Anuncio de Cuaresma

miércoles, 20 de febrero de 2008
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La vigilia Pascual nos pone frente a una dinámica que forma parte de la vida y tiene que ver también con los bosques que es el invierno y la primavera, la muerte y la resurrección, el desaparecer y reaparecer, el sufrir para luego gozar y es un tema bastante difícil de abordar en un mundo de crucificados, en un mundo de sufrientes.

 

¿Cómo hablar de la cruz en un mundo donde la cruz se ha tornado en algunos casos insoportable?

¿Cómo puedo presentar la cruz como una bendición, como una liberación cuando estamos experimentando que la cruz es una maldición en el mundo contemporáneo?

 

Los judíos quisieron castigar a Jesús para lo cual cargaron una pesada cruz en su espalda y lo crucificaron, Jesús transformó el castigo como una bendición y asumió la cruz como una forma de rescate y como una forma de ser solidario con todos los crucificados de la historia.

El nos dejó un ejemplo y ese ejemplo ha sido y es seguido por millones y millones de personas.

 

¿Cuántas madres hoy cargan silenciosamente con la cruz de ver como sus hijos se pierden en la droga?

¿Cuántos hombres y mujeres cargan silenciosamente con la cruz del desempleo cotidiano?

¿Cuántos hombres y mujeres cargan silenciosamente con la cruz de una desavenencia matrimonial?

¿Cuántos hombres y mujeres cargan silenciosamente con la cruz de un trabajo que los explota y los exprime y no cumple siquiera con las necesidades básicas?

 

Incontables desgarros, como María al pie de la cruz.

 

¿Cuántas personas se introducen hoy en el mundo de la villa, movidas por la solidaridad y el amor y participan en estas estaciones de muerte y de doloroso vía cursis del pueblo mediante creación de albergues infantiles, escuelas, centros asistenciales?

 

¿Cuántos otros asumen el trabajo de los que no tienen tierra, de los sin hogar, de los que luchan a diario por la reforma de las estructuras sociales que oprimen o por la reforma de políticas que nos son sociales a favor de viviendas dignas, a favor de familias más desfavorecidas?

 

¿Cuántas personas son difamadas, perseguidas, ignoradas por comprometerse en la lucha contra las mafias de la corrupción, de la droga, la prostitución infantil, el tráfico de armas, la coima?

 

¿Cuántas personas castigadas con el silencio opresor en sus lugares de trabajo por ser personas comprometidas con la verdad?

 

¿Cuántas personas deportadas?

 

¿Cuántos jueves, periodistas, abogados sin miedo alguno denuncian y como consecuencia se ven obligados a cargar pesadas cruces sobre sus hombros y los de su familia porque se quedan sin trabajo, les cierran las puertas o incluso les quitan la vida?

 

¡Cuántas cruces llenas de dignidad!

 

Y otros que están en la cama de un hospital aquejados por alguna enfermedad terminal o por alguna enfermedad paralizante tratando de dar un sentido a la vida que se va extinguiendo entre espantosos dolores y se encamina sin remedio hacia la muerte.

 

¿Qué sentido tiene la cruz en estos casos?

 

Estas situaciones y otras nos invitan a hablar de la cruz y de la muerte de un modo liberador, iluminados por Aquel que también cargó con la cruz, que también sufrió la tortura, que también sufrió la muerte y que para sorpresa de todos resucitó en vida transfigurada. Me estoy refiriendo a Jesús de Nazaret.

 

¿Cómo hablar de la cruz en un mundo de sufrientes, de crucificados, sin que éste hablar de la cruz signifique una resignación a aquello que justamente no debe producir resignación?

Significa hablar de una opresión, de un consuelo intimista o quietista a un dolor que nos deja sin la llave que el Señor nos ha querido dar a través de su resurrección que es la transformación del mundo en un mundo de resucitados y no de crucificados.

 

Boff dice: “El arte de las artes teológicas es saber hablar de la cruz y de la muerte”

 

El bosque supone un aprendizaje. El invierno es durísimo, de sólo pensar que esa vida frágil soporta el peso de tanta nieve, frío y oscuridad produce escalo fríos. La fuerza destructiva del invierno, ver todo el follaje destruido, pensar en la inclemencia del tiempo en esos meses lleva a pensar en nuestras propias pérdidas.

Cuando realmente quedamos desnudos a la intemperie, con nuestras ramas secas, con nuestro anhelo hecho trizas, con la sensación de que la oscuridad nos cubre, de que la noche se hace muy larga y un rayo de luz nos consuela pero sólo para seguir soportando la noche.

Es la cruz, es la muerte, es el dolor, es la pérdida.

 

Todos hemos pasado y necesariamente vamos a pasar por este ciclo de muerte-vida, muerte-vida-muerte ó vida-muerte-vida.

Es que poner las cosas en su lugar no es una cuestión menor, porque si es muerte-vida-muerte la palabra final la tiene la muerte y si es al revés, la palabra final la tiene la vida.

 

Saberlo no consuela, uno sabe que Jesús murió y resucitó y eso ¿qué tiene que ver con los problemas que yo enfrento cada día?

Es que me deshoja, me muero, me seco, siento verdaderamente que el hacha me quiebra y en este sentido hay que diferencial las lastimaduras que produce el hombre y los que produce el mismo ciclo vital.

Dios ha querido que