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Aprender a vivir con lo que tenemos
lunes, 11 de junio de 2007
Jesús atravesó el mar de Galilea llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud al ver todos los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió a una montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los ojos Jesús vio que una gran multitud acudía a El y dijo a Felipe: ”¿Dónde compraremos pan para darles de comer?”. El decía esto para ponerlo a prueba porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: “Doscientos denarios no bastan para que cada uno pueda comer un pedazo de pan”. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, ¿pero qué es esto para tanta gente?”. Jesús le respondió: “Háganlos sentar”. Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y lo distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos Jesús dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos que sobran para que no se pierda nada”.
Juan 6, 1 – 12
En Jesús tenemos el clarísimo testimonio de como superar una situación complicada y difícil, con lo que se tiene, con lo que hay, con lo que se cuenta.
El sabía cuál era la necesidad que se planteaba: había que dar de comer a una multitud. Estaban como ovejas sin pastor. Jesús, que en su “compadecerse” les predica por largo rato, al final se da cuenta que no sólo bastan las palabras para llenar el corazón humano, sino que, el ser humano, en su más integral de los sentidos, también supone la parte del trabajo en la promoción para que pueda dignamente vivir.
Lo cual es toda una enseñanza que nos deja el texto de la multiplicación de los panes a los que llevamos adelante tareas de evangelización. En ese contexto de verse apretado, porque había que darle de comer a la multitud, Jesús recurre a lo que tiene a la mano: sus discípulos, “denles de comer”, ¿cómo vamos a hacer para darle de comer a esta multitud?, sin embargo, uno de ellos dice: “aquí tenemos algo”, tenemos a un niño con cinco panes y dos pescados, y entonces, Jesús, con ese poco, comienza a repartir y a dividir.
Como lo escuché ayer tan bellamente predicar a mi hermano Francisco, decía: “Tal vez a este Evangelio haya que cambiarle el nombre, en vez de “la multiplicación de los panes”, ponerle “la división de los panes”, porque es en el partir y en el compartir donde comienza a surgir el milagro de que no se acabe lo que hay.
De esto yo estoy seguro, vos tenés también experiencia de los milagros cotidianos, en medio de situaciones emocionales críticas, en medio de situaciones de tiempo críticas, en medio de situaciones económicas críticas, vos viste multiplicarse el pan, viste multiplicarse el tiempo, viste multiplicarse tu afecto, tu cariño, tu amor, tu emotividad, cuando estabas en una situación apretada como la de Jesús.
Son los milagros cotidianos donde en lo poco encontramos sobreabundancia, y sobra todavía para dar si alguien más quisiera o esperara de nosotros lo que tenemos para ofrecer. De eso se trata el vivir con lo que tenemos, de aprender a vivir con lo que tenemos y descubrir que en ese lugar de lo cotidiano, Dios, como hace dos mil años, realiza milagros.
Te cuento como surgió ésta catequesis. Cuando me pongo a pensar porqué estoy proponiendo lo que propongo, me doy cuenta que tiene que ver con lo que vivo. Ayer, cuando al medio día ya teníamos resuelto que comer en casa, pensando para la noche y teniendo que prevenir que hacer cuando se acabara lo que teníamos para comer al mediodía, y que seguro con nosotros no iba a sobrar, por cierto estaban muy ricos los ravioles que nos mandó doña Evelina, decidí no salir a comprar y dije: “acá debe haber que hacer para la noche”, un poco sobró y otro poco con lo que había, unas berenjenas puestas al microondas con un poquito de queso, un poquito de albaca, aceite suficiente.
De ahí viene la historia de haber experimentado ayer esto de: “Con lo que se tiene”, no había mucho en la heladera, porque no había hecho tiempo de hacer las compras el fin de semana, nos tomó la asamblea de la familia de Radio María en Argentina, así es que nos arreglamos con lo que había, como las historias que cuentan ustedes con tanta crudeza, tanta veracidad, tanto amor y tanta alegría.
Ser austero es vivir con lo que uno tiene y vivir agradecido con lo que uno tiene, cuando somos austeros, el espíritu de la discreción se desarrolla más fácilmente en nosotros, aprendemos a ser discretos, medidos, no “medidos” en cuanto a ajustarnos prolijamente a todo lo que hay que hacer y cumplir con eso casi de manera obsesiva, como a veces entendemos mal a las personas medidas, que son más bien aquellas que viven dependiendo de su propia figura y entonces todo lo hacen de una manera prolija y nada se escapa del esquema que tienen preorganizado y responde a su persona lo que realizan medidamente.
No, lo medido surge de la austeridad, y la austeridad, cuando toma cuerpo en nosotros, da facilidad al desarrollo del espíritu de discreción, donde crece y aumenta en nosotros la gracia del discernimiento.
La persona que aprende a vivir con lo que tiene, le siguió la pista a Dios en una inspiración muy simple y muy sencilla, sabe seguir, desde lo que había y desde lo que tiene, lo que Dios le va mostrando providencialmente.
Dios se hace providente en los momentos más complicados y más difíciles, es sencillamente un acto de confianza que se nos pide, aprender a descubrir que Él está en lo simple y a la mano tenemos la respuesta de lo que estamos buscando.
El problema es cuando desesperamos, cuando llegamos a tocar fondo o encontramos un límite muy concreto que nos dice: “no des un paso más allá, es con lo que tenés aquí con lo que tenés que valerte”, solamente cuando tenemos esa experiencia, sin desesperarnos, confiando en Dios y buscándole la vuelta, hay salida y hay camino donde aparentemente para nosotros todo se había complicado demasiado y en el enredo habíamos quedado sin la posibilidad de dar un paso más hacia adelante.
Pequeñas historias que son grandes historias de amor donde vivimos, como decimos en Córdoba, “con lo que hay”.
Aprender a vivir con lo que tenemos, vivir en la providencia, vivir en Dios, sabiendo discernir por donde caminar en medio de la crisis.
Lo que tenemos a mano, es lo más hermoso que pasa en los momentos donde la austeridad gana nuestro corazón, y elegimos vivir con lo que tenemos, porque no se trata de encontrarnos de golpe con una situación que nos dice “viví con lo que tenés”, sino elegir vivir con lo que tengo, se trata de hacer opción por la austeridad, por la pobreza, para vivir evangélicamente.
Felices los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos, porque cuando uno es pobre aprende a vivir en el cielo realmente, cuando vive con lo que tiene, con lo que hay, cuando se acomoda a lo que se le ofrece entre las manos, cuando vive de esa manera, vive más libre, vive con el corazón verdaderamente más suelto, más liberado, con lo que hay, con lo que tenemos, con lo que entre las manos se nos da, aprendemos a valorar cada cosa en un sentido distinto.
Como decía un amigo mío: “Yo me pregunto, ¿por qué no le dan a mi vieja el ministerio de economía?”, su madre hacía milagros en la cocina en los momentos más duros y más difíciles, como diciendo, si esta mujer, que sabe administrar desde la pobreza que tenemos, la casa, y la sigue llevando a adelante no sólo para sostenerse, sino con dignidad, con belleza, con amor y con cariño, ¿por qué no le dan a mi vieja el Ministerio de Economía?.
Es una propuesta hermosa la de ir haciendo, con lo que Dios nos pone entre las manos, con lo material, con lo espiritual, con lo intelectual, con lo profesional, con el servicio de caridad, con nuestro encuentro fraterno, con nuestros vínculos, digamos: “Divina Providencia”, y Dios seguramente se mostrará grande.
Como lo dice Él en la Palabra, en el capítulo 12 del Evangelio de Lucas, Jesús nos invita a esto justamente:
“No se inquieten por la vida pensando que van a comer, ni por el cuerpo, pensando con que van a vestir, porque la vida vale más que la comida y el cuerpo vale más que el vestido. Fíjense en los cuervos, no siembran, no cosechan, no tienen dónde poner el grano y Dios los alimenta. ¿Cuánto más valen ustedes que los pájaros? ¿Y quién de ustedes, por mucho que intente, puede añadirle un instante al tiempo de su vida?. Si aun las cosas más pequeñas superan sus fuerzas, ¿por qué se inquietan por las otras?. Fíjense en los lirios del campo, no hilan, no tejen, sin embargo, les aseguro que ni Salomón en el esplendor de su gloria se vistió como uno de ellos”
, la Palabra de Dios nos enseña a vivir con lo que tenemos.
Vivir con lo que uno tiene, hacerse a la realidad de lo que uno tiene y administrar los recursos que a uno le tocan, no quiere decir no proyectar la vida, puede ser una tentación esta de pensar que uno vive con lo que tiene y entonces uno vive resignadamente, que es justamente la consigna que dimos de lo que
no
se trata “vivir con lo que tiene”.
Vivir con lo que uno tiene tampoco quiere decir proyectarse en el progreso y ambiciosamente buscar alcanzar más allá de lo que le da el tiro del propio pantalón.
Vivir con lo que uno tiene y aspirar a progresar es lo que Dios quiere en la medida en que eso con lo que progresamos nos alcance para nosotros y para compartir con otros, particularmente para los que por distintas circunstancias menos tienen, menos pueden y menos saben.
El que aprende a vivir con lo que tiene, aprende a dar también de su pobreza y aprende a ofrecer de su pobreza, porque entiende que la lógica de su providencia, como dice el Evangelio de hoy: “lo que tenemos puesto en las manos de Dios se multiplica”. Acá sólo hay cinco panes y dos pescados y ¿qué es esto para toda la multitud?, dice uno de los discípulos. Jesús dice: “tráiganlos acá”. El niño lo ofrece, lo ha entregado, esto es lo que yo tengo, y a partir de allí la cosa empieza a ser distinta.
Vivir con lo que tengo, no resignadamente, sino buscando progresar, crecer, y a partir de allí compartir con los que menos tienen, pueden y saben.
Austeridad y solidaridad, pobreza y entrega, esta es la lógica del Evangelio que nos hace verdaderamente ricos.
“Ustedes”, dice Jesús, “a los tesoros pónganlos en el cielo, allí no hay polillas que los vaya a corroer ni tampoco nada que lo corrompa. Los tesoros que ustedes tienen puestos en el cielo permanecen para siempre”.
Por eso el ejercicio de vivir con lo que tenemos no es sencillamente despertar en nosotros ese espíritu de creatividad, de confianza y de esperanza, sino mucho más, aprender a descubrir que todo se pasa y que al final lo único que queda está en lo que pusimos en llegar hasta allá, lo que está en el cielo.
Nadie se lleva nada de aquí, en todo caso deja, tratemos de ubicarnos en este sentido para que tampoco entendamos la pobreza como aquel lugar donde nos limitamos a nosotros mismos, sino como aquel lugar donde bendecimos a Dios.
Yo digo, como empezamos esta historia nuestra que hoy está en cincuenta lugares de la República Argentina: con un micrófono, y solo teníamos la certeza que Dios quería desde ese micrófono una radio para todo el país.
Cuando yo lo cuento, todos dicen “claro, la cuentas ahora porque ya están en todas partes”, no, así es, y está documentado que así pensábamos, así creíamos con el padre Pancho, que con ese micrófono seguimos la pista por donde Dios nos iba llevando.
No nos hicimos más ricos sino que compartimos más, pudimos abrirnos más para que más tengan la posibilidad de recibir esta gracia de la presencia de Jesús en su oído, en su corazón, en su vida, cotidianamente, acompañándolos, alentándolos y consolándolos de manera constante.
Vivir con lo que tenemos no es limitarnos a crecer, por el contrario, es aprender a crecer y a progresar en Dios, que es distinto a crecer y progresar desde la ambición o desde sólo el deseo, como decían por allí algunos, de tener por tener.
En Dios también se puede progresar, en Dios también se pueden dar pasos de crecimiento en los distintos aspectos de la vida, es más, Dios nos quiere desarrollándonos integralmente en lo espiritual, en lo económico, en lo vincular, en lo laboral y en lo profesional, aprendamos a vivir con lo que tenemos, para aprender a valorar la presencia de Dios en lo simple, aspirando a crecer en Él para madurar en Él, darle gloria y servir mejor a nuestros hermanos.
Pensaba el otro día mientras veía en televisión la historia de los inmigrantes, en ese canal que tiene la nación, se llama Encuentro, es cultural, muy bueno, veía el arribo de cuatro millones de inmigrantes en la primera llegada, sin nada, a hacer patria, a construir, a reconstruir, a aprender a vivir con lo que se tenía y a partir de allí comenzar a crecer.
¡Qué lindas historias!, ¡que bueno hacer memoria de los nuestros, que llegaron muy pobres y poco a poco fueron dignificando su vida y nos dejaron un camino abierto para vivir nosotros también dignamente, para bendecir a Dios en la memoria de ellos!.
Padre Javier Soteras
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