01/04/2020 – Junto al Padre Ángel Rossi sj compartimos pinceladas de esperanza, en tiempos difíciles y de paciencia. “Estas charlitas pretenden ser un darnos una palmadita, un saludo cada día, para ir viviendo con ánimo este tiempo difícil” comentó el sacerdote jesuita.
Hoy se me ocurría, leyendo a dos autores González Buelta (Jesuita) y Max Alexander (Benedictino), donde ellos afirman que la fecundidad tiene dos condiciones, la perseverancia y la aceptación de la poda. Ya con hablar de poda, uno se refiere a lo que estamos viviendo que ciertamente tiene algo o mucho de poda. En la parábola de la vid, Jesús nos dice que toda poda venga de Dios o sea por el permitida, sirve para tener más vida y si bien Dios no puede atar el brazo del que corta ni detener el filo del hacha; si puede orientar hacia la vida un golpe que ha sido dirigido hacia la muerte, puede transformar la destrucción en una poda que la vid dará mejores frutos. El árbol en el invierno o al ser podado, sobre todo el árbol de la vid aparenta muerte pero la sabia de Dios, su gracia como dice el evangelio trabaja en lo escondido y de pronto como fruto de ese permanecer, de esa perseverancia irrumpe la primavera frágil pero indetenible y entonces el tiempo de la sorpresa en el que se constata una vitalidad asombrosa ya imposible de esconder y de detener. Interesante porque para el ojo inexperto, en la vid cuando se ha podado la vid o en el invierno parecería que en esa vid ya no palpita vida alguna, todo luce tan seco tan mustio tan muerto no queda más que cortarla y echarla al fuego sin embargo al tercer mes del invierno cuando esta por despuntar la primavera el ojo experto del viñador, que ciertamente no soy yo, espera impaciente ver asomar una pequeñísima lagrima de sabia, allí mismo donde la poda dejara herida aquella rama y detrás de esa lagrima vendrá toda la linfa, la sabia de vida fuerte que latia como dormida como sepultada allí adentro. Uno traslada, imagina a los tiempos que vivimos la poda puede tomar tantas formas: fracasos, ausencias, enfermedades, incomprensiones, ingratitudes… En todo caso la poda, en este caso hay que ponerle el nombre de esta Pandemia, pero en todo caso y uno se da cuenta de esto, a esa poda no la decido yo, yo no decido la forma de la poda, no se da cuando uno lo quiere o lo prevee, no siempre viene de donde uno lo esperaba. Justamente este es el desafío, la aceptación no es lo mismo que la resignación. La resignación es negativa, suele ser la base del resentimiento, en cambio la aceptación es positiva, es buena y es la base de la gratitud. No significa pasividad, no significa conformismo, sino que es reconocer la realidad. Reconocer la realidad supone también reconocer sus posibilidades de evolución y este es el desafío para nosotros, confiar que esta poda que estamos en este momento sufriendo, hay que animarse a creer que en algún momento en esa parte más dolorosa en algún momento brotara esa sabia de esperanza que nos hace ir hacia adelante y confiar como se suele decir que esto pasará, quizás no sin lágrimas pero siempre mirando hacia adelante con esperanza. Que Dios me los bendiga, hasta la próxima.
Hoy se me ocurría, leyendo a dos autores González Buelta (Jesuita) y Max Alexander (Benedictino), donde ellos afirman que la fecundidad tiene dos condiciones, la perseverancia y la aceptación de la poda. Ya con hablar de poda, uno se refiere a lo que estamos viviendo que ciertamente tiene algo o mucho de poda.
En la parábola de la vid, Jesús nos dice que toda poda venga de Dios o sea por el permitida, sirve para tener más vida y si bien Dios no puede atar el brazo del que corta ni detener el filo del hacha; si puede orientar hacia la vida un golpe que ha sido dirigido hacia la muerte, puede transformar la destrucción en una poda que la vid dará mejores frutos.
El árbol en el invierno o al ser podado, sobre todo el árbol de la vid aparenta muerte pero la sabia de Dios, su gracia como dice el evangelio trabaja en lo escondido y de pronto como fruto de ese permanecer, de esa perseverancia irrumpe la primavera frágil pero indetenible y entonces el tiempo de la sorpresa en el que se constata una vitalidad asombrosa ya imposible de esconder y de detener.
Interesante porque para el ojo inexperto, en la vid cuando se ha podado la vid o en el invierno parecería que en esa vid ya no palpita vida alguna, todo luce tan seco tan mustio tan muerto no queda más que cortarla y echarla al fuego sin embargo al tercer mes del invierno cuando esta por despuntar la primavera el ojo experto del viñador, que ciertamente no soy yo, espera impaciente ver asomar una pequeñísima lagrima de sabia, allí mismo donde la poda dejara herida aquella rama y detrás de esa lagrima vendrá toda la linfa, la sabia de vida fuerte que latia como dormida como sepultada allí adentro.
Uno traslada, imagina a los tiempos que vivimos la poda puede tomar tantas formas: fracasos, ausencias, enfermedades, incomprensiones, ingratitudes… En todo caso la poda, en este caso hay que ponerle el nombre de esta Pandemia, pero en todo caso y uno se da cuenta de esto, a esa poda no la decido yo, yo no decido la forma de la poda, no se da cuando uno lo quiere o lo prevee, no siempre viene de donde uno lo esperaba.
Justamente este es el desafío, la aceptación no es lo mismo que la resignación. La resignación es negativa, suele ser la base del resentimiento, en cambio la aceptación es positiva, es buena y es la base de la gratitud. No significa pasividad, no significa conformismo, sino que es reconocer la realidad. Reconocer la realidad supone también reconocer sus posibilidades de evolución y este es el desafío para nosotros, confiar que esta poda que estamos en este momento sufriendo, hay que animarse a creer que en algún momento en esa parte más dolorosa en algún momento brotara esa sabia de esperanza que nos hace ir hacia adelante y confiar como se suele decir que esto pasará, quizás no sin lágrimas pero siempre mirando hacia adelante con esperanza.
Que Dios me los bendiga, hasta la próxima.
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