23/12/2025 – En las vísperas de la Navidad, en el programa «Por la Vida», el Dr. Nicolás Lafferriere, propuso una reflexión sobre la Navidad y el valor de la vida humana, sobre cómo el misterio del nacimiento del Señor Jesús ilumina todo el misterio de la vida y ofrece orientaciones para la esperanza y para el trabajo por la vida. El sentido último de lo que hacemos no surge solo de un valor puramente natural de la vida, sino que está animado por la certeza del don de Dios, del don de la gracia y de la salvación que nos mueve a celebrar la vida.
Para comenzar, Lafferriere retomó el inicio de la encíclica Evangelium Vitae de San Juan Pablo II, que este año cumplió treinta años. Allí se afirma que el Evangelio de la Vida está en el centro del mensaje de Jesús y es anunciado como buena noticia a los hombres de todas las épocas y culturas. En la aurora de la salvación, el nacimiento de un niño es proclamado como una gran alegría: “Hoy ha nacido el Salvador”. La Navidad pone de manifiesto el sentido profundo de todo nacimiento humano, y la alegría mesiánica constituye el fundamento de la alegría por cada niño que nace.
Jesús mismo lo expresa al decir: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. Esa vida nueva y eterna consiste en la comunión con el Padre, a la que todo hombre está llamado gratuitamente. En esa vida encuentra pleno significado cada aspecto y cada momento de la existencia humana. Por eso, la primera clave de la reflexión es la alegría.
La Navidad es el anuncio gozoso de un nacimiento, y ese nacimiento ilumina la alegría de todos los nacimientos.
En un tiempo histórico en el que se difunde el aborto y donde muchas veces una noticia de embarazo puede ser recibida con pesimismo, se vuelve necesario recuperar la alegría de celebrar cada nacimiento. Cada vida vale, cada vida trae una nueva historia, un nuevo hermano o una nueva hermana, llamados a la comunión plena con Dios y a la plenitud de la vida. La vida en esta tierra se ilumina a la luz de esa vida plena que trae el Señor Jesús.
La segunda reflexión es quién es el que nace. No es simplemente un hombre más, sino el verdadero Hijo de Dios que se hace hombre para que nosotros podamos llegar a ser hijos de Dios. La fe cristiana no es una especulación ni un conjunto de normas, sino comunión real, encuentro y acontecimiento con una persona: Jesucristo, que recorrió toda la existencia humana, desde la concepción hasta la muerte, e invita a ser parte de la familia de Dios.
La Navidad recuerda que nuestra existencia es fruto del amor, no del azar ni de una evolución material fría. Dios quiere que todos participemos de su comunión y este Niño que nace viene a salvarnos. La salvación no llega como un superhéroe, sino como un plan de amor que asume lo humano para purificarlo y darle plenitud. Jesús entra en la historia, recorre el camino de la vida, entrega su cuerpo hasta la Pascua y vence la muerte, ofreciéndonos la vida definitiva.
En este misterio del Niño que nace, se juega la relación con Dios y con los demás, y allí se funda la esperanza y el valor de toda vida humana.