Animar el voluntariado con los sentimientos del Buen Pastor

martes, 10 de mayo de 2022
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10/05/2022 – Como cada semana nos acompañó María Cecilia Jaurrieta, de la Orden franciscana seglar, en el ciclo “Vivir para servir: la espiritualidad del voluntariado”.

María Cecilia comenzó el espacio destacando vínculo eucarístico con el servicio al recordarnos las palabras de Jesús “Este es mi cuerpo que será entregado por ustedes” (Lc 22,19):

“El voluntariado es una de las consecuencias del discipulado y así como el Maestro se entrega todo también el seguidor se entrega por completo a la misión. Eso es un proceso que se despierta con el encuentro con Jesús”, puntualizó.

En este sentido nos recordó las palabras de Benedicto XVI: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona».

Éste es el momento para decir a Jesús esta oración del Papa Francisco en Evangelii Gaudium: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu Amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor. Acéptame una vez más entre tus brazos redentores».

Animación desde el liderazgo y la gestión

Como todo grupo organizado para cualquier actividad el voluntariado requiere necesariamente animación, que es el término cristiano correspondiente a liderazgo y gestión.

El término “animación”, proviene del griego (“ánima”) y el latín (“animus”).

Ánima hace referencia a dar vida, aliento vital, accionar el pensamiento y la responsabilidad individual y grupal en la toma de decisiones. Animus, por su parte, implica cambio, ayuda, crecimiento. Sugiere acciones, implica movimiento, impulso, motivación, transformación, etc.

Por lo tanto, etimológicamente, la animación infunde vida, implica el “actuar sobre algo”, motiva para la acción, es un proceso relacional, es decir, “actuar en” una sociedad.

Un animador/a tiene que dar vida, ser responsable y decidido/a para provocar un cambio en los colectivos y por lo tanto llegar a una transformación de la realidad.

Tomando una analogía de la química, un animador tendría que ser un catalizador de procesos, tanto personales como comunitarios, pero sin intervenir en ellos.

Para animar un grupo sano hay que:

-compartir las cosas sencillas de la vida

-pedir opiniones a todos con un espíritu genuino de que todos participen

-estar interesados en sus vidas personales

-promover una comunicación interna fluida

-confiar nuevas responsabilidades

Además, María Cecilia nos recomendó dos libros: “Ser voluntario, un estilo de vida (Hermana Anna Falola) y “Orientar personas, despertar vidas” (de Anselm Grün)

Además nos compartieron su testimonio de servicio Carolina y Paola, voluntarias de ‘Puerta abierta’ un espacio animado por las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor cuyo carisma es acompañar mujeres en situación de prostitución.

Te invitamos a escuchar el programa completo en el audio que acompaña esta nota