Amor torpe

jueves, 1 de febrero de 2007
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¿No seré un mediocre Señor? ¿No seré un mediocre?

Y sin embargo, no puedo negar que lo quiero sinceramente.

El que se lo merece todo ¿por qué soy tan torpe?

Cuando estoy con Vos en la oración, enseguida me distraigo.

Me voy a mis cosas. ¡Qué falta de delicadeza, Señor!

Te pido perdón, pero me parece que soy un descarado.

Cómo te utilizo burdamente.

Estoy tan seguro de tu amor, que me permito disponer de mí mismo sin contar con Vos.

Me encierro en mis tareas,

Vos ya sabés, en definitiva, que todo es para Vos.

Pero, lo vivo como mío, a mi modo, a mi estilo, a mi manera.

 Me cuesta confiar en Vos, si no respondés a mis planes, a mis proyectos, si creo que tengo algún derecho; por ejemplo, si te pido o deseo algún bien espiritual en relación directa con Vos, entonces especialmente, soy egoísta, empecinado.

¡Qué poco y qué mal amo a los que Vos amás, Señor!

A los desgraciados, a los chicos hambrientos, a los despreciados, a los pecadores, qué torpeza la mía Señor.

Hasta cuando ayudo al prójimo es como si le hiciese un favor.

Cuando participo en la Eucaristía en la misa me resuena el corazón, ciertamente.

La Palabra, la acción de gracias, el Padrenuestro, el signo de la paz, la comunión, pero….

¿Por qué se me diluye todo tan pronto? ¿Por qué?

Rutina, falta de profundidad, espinas, piedras en el camino, cardos…

Soy un privilegiado realmente que dispone de los tesoros de la Iglesia, la sagrada escritura: la Biblia, la comunidad cristiana, los sacramentos, el testimonio de otros hermanos en la fe, los libros espirituales, las reuniones periódicas para profundizar en mi vocación cristiana, retiros, convivencias, encuentros, la colaboración con otros en la misión cristiana.

Apenas lo agradezco, apenas lo agradezco.

Critico interiormente lo que tengo muchas veces, frustrándome, y me parece encima que doy, y recibo.

¡Qué amor más ciego!

Estoy envuelto en tu Misericordia cada minuto y ¡no me entero!

A veces, siento en la intimidad que me atraés mucho, pero también que me resisto.

Qué dureza de corazón con los míos también.

En la familia, en la comunidad, susceptible, exigente, interesado, me asusta esta dureza.

Porque es como… la muerte.

Menos mal que Vos me atraés suavemente con una ternura indecible y vuelvo más humildemente a aceptarme a mí mismo y a aceptar a los míos en tu Nombre, con tu Gracia.

Soy tan torpe realmente que ni siquiera se gozar del amor cuando Vos te manifestás personalmente, o a través de las personas que me quieren.

No sé abandonarme con sencillez, salir de mi mismo, adorar.

No sé asombrarme, no sé admirarme, no sé maravillarme.

Dame Señor un corazón de niño.

Dame Señor un corazón simple y sencillo.

Dame Señor un corazón de pobre, cadenciado, necesitado, sinceramente abierto a tu Gracia.

Que te busque como lo absoluto de su vida, que te busque como eje o centro.

Sí Señor, dame el corazón de María, el corazón de Francisco, el corazón de Teresa, el corazón de Ignacio, el corazón de Juan de la Cruz, el corazón de Juan Bosco, de Teresa de Calcuta.

Dame el corazón de José Gabriel Brochero, de Laura, de Ceferino.

Dame ese corazón pobre, un corazón de niño para asombrarme por las maravillas de tu Amor en mi, en los demás y a través mío en todos.

Amén.