El manto

jueves, 14 de junio de 2012
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En sus diversas formas – capa, palio, tilma, poncho – es una prenda universal. El material y adornos de que estuviera hecho permitía conocer el rango y nivel social de quien lo usaba. Entre reyes y caballeros medievales el manto se llevaba prendido sobre el hombro derecho, para dejar libre ese brazo. El broche para sujetar el manto se llama fíbula.

 

En tiempos de Jesús, el manto servía de abrigo, porque estaba hecho de lana o pelo de cabra, o de algodón (el algodón se empezó a usar en Palestina a partir del S. VI a.C.). Podía ser de color café oscuro, de diferentes tonos y con tiras blancuzcas perpendiculares; se usaba contra el viento y la lluvia y como cobertor por las noches. Aun con alta temperatura se utilizaba porque, se decía, si protege contra el frío, servirá también para proteger contra el calor.

 

 

En el mundo bíblico, los mantos color púrpura estaban reservados a las autoridades. El color púrpura era un signo de buena posición económica, ya que esta tintura se extraía de un molusco y era muy costoso obtenerla. En el libro del Apocalipsis, el manto púrpura representa al Imperio Romano, ya que ésta era la prenda que distinguía a los senadores romanos.

 

Los mantos de piel de animal simbolizan la vida sencilla, austera y rústica. Tal es el caso de los profetas Elías (1 Re 1,8) y Juan Bautista (Mt 3,4).

 

 

* El manto, signo de la autoridad sacerdotal: Ex 28,4.31-35 y Ex 39,22-26

 

* El manto para rezar, adornado con flecos: Dt 22,12 y Nm 15,37-41

  Jesús critica a los fariseos que alargan los flecos de sus mantos: Mt 23,5

Talit: manto para rezar. Filacterias: pequeños estuches que contenían las palabras esenciales de la Ley que los judíos fijaban en sus brazos o en su frente.

 

El manto de Jesús, signo de protección y sanación: Mt 9,20

 

* El manto del pobre es una prenda inembargable:

Ex 22,25-26; Dt 22,3 y 24,10-13; Am 2,6-8

Compartir el manto es un acto de justicia, según predica Juan Bautista: Lc 3,10-11.

No se lo puede robar, pero el seguidor de Jesús puede darlo libremente: Mt 5,40.

 

EL MANTO DEL PROFETA ELÍAS

 

Elías transfiere el carisma profético a Eliseo, al dejarle su manto: 2° libro de los Reyes, capítulo 2.

 

1 Esto es lo que sucedió cuando el Señor arrebató a Elías y lo hizo subir al cielo en el torbellino.

Elías y Eliseo partieron de Guilgal, 2 y Elías dijo a Eliseo: “Quédate aquí, porque el Señor me ha enviado hasta Betel”. Pero Eliseo respondió: “Juro por la vida del Señor y por tu propia vida que no te dejaré”. Y bajaron a Betel. 3 La comunidad de profetas que había en Betel salió a recibir a Eliseo, y le dijeron: “¿Sabes que hoy el Señor va a arrebatar a tu maestro por encima de tu cabeza?”. Él respondió: “Claro que lo sé; ¡no digan nada!”.

4 Elías le dijo: “Quédate aquí, Eliseo, porque el Señor me ha enviado a Jericó”. Pero él respondió: “Juro por la vida del Señor y por tu propia vida que no te dejaré”. Y llegaron a Jericó. 5 La comunidad de profetas que había en Jericó se acercó a Eliseo y le dijeron: “¿Sabes que hoy el Señor va a arrebatar a tu maestro por encima de tu cabeza?”. Él respondió: “Claro que lo sé; ¡no digan nada!”.

6 Elías le dijo: “Quédate aquí, porque el Señor me ha enviado al Jordán”. Pero Eliseo respondió: “Juro por la vida del Señor y por tu propia vida que no te dejaré”. Y se fueron los dos.

7 Cincuenta hombres de la comunidad de profetas fueron y se pararon enfrente, a una cierta distancia, mientras los dos estaban de pie a la orilla del Jordán. 8 Elías se quitó el manto, lo enrolló y golpeó las aguas. Estas se dividieron hacia uno y otro lado, y así pasaron los dos por el suelo seco. 9 Cuando cruzaban, Elías dijo a Eliseo: “Pide lo que quieres que haga por ti antes de que sea separado de tu lado”. Eliseo respondió: “¡Ah, si pudiera recibir las dos terceras partes de tu espíritu!”. 10 “¡No es nada fácil lo que pides!, dijo Elías; si me ves cuando yo sea separado de tu lado, lo obtendrás; de lo contrario, no será así”. 11 Y mientras iban conversando por el camino, un carro de fuego, con caballos también de fuego, los separó a uno del otro, y Elías subió al cielo en el torbellino. 12 Al ver esto, Eliseo gritó: “¡Padre mío! ¡Padre mío! ¡Carro de Israel y su caballería!”. Y cuando no lo vio más, tomó sus vestiduras y las rasgó en dos pedazos. 13 Luego recogió el manto que se le había caído a Elías de encima, se volvió y se detuvo al borde del Jordán.

14 Después, con el manto que se le había caído a Elías, golpeó las aguas, pero estas no se dividieron. Entonces dijo: “¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías?”. El golpeó otra vez las aguas; estas se dividieron hacia uno y otro lado, y Eliseo cruzó. 15 El grupo de profetas de Jericó, que lo habían visto de enfrente, dijeron: “¡El espíritu de Elías se ha posado sobre Eliseo!”. En seguida fueron a su encuentro, se postraron hasta el suelo delante de él, 16 y le dijeron: “Hay aquí, entre tus servidores, cincuenta hombres valientes. Deja que vayan a buscar a tu señor; tal vez el espíritu del Señor se lo llevó y lo arrojó sobre alguna montaña o en algún valle”. Él replicó: “No envíen a nadie”. 17 Pero ellos lo presionaron tanto, que terminó por decir: “¡Envíenlos de una vez!”. Así enviaron a cincuenta hombres, que lo buscaron durante tres días, pero no lo encontraron. 18 Cuando regresaron junto a Eliseo, que se había quedado en Jericó, él les dijo: “¿No les había dicho que no fueran?”.

 

Eliseo no pide todo el espíritu profético de Elías, sino “las dos terceras partes”, es decir, la herencia que correspondía por derecho al primogénito (Deut. 21. 17). De esta manera quiere ser reconocido como sucesor y heredero espiritual de Elías.

Elías manifiesta que él por sí mismo no podía hacer de Eliseo un profeta. En cambio, le indica el signo que le permitirá reconocerse como tal: si Eliseo logra verlo cuando el Señor lo aparte de su lado, habrá visto algo que está oculto al común de los hombres. Así tendrá la prueba de que Dios lo ha elegido para el ministerio profético. (Comentario de El Libro del Pueblo de Dios).