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La expectación de la creación
lunes, 24 de julio de 2006
En efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios. Porque también la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto. Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se realice la plena filiación adoptiva, la redención de nuestro cuerpo.
Romanos 1, 19; 21 – 23
Que incómodo es experimentar el vacío de la no plenitud, la insatisfacción, y sin embargo con estos, nuestros amigos que nos ponen en camino insatisfacción, falta de plenitud, vacío, vamos como desde Jesús abriéndonos a la realización plena de nuestra vida, solo cuando hay vacío, cuando hay falta de plenitud, insatisfacción, podemos nosotros animarnos a recorrer un camino que nos lleve hasta aquel lugar donde no estamos. Es decir, hacia el lugar de nuestro gozo en absoluta plenitud.
¿Quién de nosotros no intentó huir cada día de la experiencia de vacío, una de las experiencias más terribles, o de la insastifacción, sin embargo pensar que esta es una realidad amiga que Dios nos puso en el camino para hacernos decir: “no te detengas, no te detengas donde no debes, estas llamado a mas, no confundas descanso con plenitud, no entregues horizontes por un poco de tranquilidad”, se confunde en la sociedad en la que vivimos desde el hedonismo, donde se busca el placer por el placer en si mismo, la plenitud con el gozo de un momento, de un instante, la plenitud es mucho mas que un instante de placer o de gozo que nace del poseer, la plenitud está en Dios y en la medida en que nos lanzamos a caminar hacia Dios estamos en perspectiva de llegar a aquello donde Dios nos tiene prometido la realización total de nuestra vida. Mientras tanto Pablo dice: “a la espera de esto gemimos interiormente con dolores como de parto”, nosotros y la creación toda que espera la manifestación de la plenitud de los hijos de Dios.
Tu vida, que en el comienzo de la semana puede que haya experimentado, en las primeras horas de tu despertar, un cierto vacío interior, una cierta sensación de ausencia de plenitud, no es para que te hundas en el comienzo depresivamente al iniciar la jornada, la semana, con el ánimo caído, muy lejos de todo esto, esa sensación nos habla justamente de que es tiempo de caminar para conquistar lo que nos falta. Estamos llamados a ser plenamente felices, y eso es lo que gime en nuestro corazón, clamamos por plenitud, clamamos por felicidad a lo grande, estamos hechos para mas de lo que nosotros a veces mezquina o mediocremente vinculamos nuestra vida a la felicidad, que cuando la tenemos de a pequeñas cuotas, y nos ha faltado, decimos “de esta me agarro, no me suelto”, cuando en realidad Dios nos invita a grandes realizaciones en nuestra vida.
Par eso hay que ensanchar el corazón y entender el misterio que hoy el Señor nos revela en el Apóstol Pablo cuando nos dice que gestamos a la manifestación gloriosa de los hijos de Dios, nosotros mismos somos eso, y que esto ocurre como con dolor de parto, Pablo no está hablando de otra cosa que del misterio de la pascua en nuestra vida, que es un paso, y al mismo tiempo, la espera de la realización que en ese paso se va a manifestar.
Mientras lo mas profundo de nuestra interioridad anhela el gozo y la paz en plenitud y no pasajeramente como nos la ofrece la sociedad de hoy a través de la cultura del placer, en nuestro interior nosotros gemimos con gemidos inefable, dirá Pablo en otro pasaje de su rico epistolario, gemimos con dolores de parto, lo dice hoy en Romanos 8 , y gemimos porque estamos por dar a luz lo que nosotros todavía no hemos alcanzado en plenitud, mientras experimentamos vacío, desazón o no plenitud, nuestro interior anhela por plenitud.
Es la presencia de un nuevo nacimiento donde nos acompaña todo lo que nos rodea, es la presencia de la expectativa de un nuevo nacimiento en el microcosmos de nuestra vida personal y del cosmos todo con el que estamos unidos por formar parte de esta hermosa creación en la que Dios nos ha puesto como señores, compartiendo su imagen y semejanza.
Vamos a compartir “Del paso a la espera”, una hermosísima reflexión que nos ofrece Mamerto Menapace, donde cuenta el la experiencia que vivió en un momento de reflexión sobre lo que había acontecido en un día de su ministerio sacerdotal, dos experiencias, una de vida y otra de muerte, las dos, plenitud de vida cuando se las mira desde la fe.
Mamerto Menapace cuenta como en la vida siempre estamos en esta búsqueda de plenitud, y como del paso a la espera siempre estamos en ese “ya si, pero todavía no del todo”, mientras tanto la esperanza forma parte de lo nuestro de todos los días.
He venido a la ermita, dice Mamerto, dejándolo todo, a propósito no he traído ningún libro, me bastará para estos días con el evangelio de San Juan en un pequeño y desarmado ejemplar, que está aquí, junto a mi, y sin embargo en este atardecer me siento profundamente unido a dos amigos a quienes visité ayer en la clínica, uno es Olegario Linares, viviendo la agonía Terminal de su cáncer, el otro Betina, una joven embarazada, a quien ya se le había cumplido su tiempo de espera, con un parto que se retrasa. Muy de veras me acompaña este misterio de los dos, y no quiero espantarlo de mi corazón mientras me recluyo aquí buscando la presencia de Dios, crecer en la búsqueda de Él.
Se parece tanto a este crepúsculo entre el día y la noche, entre el sol que se despide y la luna en creciente que irá trepando la noche. El año pasado preparé a Betina y a su novio para el casamiento, allí hablamos de la vida, había que entregar lo propio dejando que muriera lo individual, para llegar a ser plenamente uno mismo y a compartirlo todo con el otro. De la entrega de la vida nacería la vida, y ahora la luna llena de su vientre maternal encierra una vida que está llegando al ineludible paso hacia la luz.
La imagen de esta joven embarazada caminando lentamente por el pasillo superior de la clínica por entre las piezas donde se sufre, se nace y se agoniza, me parece tan similar a lo que estoy viviendo en la soledad de mi corazón mientras yo también espero en mi un nuevo nacimiento. También en mi hay algo que agoniza y algo que está por nacer, es un paso, y sin embargo es también la muerte de un día. Así como en nuestro fin de semana algo murió y en el comienzo de nuestra semana algo está por nacer.
El pequeño que está en el seno de Betina presiente que algo va a terminar, durante nueve meses fue creciendo para la vida, su cuerpito se fue formando miembro a miembro, sangre a sangre, en una íntima comunión de la que recibió todo lo que colmaba sus necesidades y constituía su mundo, y ahora constata que esos lazos se van deshaciendo uno a uno, presiente un ruptura, nada sabe aún del mundo que le espera mas allá de los límites del seno de su madre. Si supiera la alegría con que se lo espera, la ansiedad por su tardanza, los temores que se disipan a la hora de su llegada, pero todo eso es aún para él un mundo misterioso y desconocido.
A pesar de que está en medio de ese mundo familiar, él nada sabe, su ojo no vio, su oído no oyó, ni aún subió a su pequeño corazón todo lo que se tiene preparado para él por todos los que lo amamos. Por momentos su experiencia se estrecha en el pensamiento de un final, en la angustia de su partida, la contracción de este mundo que habita y que ya parece no poder retenerlo le preanuncia que tendrá que abandonarlo; es el mundo interior del vientre de su madre, y con él tendrá que abandonar todas sus seguridades, allí no había hambre ni sed, ni clases sociales, ni obligaciones, ni envidias, si hasta el oxígeno le era entregado sin necesidad de respirar, y todo esto sucede ahora, justo cuando estaba llegando a su plenitud.
Así es también nuestra vida, un parto, y gemimos interiormente porque lo que va muriendo no nos gusta dejar, porque lo que está por nacer no lo conocemos, entre lo desconocido siempre hay un gemido de vida. Cuando nace un niño, él cree que se muere, porque va a salir de un ámbito donde está confortable, un mundo acuático, entonces se le termina esa vida, pero para nacer a otra, y eso que está por pasar lo aflige tanto, pero nos alegra a nosotros.
Vos también estás de parto, es bueno que en el gemir interiormente en tus dolores de la vida nueva que está por nacer, podés ponerle nombre a lo que viene, así te animás a dar un paso mientras esperás la manifestación de mayor plenitud en tu vida. Estamos por nacer a la alegría, a la esperanza, a la vida nueva que ya pasa, estamos por nacer al esfuerzo que nos trae un gozo al final de lo alcanzado por el trabajo.
¿A qué está por nacer tu vida hoy?, mientras estamos por nacer hay algo que nos espera, si lo que nos espera no tiene nombre, vos se lo podes poner, cuando lo pones nombre a lo que viene los temores se disipan, y los gemidos dejan de ser gemidos para transformarse en un jadeo de vida que Dios te regala de nuevo.
Es evidente que el paso a una etapa desconocida de la vida engendra en nosotros temor, el misterio nos parece algo impersonal, carece de rostro, lo que viene, lo que al menos nosotros no conocemos. Para el niño que está por nacer, que solo conoce la etapa de su gestación de nueve meses en el vientre de su madre, todo el mundo que le espera le es desconocido. El paso es de la primera a la segunda etapa, no hay experiencia a la que recurrir y por tanto no hay esperanza a la que aferrarse.
Donde no hay recuerdo no existe inconcientemente un futuro, ahí todo es nuevo, sin embargo, pequeño que estás por nacer, no tengas miedo, le hablo a lo pequeño que hoy en vos está por nacer, y a los pequeños que están por nacer. Particularmente compartimos con las mamás embarazadas esta catequesis, para que se lo transmitan a sus hijos, creemos y queremos tener oyentes que aún están en el vientre materno, aquellos que después seguramente serán profetas. Cuantas mamás que escuchan la Palabra de Dios y comparten con nuestra radio el hermoso regalo de alegría y de gozo que el Señor nos regala en ella, tienen la posibilidad de saltar de gozo y de alegría como Juan, aún en el vientre de Isabel cuando recibió la visita de María.
Pero no tengas miedo, vos que estás por nacer, vos que estás en el vientre materno, y vos que estás por dar a luz algo nuevo en tu vida. Comprendemos y compartimos los temores de los nacimientos, no tengas miedo, lo decimos los que ya estamos viviendo en esta etapa segunda de la vida y tenemos la experiencia de este primer paso, en nuestro propio lejano y enterrado en la penumbra de nuestro subconsciente y de tantos otros que a diario en esta misma clínica, dice Menapace, hablando de aquella experiencia, viene a compartir nuestro mundo y nuestra luz.
No va a caer al vacío tu nacimiento, cuando abandones tu cascarón, no serán el frío y la nada los que te reciban, estarán los brazos de tu padre para estrecharte y los pechos de tu madre para amamantarte, y el dolor y el cariño de todos, y el calor de los que te esperan impacientes, la llegada de la nueva vida será la fuente de alegría para todos. Puede ser que el paso sea doloroso, al romperse la fuente de la vida en tu primera etapa, sentirás la angustia de ser libre. Si supieras como ese don sagrado de ser libres nos duele aún a todos a pesar del paso del tiempo y de que hemos roto con el primer lazo que nos unía a la vida en el vientre materno.
Tu primer gesto será de llanto, con eso nosotros sabremos que ya sos libre, respirarás nuestro aire y sonreiremos, y reiremos de alegría, e incluso cuando hagas pucheritos tan vitales para vos, tan gratificantes para nosotros. Te lo aseguro, allá en Belén, José y maría también rieron a pesar de la pobreza y del desamparo, y el motivo de esta alegría era justamente que el Niño Dios también hacia pucheritos con su boca. Nació de mujer nuestro Dios Todopoderoso, quiso tener también la experiencia de ese paso, quizás pensó que lo necesitaría para marchar un día con angustia y con esperanza aceptando su segundo paso, el de la Pascua.
Entre lo que se fue gestando en el vientre de la mamá y lo que se gesta en el vientre del mundo hay un proceso para la vida en una primera etapa y para la vida en la segunda etapa, la que es para siempre. El llanto te acompañará, lo mismo que la risa, es que son dos características muy nuestras, de los que vivimos en este mundo en el que te estamos esperando, ahora en tu primer paso vos llorarás y todos nosotros reiremos, en el segundo paso, en la segunda etapa, cuando llegue tu segundo tiempo, vos podrás reír mientras nosotros lloraremos todos, los que aquí quedamos. Como está sucediendo en la otra punta del corredor de este primer piso de la clínica por la que se deslizan lentamente los pasos grávidos de tu mamá Betina.
Hermoso texto este que queremos compartir con todas las mamás embarazadas y con todos y cada uno de los que en este tiempo gemimos interiormente en el Espíritu a la manifestación de una mayor plenitud de vida, en nosotros algo nuevo está por nacer y sentimos también que hay en nosotros un parto.
Betina gime en su interior con dolores de parto a la luz que está por dar a su hijo que viene a nacer dando el primer paso en la vida, naciendo a lo nuevo, y Don Olegario está por dar el segundo paso a la vida para siempre, como cerraba recién el párrafo que nos dejaba Menapace. Cuando vos nacés, llorás y otros ríen, cuando en la segunda etapa nacés a la vida para siempre, vos reís y otros lloran tu partida.
Hace unas semanas, dice Menapace, fui a visitar a Don Olegario en esta misma clínica, poco antes de que saliera para una última estadía en su casa y llevarle el viático, tuvimos una larga charla en la que se confesó, antes de recibir el sacramento de la unción de los enfermos, luego nos quedamos conversando, no hablamos de la muerte, hablamos de la vida, compartimos recuerdos, que es una manera muy particular de hablar de la esperanza, y teníamos muchos recuerdos en común. Hace más de 20 años yo me iniciaba como sacerdote en la recién abierta misión de la tribu, su familia estuvo entre las primeras que construyeron esa comunidad.
Una fría mañana de invierno junto con otras parejas amigas, Don Olegario regularizaba su matrimonio con la gracia del sacramento, fue un ejemplo que luego otros siguieron. Me habló de su familia, de sus tres hijas ya casadas, de sus nietitos, fue realmente un hombre con un gran amor por la vida. Se supo ganar la fama como herrero, de joven, a fragua y bigornia, luego con la autógena y los electrodos, se distinguió en el fútbol, deporte que le permitió conocer y recorrer todos los escenarios de este pago, de soltero su fama en lides de amor le habían valido el apodo de “macho lindo” con el que aún lo nombraban sus amigos de la tribu.
En el comedor de nuestros peones la sobremesa se prolongaba alrededor de de un vinito compartido y Don Olegario estaba entre quienes animaban la tertulia, fue la última vez que me pude comunicar con él. Ayer, cuando fui a visitarlo ya hacía tres días que había entrado en la penumbra de su atardecer, a su lado velaba la felicidad de sus seres queridos, sus hermanos y sus hermanas, su esposa, sus hijas. Al igual que junto a la cruz parecería que solo las mujeres son capaces de permanecer de pie, siempre es fácil saber que este tipo de percepción mantienen los que entran en agonía, cuando aparentemente sus sentidos ya no establecen comunicación con el mundo que los rodea.
Al igual que el pequeño hijo de Betina, Don Olegario no tenía respuesta para nuestro lenguaje, porque en el paso de una etapa a la otra se está solo, a pesar de la profunda comunión con todos los que nos rodean y comparten ese momento. Las palabras ya no sirven, solo son posibles los pequeños servicios, actitudes elementales que alivian dolores o acompañan habilidades primordiales. Ya no hay nada que hacer, es la vida misma la que se hace, solo se puede acompañar, ayudar, esperar, solo se puede amar en ese tiempo de espera. Es absurdo desesperar, seria como traicionar el sentido de lo que está sucediendo y llega ahora a su culminación.
Tal vez en la misteriosa soledad del corazón del que agoniza se dé una tremenda batalla entre el temor al fin y la esperanza del alumbramiento, la misma experiencia vivida allá en el primer paso, dicen algunos que en ese momento la vida se sintetiza misteriosamente en la conciencia de la persona y que cada uno debe realizar el gesto único e irrepetible de aceptar entregar su vida a Dios o negarse a hacerlo. Solo el que entrega su vida la posee para siempre, el que la retiene la pierde.
Pero junto a Don Olegario no estaban solo los seres queridos que compartían con él esta segunda etapa iniciada en aquel lejano primer paso, junto a él en esta espera ansiosa estaban también aquellos que ya dieron su segundo paso y viven la realidad que queda mas allá, totalmente misteriosa para nosotros, los que aún no hemos salido del seno de la tierra. Tan misteriosa como lo es nuestra realidad para el pequeño que todavía espera en el seno de Betina.
Es posible que estemos tentados a preguntarnos por que no se comunican con nosotros, si ellos ya viven en la luz y en la felicidad, ¿por qué no se comunican con nosotros, que aún estamos en este valle de lágrimas?, cuanto consuelo nos daría una palabra suya, certificado de su presencia y de su apoyo. Pero la pregunta es válida también para el pequeño que está por ver por primera vez la luz, ¿por qué no nos comunicamos con él y le confirmamos la seguridad de las presencias acogedoras y la certeza de la luz en la que ya vivimos y que él pronto compartirá?, si, efectivamente, lo hacemos, pero él no está aún capacitado para entendernos y además es lo menos importante, lo valioso para él no es lo que le podemos decir o no decir, sino lo que de verdad hacemos para ayudarlo en su alumbramiento, teniéndole además preparado todo lo que va a necesitar en esta nueva etapa, infinitamente mas plena en extensión e intensidad que aquella relativamente breve en el seno de su madre.
Mientras vamos gestando la vida a cada paso, y algo nuevo siempre esta por nacer, se mezclan el llanto y la risa, y al final, el gemido que es la mezcla de estas dos realidades solo se transforma en sonrisa para quien se entrega a la vida. Ojala así pueda ser en el comienzo de esta semana donde el parto tuyo está por dar a luz en un gemido interior donde se mezclan dolor, angustia, expectativa por lo nuevo, por lo porvenir.
Hay una cita de vida para cada uno de nosotros en el transcurso de esta semana que comenzamos, la cita de la vida es para ser esperada con ansia y con alegría, la mezcla de la ansiedad, el dolor y la angustia por lo que está por llegar y no llega, y la alegría de saber que va a llegar es el gemido. El gemido es como una mezcla de dolor y alegría, gemimos interiormente como cuando la mujer está por dar a luz. Gime porque expresa el dolor que supone la ruptura dentro suyo con la vida que está por nacer, y se alegra porque la vida va a nacer, está allá, ya naciendo.
Así también nosotros gemimos, entremezclamos en la vida el dolor y la alegría, el dolor de dejar lo que nos resulta seguro, con lo que nos sentimos profundamente identificados, y lo nuevo que está por nacer, sabemos que viene pero todavía no está, lo esperamos con gozo, lo esperamos con alegría. Ese tránsito, ese paso, esos gemidos, es el tema del que nos habla hoy Pablo en la Palabra cuando dice que la creación toda participa con nosotros de ese gemido, a la espera de la manifestación gloriosa de la vida de Dios en nuestra propia vida.
Pregúntate en donde está resultando profundo este gemido de vida que se entremezcla con dolores en tu corazón, en donde hay un gemido, un clamor del espíritu, por lo nuevo que está por nacer, encontrá en tu corazón las esperanzas de lo nuevo que está por llegar, mientras va llegando hay un clamor de dolores por lo que se está dejando, lo nuevo está llegando.
Padre Javier Soteras
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