Amados y elegidos de Dios

miércoles, 4 de mayo de 2016

04/05/2016 – En la Catequesis de hoy el P. Javier Soteras invita a hacer memoria de las veces en que hemos experimentado el amor de Dios. Esos lugares se convierten en balsas y lugares de rescate para cuando la vida atraviesa por “oscuras quebradas”.

 

“Sabemos hermanos amados de Dios que ustedes han sido elegidos”
1Tesalonicenses 1,4

Este reconocimiento que Pablo hace de quienes somos a la mirada de Dios, somos sus hijos amados, somos los elegidos de Dios, tiene toda una significación esta doble terminología que Pablo utiliza para dirigirse a los Tesalonicenses y a los romanos. En dos oportunidades Pablo utiliza ésta misma expresión y tiene todo un eco que resuena en su riquísima tarea epistolar y que le viene desde el Antiguo Testamento con el cual Pablo tiene vínculos muy hondos, muy profundos en su naturaleza arraigada sin duda en la tradición más rica y milenaria de la fe Judea cristiana a partir del encuentro con Cristo Jesús.

Israel es el amado y elegido. Estos dos títulos, amado y elegido, tienen su raíz en el pueblo del Antiguo Testamento. Israel tiene conciencia de ser amado por Dios. Por ejemplo, dice el Deuteronomio 4, 37 que Dios ama a los Patriarcas y los eligió prometió guardar ese amor a toda la posteridad con la condición de que ellos fueran fieles a las exigencias de la alianza. Los profetas recuerdan con frecuencia éste amor de Dios. Amados, se da a los israelitas en una invocación de los salmos: que salves a tus amados dice el Salmo 60. El amor de Dios por su pueblo permanece, tiene características de fidelidad. No se arrepiente Dios, es gratuito. El estilo de amor con que Dios ama a su pueblo es como un hombre y una esposa se aman.

En Oseas 3,1 dice que Dios tiene éste tipo de amor por su pueblo: como ama un hombre a su mujer. Así Yahvé ama a los israelitas. Un amor incondicional. En los momentos de mayor angustia el pueblo es consciente de haber traicionado la alianza y pide a Dios que recuerde su amor por Abraham. “No nos retires tu misericordia”, reza Daniel 3,35 por amor a tu siervo, Abraham, tu amado. Allí Dios ha establecido un punto fundante con su pueblo en el amor. 

Cuando el pueblo postrado en el dolor de haber olvidado los caminos de Dios clama al cielo por la fidelidad de Dios y su misericordia lo despierta a Dios en la memoria el amor que tuvo por sus elegidos. Tal vez entre los amados de Dios Abraham sea de los más entrañablemente amados por El y el pueblo reconoce esto y por eso lo despierta a Dios en la memoria del amor a Abraham cuando ha caído en la infidelidad para que sea justamente desde aquel amor gratuito donde Dios fijándose en su propia fidelidad vuelva a regalarle al pueblo en gratuidad el amor que ahora no merece por haberse apartado de Él.

En estos tiempos dolorosos en donde sentímos que no nos alcanza ni el bolsillo ni el modo como hemos planteado la justicia, el modo de convivencia democrática, los estilos de liderazgo en la familia, las responsabilidades civiles…. No nos alcanza, no nos da, no podemos, no es suficiente… y cuando uno se siente apretado es cuando salimos para arriba. Es la experiencia de siempre del ser humano cuando se ve frente a su propio límite. Es el cielo el lugar donde se nos abre por delante. Si vos sentís que en este tiempo necesitás volver a Dios, hacé memoria de qué momento de amor en la vida familiar, fraterna, comunitaria recibiste y pedile a Dios que se acuerde y que lo continúe haciendo. Ahí vendrá el Señor a nuestro encuentro.

Al elegir Dios hace fiesta

Amor de gratuidad, amor fiel, amor incondicional, entrañable amor, amor que se hace alianza. Amados de Dios son los que en el Antiguo Testamento se reconocen bajo la mirada de un Dios que vela por sus hijos. Dependiendo de la idea del amor aparece la elección. Cuando se sabe amado el pueblo se sabe reconocido y elegido.

El concepto de Israel como pueblo elegido está enraizado, entrelazado en el vínculo que Israel tiene con Dios en torno al amor fiel de Dios que permanece por siempre. Solo porque se descubre amado fielmente por Dios pueda reconocerse elegido de Dios. Cuando uno de nosotros elige algo lo que hace es separar eso que elige de lo demás y lo reserva para si. Elegimos, tomarnos un día de descanso y separamos el día de los días de trabajo. Elegimos tener una salida familiar. Rompemos con el modo habitual de convivencia y vamos a un lugar que hemos elegido. Nos separamos del ritmo habitual.

Cuando Dios elige a su pueblo hace fiesta, osea una ruptura de lo habitual con un nuevo escenario. Es hermosa la expresión que Dios utiliza en éste sentido con el profeta Elías cuando el en la soledad del monte después de haber caminado por un largo rato hasta llegar a la cueva donde busca esconderse porque Jezabel lo quiere matar, Dios le dice : yo me he reservado para mi siete mil hombres entre hombres y mujeres. Quiere decir que he separado éste resto que me será fiel. En momentos determinados del proceso histórico del pueblo de Israel la elección se hace clarísimamente por un grupo que se constituye en un resto que va a ser fiel a Dios y que va a permitir el resurgir del pueblo.

¿Cómo se hace para darse cuenta de esta elección que Dios estaría haciendo por mí?. Esperar a que Dios revele su presencia. ¿Y dónde acontece esto? En la interioridad. Por lo tanto a la sensación de agobio, de vacío y de desierto donde uno puede estar interiormente agobiado, hay que darle el lugar a que el Señor baje. Y en esos lugares inhóspitos, dejar que Dios nos visite y nos abra a un nuevo modo de estar. Entonces hay fiesta en el alma cuando Dios pone su mano su nosotros. Que sea este un tiempo de poder reconocer que hubo buenos tiempos en los que Dios mostró su rostro y desde ahí esperar a que Él vuelva a poner su mano. Tal vez que Dios ponga su mano en mi interior, venga a partir de hacer memoria de otros tiempos en donde Dios mostró su amor entrañable por vos. 

Pablo por dos oportunidades en Romanos 1, 7 y en 1Tesalonicenses 1,4 habla de los amados y de los elegidos de Dios, los santos. La elección y el. “No digas en tu corazón por mis méritos” dice Deuteronomio 9,4 y justamente en ésta perspectiva en la que Pablo propone el vínculo nuevo con el Dios del amor que se revela en Cristo Jesús a todos. Solo a ustedes los elegí entre todas las familias de la tierra por eso les haré rendir cuentas de todas sus iniquidades dice Amós, haciéndose eco de esto reconoce que justamente en el don de la gratuidad donde somos invitados a responder con mayor responsabilidad a la elección que Dios nos ha hecho. Es la conciencia que tiene ya Israel de que la elección que Dios hace es toda una tarea, un trabajo, una responsabilidad que le cabe por delante. La gratuidad de Dios compromete en el amor y desde el amor.

Vos también sos un elegido, un amado por Dios. Que hoy lo sientas así. ¡Cuánto amor de Dios para vos! Cuánto amor y delicadeza con que Dios te ha cuidado. Y seguramente volverlo a escuchar te hará hacer memoria de cuántas veces te ha dicho cuánto te amaba. Con su amor nos hace pertenecer al lugar de donde Él es: el amor del Padre, del hijo y del Espíritu Santo.

La elección que Dios hace de Israel es un acto gratuito que tiene el amor de Dios como única razón de ser pero la elección y la separación implican un fin. Cuando Dios elige es para encargar una misión. Israel es amado por Dios. Es elegido y santificado con una misión: Ser pueblo para que sean sus testigos, me reconozcan y conozcan, me crean y sepan que yo soy. Para llevar la salvación mucho más allá de los confines de la tierra. 

Padre Javier Soteras