi hermano porque siento que esto me está quitando la vida”. Es el primer paso. Identificar al enemigo.

Y Elías se lo dice claramente quien es su enemigo, que es lo que quiere y porque lo persigue.

 

Pero el Señor lo manda a Elías a que se quede en el pie de la montaña y que l o espere que El va a pasar. Y Elías ahí se queda, esperando, retirado, solo, se queda allí.

Y aquí, en esta parte, la Palabra es bellísima. Tiene tanta sabiduría lo que le pasa a Elías. El Señor está a nuestra puerta, está por pasar, pero pasan muchas cosas.

Pasa el viento, y el señor no se hace presente, pasa el terremoto y el Señor no se hace presente, hasta que una simple brisa, aquella inocente brisa, pequeñísima, manifiesta al Todopoderoso y Elías vuelve a identificar al Señor, lo vuelve a identificar que esta ahí y vuelve a preguntar el Señor “¿qué haces aquí Elías?” Pero ya ha pasado tiempo, se ha quedado rumiando tiempo largo, recuperándose y Dios vuelve a pasar en esta simple brisa.

 

Ahí, en este texto, vuelve a preguntar el Señor ¿qué haces aquí Elías? Y él responde lo mismo, repita exactamente lo mismo. Como ustedes, le dirían hoy al Señor “si ya e lo dije, es mi vecino, es mi hermano, soy yo que estoy cansado de perseguirme, de quitarme la paz” ¿qué hace el Señor? Lo ve que Elías está fortalecido, seguramente esta exposición ante el Señor de decir y proclamar la preocupación ha sido trabajada en su corazón, y lo dice de otra forma y por eso el Señor se lo hace repetir.

 

Entonces ya trabajado nos hemos parado y el Señor percibe que se alimentó, descansó, se encontró conmigo y ahora ya está listo para volver al mismo lugar de donde salió.

Este pasaje me fascina, el Señor no le dice que le va a buscar otra tierra donde su enemigo nunca le va a encontrar. No. El dice, ahora está fortalecido, ahora está íntegro, está en condiciones para enfrentarse de nuevo ante quien le persigue, pero ya, me parece a mi, que no es el enemigo.

Me parece que en el camino, este enemigo se ha transformado en tierra de misión y de encuentro.

 

Entonces, en esta Palabra también vemos las respuestas de nuestro Padre Misericordioso que es mucho más grande que todos estos problemas que tenemos y nos entrega esa paz que tanto buscamos.

 

En este libro que les recomendé del Padre Jamut nos dejaba estos pensamientos:

“ Así pues, al vislumbrar que una situación adversa al final traerá un bien para la vida, pro eso el mismo san Pablo dice: considero que los sufrimientos del tiempo presente no son nada si lo comparamos con la gloria que habremos de ver después”

 

¡Qué esperanza la de san Pablo! Ese mismo que se cayó del caballo hace un rato, que sufrió muchas enfermedades y fue perseguido y ese que hizo un quiebre en su vida, viene hoy a decirnos esto.

 

“Muchas veces, las circunstancias que nos rodean son la consecuencia de un sistema imperfecto o del error humano. A pesar de esto, Dios usará esta circunstancia para tu bien y para el bien de todos los otros.

Aunque en este momento, tal vez, no sepas como, ten la seguridad que si perseveras en la oración y en la alabanza, el Señor te consolará, te fortalecerá y te hará ver con una nueva óptica la adversidad.

Uno de los textos de san Pablo que más me gusta es alégrense siempre en el Señor, repito, alégrense que todos los conozcan a ustedes como personas moderadas. El Señor está cerca, no se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración, pídanle y denle gracias también.”

 

Un camino claro está marcando san Pablo aquí, presentar todo a nuestro Señor, pedirle y darle gracias también.

 

“así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús”

 

El secreto de esta alegría se halla en la convicción de que el Señor está cerca.

Esta paz profunda tiene su origen en la seguridad de la presencia continua de Jesús. Además, el apóstol nos está aconsejando a los cristianos que seamos conocidos por todos como personas bondadosas.

 

“La palabra griega que aparece en la Vulgata es “epieques” que suele ser traducida de muchas formas, a los gentiles, moderados, simpáticos, comprensivos, desinteresados, con autodominio, considerados amables, corteses, magnánimos, con buenos modales.”

 

Esto es lo que nos está pidiendo el apóstol para relacionarnos con nuestros hermanos.

 

“Seguramente todo cristiano desea tener todas estas virtudes que surgen de la traducción de epieques, pero hemos de reconocer que más de una vez, ante ciertas situaciones que escapan de nuestro control, tenemos reacciones contrarias y allí es cuando nos faltan los buenos modales, la gentileza, nos tornamos antipáticos, perdemos el dominio.”

 

No hay vuelta de hoja, si no estamos cerca de nuestro Señor, no vamos a encontrar la paz por más que la busquemos en medicamentos, en atenuantes, en placer. La paz no la vamos a tener junto a nosotros si no vamos al encuentro del Padre.

 

El Padre Jamut plantea esta oración que es muy cortita:

 “sigue en oración estos tres pasos que plantea san Pablo en Filipenses capítulo 4:

Primero: presentar el problema a Dios tal como lo siento.

Segundo: pedirle al Señor que lo resuelva según su sabiduría y no según nuestras recetas.

Tercero: dándole gracias en la fe por las bendiciones que Dios sacará por esta dificultad.”

 

Tres pasos concretos que nos dan una pauta clara, sencilla, para encontrarnos con la paz.

 

Una pregunta para que nos quede resonando después de desarrollar este tema:

¿será que tendré que entender cual es la prioridad en este momento?