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El número cuatro
martes, 19 de junio de 2012
La simbología de este número alude a la espacialidad terrestre, a lo situacional, a la organización racional, a la totalidad y a los límites externos naturales. Tiene que ver con la inmensidad y totalidad de la naturaleza, o sea del munco creado, y su organización:
· Cuatro elementos clásicos: fuego, aire, agua, tierra.
· Las cuatro estaciones: primavera, verano, otoño, invierno.
· Cuatro partes de un día: la mañana, mediodía, tarde y noche.
· Cuatro fases de la luna: creciente, llena, menguante, nueva.
· Cuatro puntos cardinales: norte, sur, este, oeste.
El cuadrado es la expresión abstracta y geométrica de la cuaternidad, es decir, de la combinación y ordenación regular de cuatro elementos. Su simbolismo remite a las ideas de orden, carácter estático y construcción.
En la Biblia, el número cuatro aparece especialmente en la literatura apocalíptica, y se usa para hablar de la universalidad de la salvación, ya que desde los cuatro puntos cardinales Dios congregará a su pueblo.
En el alfabeto hebreo corresponde a la letra DALET (equivalente a nuestra “DE”).
Las visiones del profeta Ezequiel
Ezequiel Cap 1: el trono de Dios. Los cuatro seres descriptos aquí vuelven a aparecer en Apocalipsis capítulo 4. San Ireneo (siglo II d.C. ), en su obra “Contra los herejes” (Cap. 11,8) asoció estos cuatro seres a cuatro aspectos de Jesucristo:
Los Evangelios no pueden ser ni menos ni más de cuatro; porque son cuatro las regiones del mundo en que habitamos, y cuatro los principales vientos de la tierra, y la Iglesia ha sido diseminada sobre toda la tierra; y columna y fundamento de la Iglesia (1 Tim 3,15) son el Evangelio y el Espíritu de vida; por ello cuatro son las columnas en las cuales se funda lo incorruptible y dan vida a los hombres.
Porque, como el artista de todas las cosas es el Verbo, que se sienta sobre los querubines (Sal 80[79],2) y contiene en sí todas las cosas (Sab 1,7), nos ha dado a nosotros un Evangelio en cuatro formas, compenetrado de un solo Espíritu. Como dice David, rogándole que venga: «Muéstrate tú, que te sientas sobre los querubines» (Sal 80[79],2).
Los querubines, en efecto, se han manifestado bajo cuatro aspectos que son imágenes de la actividad del Hijo de Dios (Ap 4,7): «El primer ser viviente, dice [el escritor sagrado], se asemeja a un león», para caracterizar su actividad como dominador y rey; «el segundo es semejante a un becerro», para indicar su orientación sacerdotal y sacrificial; «el tercero tiene cara de hombre» para describir su manifestación al venir en su ser humano; «el cuarto es semejante a un águila en vuelo», signo del Espíritu que hace sobrevolar su gracia sobre la Iglesia.
San Jerónimo (siglo IV d.C.) fue quien aplicó las cuatro figuras a los cuatro evangelistas:
· Mateo está representado por el hombre por iniciar su Evangelio con la geneaología de Cristo.
· Marcos está representado con el león porque comienza su Evangelio mencionando a San Juan Bautista como la voz que clama o ruge en el desierto.
· Lucas está representado con el toro porque inicia su Evangelio con el servicio de Zacarías en el templo, y el toro es un animal de sacrificio.
· Juan está representado por el águila por ser un Evangelio que muestra una teología superior a las demás.
Ezequiel Cap 40 y ss: el nuevo templo
Ezequiel Cap 47: el agua que brota del templo
El Espíritu que sopla de los cuatro vientos: Ez 37,9
La guematría
Se llama así a una técnica que consiste en combinar los valores númericos de las letras para asignarles diversos significados. Es un recurso utilizado en la literatura apocalíptica judía y cristiana.
“En las lenguas griega y hebrea, las letras sirven para escribir los números. No es como nuestra lengua, que tiene ciertos signos para escribir las letras (a,b,c,d, etc.), y otros signos diferentes para escribir los números (1,2,3,4,5,etc.). Los griegos, por ejemplo, escriben la primera letra del alfabeto, y eso puede significar la letra equivalente a la letra “a” y al mismo tiempo es el número 1; la segunda letra es la “b” y también el número 2. Lo mismo sucede con todas las letras del alfabeto, y así se escribe también en hebreo.
De esta forma, cuando se escribe una palabra en esas lenguas, lo que resulta puede ser leído de dos maneras: se puede pronunciar lo escrito dándoles a los signos valor de letras, y entonces suena como palabra, o también puede darse a los signos el valor de los números, y entonces suena una cifra. En los escritos de los judíos y también de los cristianos de aquella época se encuentran curiosas combinaciones hechas a partir de esta doble forma de leer los nombres escritos. Por ejemplo, en un libro llamado “Oráculos de las Sibilas” se habla en forma enigmática del Mesías y se dice que su número es 888, porque el nombre de Jesús, en griego, da esa cifra.” (Luis Rivas, Qué dice el Apocalipsis, Ed. Pan y Trabajo).
La Jerusalén celestial, una ciudad de cuatro lados y doce puertas
Apoc. cap 21 y 22
“Como ocurría en las ciudades helenistas, tampoco el centro de la Nueva Jerusalén está ocupado por el área del templo, sino por una avenida principal dedicada a procesiones, comercio y discurso público. Sus ciudadanos tienen capacidad de gobernar, pero este gobierno no consiste en dominar a los demás, sino en promover la autodeterminación. Su vida es sagrada como la de los sacerdotes. La ciudad ideal de Dios no es solo una ciudad universal e incluyente, con una población integrada por gente de todas las naciones, sino también un lugar magnífico y hermoso, que refleja el brillo del oro y las perlas, de los tesoros de los reyes y de las naciones. En laciudad de Dios la vida está libre de injusticias y vicios, de maldiciones y de los poderes demoníacos del “mar”. Ya no habrá en ella lágrimas, gritos, dolor, desgracias, hambre, sed o muerte. Aunque sigue habiendo “gente de adentro y de afuera”, las puertas de la ciudad de Dios permanecen siempre abiertas.
El Apocalipsis imagina la salvación final de Dios como un mundo en el que se hallan integradas naturaleza y cultura. La Nueva Jerusalén responde también a las expectativas idílicas romanas de la “edad de oro” y a las esperanzas judías apocalípticas del “paraíso”.
Por el centro fluye el
río de la vida.
Las hojas del
árbol de la vida
tienen el poder de sanar a las naciones. En resumen, la simbolización de la ciudad integra cielo y tierra, ciudad y naciones, cultura y naturaleza, sagrado y profano, Israel (doce tribus) y cristianismo (doce apóstoles), Roma y Jerusalén, centro y periferia. Las visiones finales del libro conciben el cielo como mundo, el mundo como ciudad y la Nueva Ciudad como lugar abierto e inclusivo de ciudadanía y bienestar para todos”.
Ricardo Foulkes, Apocalipsis, en Comentario Bíblico Latinoamericano,
Ed. Verbo Divino
Jesús asegura que los redimidos vendrán desde los cuatro puntos cardinales: Lc 13,29
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