“Alaben al Señor y sírvanle con humildad”

viernes, 3 de febrero de 2023

03/02/2023 – Junto a los hermanos seglares franciscanos de diferentes regiones del país compartimos una vez más el ciclo “Voz de San Antonio”.

Luego de la oración inicial, los hermanos nos invitaron a profundizar en la Palabra de Dios, en esta ocasión, con el texto del Evangelio según San Mateo 5, 13-16 y que la Liturgia nos presenta para el próximo domingo 5 de febrero:

“Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su saber, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todo los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en el cielo”.

Como es habitual cada uno de los miembros del programa fue acercando su sentir y reflexión sobre aquello que dejó huella en su corazón e invitaron a los oyentes a hacer lo mismo: ¿Cómo me enfrento a este Evangelio? ¿Yo soy, día a día, la sal que da sabor, que aporta una mayor riqueza de amor y de esperanza a la vida de aquellos que caminan a mi lado?

“En esta lectio se nos sigue dejando enseñanzas para nuestra vida, nos va dejando abundante sabiduría aún cuando pasaron más de 2000 años y sigue vigente para nosotros que estamos llamados a ser compromiso permanente y ser fieles como los discípulos. Se nos incita a ser la luz del mundo llevando las obras buenas y siendo misericordiosos”.

En el programa se siguieron compartiendo las  virtudes de San Francisco de Asís y de los franciscanos  y se reflexionó en su gran humildad, reflejado en el Cántico de las criaturas:

“Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.

A ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte.

Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el Señor hermano sol,
por quien nos das el día y nos iluminas.

Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.

Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.

Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.

Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán.

Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar. Ay! de aquellos que mueran en pecado mortal.

Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad porque la muerte segunda no les hará mal.

Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad.”

Hubo momento también para tener presentes a los hermanos de vida consagrada en su día, por lo que se cerró el programa con la oración del Papa Francisco para la Vida Consagrada:

“Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, Padre de Nuestro Señor Jesucristo y Padre nuestro, acoge la oración que te dirigimos y ayúdanos a vivir apasionadamente el don de la vocación. Tú, Padre, que, en un designio gratuito de amor, nos llamas por el Espíritu a buscar tu rostro, en la estabilidad o en la itinerancia, haznos siempre portadores de tu memoria y que ella sea fuente de vida en la soledad y en la fraternidad, de modo que podamos ser hoy reflejo de tu amor. Cristo, Hijo del Dios vivo, tú, que casto, pobre y obediente, has caminado por nuestras calles, se nuestro compañero en el silencio y en la escucha: conserva en nosotros la pertenencia filial y hazla fuente de amor. Haz que vivamos el Evangelio del encuentro: ayúdanos a humanizar la tierra y a crear fraternidad, que sepamos compartir la fátiga de quien se ha cansado de buscar y la alegría de quien aún espera, de quien busca y de quien mantiene viva la esperanza. Espíritu Santo, Fuego que arde, ilumina nuestro camino en la Iglesia y en el mundo. Concédenos la valentía de anunciar el Evangelio y la alegría del servicio en la vida cotidiana. Abre nuestro espíritu a la contemplación de la belleza. Conserva en nosotros la gratuidad y la admiración por la creación; haz que reconozcamos las maravillas que Tú realizas en cada viviente. María, Madre del Verbo, vela sobre nuestra vida de hombres y mujeres consagrados para que la alegría que recibimos de la Palabra llene nuestra existencia, y tu invitación a hacer cuanto el Maestro dice (cf. Jn 2,5), nos transforme en agentes activos en el anuncio del Reino. Amén”

Te invitamos a escuchar el programa completo en el audio que acompaña esta nota