Efectos del sacramento de la Unción de los enfermos

lunes, 16 de julio de 2012
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Muy buenos días, bienvenidos a esta hora donde empezamos a hacer juntos la catequesis con el Despertar con María, que queremos hacer realidad con su presencia en toda la Argentina. Necesitamos que ella venga a despertarnos en esta mañana, salir de donde estamos dormidos, salir de nuestros encierros, también por la gracia de Dios y del Espíritu salir de donde nos dejan nuestras enfermedades  para abrirnos a la gracia de Dios, para adherirnos a Jesús, para ofrecernos en esas experiencias de enfermedades. Le pedimos a María esta gracia para caminar juntos este día y hacer juntos la catequesis.

Le pedimos al Señor que venga derramando su amor esta mañana y nos llegue la gracia de la presencia del Dios vivo y especialmente se lo pedimos en este día para todos nuestros enfermos, los graves y los no tan graves.

Necesitamos experimentar el amor cercano y presente de nuestro Padre que nos ama y esa gracia pedimos para todos nuestros enfermos.

Junto con esa gracia pedimos el don de la sanidad y en torno a este camino de la sanidad vamos a completar hoy lo que nos propone el catecismo de la Iglesia Católica en torno al sacramento de la unción de los enfermos, este sacramento que busca la curación integral de todos nosotros, vamos a completar lo que dice el catecismo, nos vamos disponiendo para que este sea un momento de gracia, de visita y de consuelo, lo hacemos desde la palabra de Dios, desde el capítulo VI de San Juan versículo 54 

“el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día” Palabra del Señor

Desde esta presentación que nos hace el Señor en el Evangelio de San Juan, el pan de vida que da la vida eterna, nos abrimos desde su presencia para que él se manifieste resucitado. Hoy y de esta manera nos podemos acostumbrar a vivir con el resucitado y como resucitados para que la enfermedad y la partida de este mundo no sea una situación dramática sino que podamos experimentar como nos fuimos preparando durante la vida para entregarle al Padre lo que hemos recibido de él.

Caminamos estos últimos puntos del catecismo de la Iglesia Católica siguiendo lo que nos propone como efectos de la celebración de este sacramento, hoy vamos a recorrer desde el punto 1520 en adelante.

Comenzamos a analizar los efectos que nos produce recibir la unción de los enfermos, para que tomemos conciencia de qué podemos buscar desde la fe en la recepción del sacramento de la unción de los enfermos.

Lo primero que encontramos es un  don particular del Espíritu Santo. La gracia primera de este sacramento es una gracia de consuelo, de paz y de ánimo para vencer las dificultades propias del estado de enfermedad grave o de la fragilidad de la vejez. Esto nos quiere ofrecer el Señor con este sacramento, esto es lo que queremos ofrecer desde la comunidad eclesial a todo hermano bautizado que lo necesite, gracia de consuelo, gracia de paz, gracia de ánimo para que sea la misma persona la que pueda vencer las dificultades propias del estado de enfermedad.

Esto quiere decir que desde la fe estamos invitados a asumir la enfermedad, a reconocer que estamos en esa situación pero que podemos ser reconfortados por gracia de consuelo y de paz tanto en la enfermedad como para lo que supone la fragilidad de la vejez. La vejez como realidad humana se nos impone en algún momento de la vida y nos quita fuerza, nos quita energía y esto nos puede centrar en nosotros mismos, llevarnos a replegarnos en nosotros mismos, o también por la fortaleza del Señor y la gracia del Espíritu, nos puede invitar a abrirnos y a ser más generosos e ir ofreciendo nuestra vida al Señor y para esto viene el sacramento, viene el Espíritu en el sacramento para fortalecernos en la experiencia de la fragilidad.

También dice el catecismo: Esta gracia es un don del Espíritu Santo que renueva la confianza y la fe en Dios y fortalece contra las tentaciones del maligno, especialmente tentación de desaliento y de angustia ante la muerte. Esta asistencia del Señor por la fuerza de su Espíritu quiere conducir al enfermo a la curación del alma, pero también a la del cuerpo, si tal es la voluntad de Dios.

En este primer momento vamos entonces a pedir la sanidad para todos nuestros enfermos, les propongo que ustedes desde donde están nos pongamos en comunidad de oración, ofreciendo sus vidas al Señor y pidiendo que el Señor los visite.

La consigna será compartir testimonios de una sanación integral, testimonios donde el Señor haya pasado invitándonos a una salud física y espiritual, o adonde a partir de una sanación espiritual llegamos a una experiencia de sanación física o viceversa.

¿Cómo fue esa experiencia de ser sanado por el Señor de forma integral? Aunque nos haya llevado un tiempo esa sanación a partir de la unción de los enfermos.

Nos disponemos a hacer esta oración por todos nuestros enfermos.

Te queremos Señor Jesús ofrecer la vida de nuestros enfermos, toda aquella situación de enfermedad, queremos que vos seas Señor de ella para que nosotros podamos vivir también esa enfermedad según tu querer, según tu voluntad y según tu presencia de Señor en nuestra vida.

Ofrecemos a los hermanos que se encuentran internados, especialmente los que están más graves, ofrecemos sus vidas, sus cuerpos, su vida espiritual, queremos que vos los visites, que vos los consueles, que vos los escuches, que vos los veas Señor Jesús, los ponemos en tus manos para que vos también los ofrezcas al Padre. Queremos ofrecerte toda situación de enfermedad, situación física, situación psíquica, situación de enfermedad espiritual, enfermedades que no siempre sabemos cómo llegan pero que las padecemos, enfermedades que las conocemos mucho porque hace mucho que las tenemos y también te las ofrecemos. Queremos que vos seas nuestro médico en este tiempo de enfermedad, que visites a cada uno de los enfermos, queremos pedir por ellos en esta mañana como comunidad de hermanos en la Radio.

Queremos decirte que queremos experimentarte en la enfermedad, que queremos que pases sanando el corazón de los enfermos.

Te pedimos esa gracia, la del don del Espíritu Santo sanando los corazones, sanando dolores, rencores, recuerdos, sanando todo aquello que ha podido también ayudar a la enfermedad del cuerpo para que desde tu paso sanador por el corazón sean sanados los cuerpos.

Te pedimos esta gracia Señor Jesús en esta mañana, con fe, con confianza, quedándonos en tu presencia.

Seguimos recorriendo el catecismo donde nos recuerda otro efecto de este sacramento que es la unión a la Pasión de Cristo. Por la gracia de este sacramento, el enfermo recibe la fuerza y el don de unirse más íntimamente a la Pasión de Cristo: en cierta manera es consagrado para dar fruto por su configuración con la Pasión redentora del Salvador. El sufrimiento, secuela del pecado original, recibe un sentido nuevo, viene a ser participación en la obra salvífica de Jesús.

Esta es una posibilidad en la situación de enfermedad y es un efecto que deja en nosotros como disposición el sacramento de la unción de los enfermos. No es para esto que nos enfermamos, en lo absoluto, Dios no quiere la enfermedad y justamente lo que hemos podido comprender es que el sufrimiento propio de la enfermedad es una secuela del pecado original, pero que en la Pascua de Jesús, en la Pasión del Señor, encontramos un nuevo significado y un nuevo sentido a lo que no tiene sentido, porque no podemos concebirnos queriendo la enfermedad en sí y mucho menos como si Dios quisiera la enfermedad. Es una realidad que se ha instalado históricamente en la humanidad como secuela del pecado original y del pecado del mundo, del cual queremos ser liberados por el Señor pero cuando esto no ocurre podemos ser unidos a la pasión del Señor, porque él también asumió esta situación de dolor y de ofrecimiento ante la locura humana de haber condenado al hijo de Dios a la muerte.

Entonces en la circunstancia de enfermedad, como gracia y como invitación del Señor, podemos abrirnos a adherirnos desde la enfermedad al misterio salvador del Señor.

También como un tercer efecto, nos presenta el catecismo la participación en la vida de la Iglesia, una  gracia eclesial. Los enfermos que reciben este sacramento, "uniéndose libremente a la pasión y muerte de Cristo, contribuyen al bien del Pueblo de Dios".  Recalco que sea libremente, no hay que exigirle a ningún enfermo que lo haga. Muchas veces una incorrecta práctica pastoral nuestra quiere empujar al enfermo al ofrecimiento, quiere llevarlo a que le dé un sentido inmediatamente y esto supone un proceso libre y voluntario en la persona del enfermo.

Lo que tenemos que hacer los que acompañamos enfermos es buscar cuidarlo, buscar amarlo, buscar consolarlo y muy lentamente y desde esos gestos de amor y si tiene fe, invitarla a adherirse a Jesús que se entrega por todos, pero esto es una invitación de la fe, de la gracia, de la presencia de Dios, al cual cada uno puede unirse libremente para contribuir al pueblo de Dios.

Y los sigue explicando el catecismo: Cuando celebra este sacramento, la Iglesia, en la comunión de los santos, intercede por el bien del enfermo. Y el enfermo, a su vez, por la gracia de este sacramento, contribuye a la santificación de la Iglesia y al bien de todos los hombres por los que la Iglesia sufre y se ofrece, por Cristo, a Dios Padre.

Un doble movimiento de vida fraterna en torno a la situación de enfermedad.

Ante el enfermo como comunidad eclesial nos acercamos para amarlo, para ayudarlo, para interceder por el bien del enfermo para que sea curado, y el mismo enfermo puede ofrecer su situación en la recepción del sacramento para contribuir para que toda la Iglesia sea santa y a que todos los hombres en el mundo reciban el bien que es Cristo para la vida del mundo.

Vamos redondeando este bloque de oración y les propongo ahora para que intercedamos por todas las personas que trabajan por los enfermos para que sean fortalecidos por la gracia del Espíritu en este servicio y ministerio tan propio de Jesús.

Te pedimos Señor Jesús, a vos que sos el médico del alma y del cuerpo, el sanador del alma y del cuerpo, a vos que siempre buscaste la sanación integral, la vida integral de la persona humana. Te pedimos que bendigas a todas las personas que cuidan, que sanan, que atienden a nuestros enfermos, especialmente a tantas personas que cuidan en hospitales, en sanatorios, en geriátricos durante largas horas a nuestros enfermos, enfermeras, enfermeros, a los que acompañan en sus casas a los enfermos, a todas las personas que con su tiempo y de una manera amorosa en todo el mundo y en nuestro país también están realizando cuidados paliativos, atendiendo con mucha delicadeza al enfermo terminal, ayudándole a que se abra al amor del Padre que lo va recibiendo.

A estos hermanos te pedimos que los bendigas mucho, que los acompañes, que los inspires en sus palabras y en sus gestos de amor.

Te pedimos también por tantos médicos y por toda la realidad compleja de la salud en nuestro país, a tantos médicos que queriendo hacer mucho mejor su trabajo se sienten presionados por las estructuras, por las situaciones institucionales que les impiden abocarse más plenamente y más humanamente a su servicio. Bendecilos, conducilos, acompáñalos, a todos estos médicos de buena voluntad y también de buena disposición para acompañar a nuestros enfermos.

También te queremos pedir, querido Señor, en esta mañana, por todos los religiosos de congregaciones de órdenes hospitalarias que bajo la inspiración de algún carisma eclesial, de algún santo o santa en la Iglesia, han podido dedicar su vida a la atención de los enfermos. La fortaleza del espíritu, la vida de la gracia, tu propia vida resucitada, Señor Jesús, llena de poder y amor, queremos pedir que la derrames como don en todos estos agentes de pastoral, a todos los hermanos que trabajan en la pastoral del alivio que dedican tiempo y amor, sostienen su servicio de visita a los enfermos, les ofrecen la eucaristía y son también a veces aquellos sanadores que abren el corazón del enfermo para poder recibir la unción, la reconciliación y la eucaristía. Te pedimos que te acerques a estas personas y los conduzcas en su vida de entrega y de amor.

Por último nos dice el catecismo que un efecto también que nos ofrece la unción es la  preparación para el último tránsito.  No es una extremaunción, es una preparación, es un sacramento para la situación de la enfermedad terminal inmediata, a tal punto que también se lo llamó sacramento de los que parten, porque el momento de la partida llega y muchas veces sin antes una enfermedad grave y para esto también es una ayuda, para partir bien,  nos ayuda a abrirnos y a vivir con paz lo traumático, lo dramático de la enfermedad o de la partida.

Podemos partir de este mundo con paz, podemos partir de este mundo abiertos a quien nos recibe que es un padre amoroso del cielo para todos nosotros. Podemos vivir con paz nuestro tránsito, nuestro paso, nuestra partida para poder abrirnos a quien nos está recibiendo, la unción nos deja este efecto.

Así como el catecismo nos dice que hemos recibido unciones en el bautismo y en la confirmación, la unción de los enfermos es la última de las sagradas unciones que jalonan toda la vida cristiana; la del Bautismo había sellado en nosotros la vida nueva; la de la Confirmación nos había fortalecido para el combate de esta vida. Esta última unción ofrece al término de nuestra vida terrena un escudo para defenderse en los últimos combates antes entrar en la Casa del Padre.

Finalmente, el catecismo nos explica como a los que van a dejar esta vida, la Iglesia ofrece, además de la Unción de los enfermos, la Eucaristía como viático. Recibida en este momento del paso hacia el Padre, la Comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene una significación y una importancia particulares. Es semilla de vida eterna y poder de resurrección, según las palabras del Señor: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día". Puesto que es sacramento de Cristo muerto y resucitado, la Eucaristía es aquí sacramento del paso de la muerte a la vida, de este mundo al Padre.

Así, como los sacramentos de la iniciación del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía constituyen una unidad llamada "los sacramentos de la iniciación cristiana", se puede decir que la Penitencia, la Santa Unción y la Eucaristía, en cuanto viático, constituyen, cuando la vida cristiana toca a su fin, "los sacramentos que preparan para entrar en la Patria" o los sacramentos que cierran la peregrinación.

Cuanto que nos ha regalado Jesús desde la Iglesia para que el mundo sea alimentado desde la enfermedad y también en la situación de partida, por eso ahora cerrando la catequesis vamos a hacer un tercer y último momento de oración como comunidad de oyentes de Radio María.

Te propongo que oremos por los que van a partir en este día, por los que sabemos que van a partir porque están gravemente enfermos y por los que no sabemos que van a partir y lo van a hacer en este día.

Queremos dirigirte a vos, querido Padre, Padre del cielo, Padre de todos esta oración por los hermanos que van a partir hoy. Por todos los hombres de buena voluntad que sin haber compartido la fe parten hacia tu casa en este día.

Te pedimos que vos los prepares a todos aquellos que van a partir en este día, que derrames la gracia del Espíritu para consolarlos, para darles esto que deja el sacramento de la unción como efecto en sus vidas, paz y apertura a tu abrazo eterno. Que sea la presencia de tu Espíritu, la presencia de tu hijo Jesús, también te pedimos como gracia, la presencia de María, la madre del cielo, la madre de todos en Jesús, acompañando la situación de enfermedad terminal, acompañando la partida de nuestros hermanos. Que tu amor los consuele para que no hagan ninguna fuerza en el momento de la partida, aunque ese es el impulso vital también en algún momento de esta lucha y de este combate del último momento, puedan abrirse con corazón bien dispuesto, puedan abrir sus ojos interiores para percibir tu presencia, que llega, que viene, que los busca y recibe.

Te pedimos querido Padre la paz y la apertura del corazón para todos estos hermanos que hoy se encontrarán contigo en el cielo.