18/10/2022 – Se cumplieron, recientemente, 60 años de la apertura del Concilio Vaticano II, este gran acontecimiento eclesial sin dudas impulsado por el Espíritu Santo que sigue obrando en la historia. Un acontecimiento profético…un “grito profético” que lanzó un pastor humilde, sencillo, como fue el papa San Juan XXIII (quien usó esta imagen de “abrir las ventanas para que entre un poco de aire fresco en la Iglesia”)… que sorprendió convocando a este encuentro de discernimiento que tuvo repercusiones en todo el mundo.
Un acontecimiento que marcó la vida de la mayoría de los que estamos escuchando porque, por ejemplo, impactó fuertemente en la vida religiosa, en la vivencia de la fe, en la religiosidad en muchos aspectos: desde el litúrgico (por los cambios en la celebración de la misa, en la lengua de cada país y no ya en el latín que no todos comprendían), hasta en la aceptación y promoción de la libertad de conciencia, el respeto y el acercamiento a los hermanos y hermanas de otras tradiciones religiosas
Tantas cosas que renovaron la Iglesia en momentos complicados de la humanidad… para que se renovara “en su ardor, en sus métodos y en su expresión”, como lo resumía cada vez que podía uno de los protagonistas silenciosos del Concilio, el cardenal polaco Karol Wojtyla, quien después se convertiría en Papa Juan Pablo II y hoy es San Juan Pablo II.
Repasamos detalles de la historia que tienen que ver con nuestro presente. No sólo lo histórico, sino, también, esto que está en la base de lo que el Señor quiere de la Iglesia: que sepa discernir los signos de los tiempos para renovarse y ser más fiel a su llamado de ir por todo el mundo predicando el Evangelio. Para hablar de esto, hemos convocado al padre Daniel Miño, sacerdote jesuita, profesor de Historia de la Iglesia en la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Córdoba.
El profesor nos explicó qué es un concilio y nos hizo un repaso rápido por los más importantes que hubo en la historia de la Iglesia. Respecto al Concilio Vaticano II nos aclaró que la renovación de este encuentro ecuménico, tiene que ver con que “la doctrina nunca se cambia… lo que se hace en los tiempos es redescubrir, reinterpretar, revalorizar, ver cómo se lleva ese tesoro que es la revelación que tenemos, como lo llevamos a los tiempos que nos tocan vivir… pareciera que en la época de la Iglesia el mundo había cambiado y el mensaje de la Iglesia estaba como un poco atrasado…”