Abrazados por el Amor de Dios en las estrecheces de nuestra vida

viernes, 14 de noviembre de 2008
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Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó:  "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?".  El respondió:  "Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán.  En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: ‘Señor, ábrenos’. Y él les responderá: ‘No sé de dónde son ustedes’.  Entonces comenzarán a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas’.  Pero él les dirá:  ‘No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!’.  Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera.  Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.  Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos".

Lucas 13, 22 – 30

El primer punto en el encuentro de hoy en la catequesis se titula así: la estrecha amplitud de la caridad hecha servicio.

Es bueno y es necesario aclararlo aunque parezca intrascendente cuando Jesús habla de la estrechez de la puerta se refiere a la exigencia de la caridad que supone amar a los demás como a uno mismo, amar al estilo de Dios que hace salir el sol sobre buenos y malos, es decir amar al enemigo, amar hasta dar la vida. La estrechez de la exigencia del amor.

De esa estrechez está hablando el Evangelio. De cómo el amor de Dios nos purifica y nos pone en situaciones de amar mucho más de cuanto nosotros desearíamos expresar en un gesto de amor a lo que no nos resulta agradable. Es el amor comprometido que pone en actitud de servicio el que nos permite encontrar la plenitud deseada. Lo dicho hasta acá hace que descartemos del horizonte interpretativo de la Palabra hoy la estrechez moralista de mínima desde donde muchas veces se plantea de manera sesgada el Evangelio.

Igualmente quedan al margen las estrecheces en sentido doctrinal que reducen el Evangelio casi a una ideología. Más todavía apagando la fuerza transformadora de vida que supone la buena nueva que se identifica con la persona de Jesús. Mis estrecheces moralistas, mis estrecheces doctrinales ideológicas. Es la estrechez de la vida puesta al servicio en la caridad.

Es el ajustar el corazón a dar y dar. La exigente manera de ajustar la vida a los demás aprendiendo a ponernos los zapatos de los otros en actitud empática lejos de reducirnos a un ámbito limitado nos universaliza éste tipo de estrecheces capacitándonos para ser hermanos de todos. Por eso queríamos titular éste primer punto del encuentro de hoy la estrecha amplitud de la caridad hecha servicio.

Cuantas veces vos te encontraste en tu vida en situaciones muy comprometidas, estrechas situaciones y de repente confiando viste abrirse delante de ti un horizonte inesperado porque te entregaste en el amor y de repente los pocos panes y peces que había entre tus manos para seguir adelante se multiplicaron y muchos pudieron disfrutar de tu alegría, de tu gozo, de la certeza que Dios está también en medio de las circunstancias más atravesadas.  

Compartimos bajo ésta consigna las estrecheces de vida