Así nació Nicolodo… en voces de niños

miércoles, 2 de noviembre de 2016


Nicololo

 

02/11/2016 -En Radio María inauguramos un espacio en las tardes del programa “Donde quiero estar” donde son los niños los protagonistas. Los más pequeños de la casa le ponen voz a los grandes clásicos de la literatura infantil.

Al ritmo del monstruo de la laguna movemos los pies, y réquete lejos nos vamos a jugar, con el perro Timoteo nos escondemos, y con el sapo Pepe no paramos de saltar…

A la vuelta de la esquina nos espera don Choique, el ñandú, que vive en el sur, y con nuestro caballo verde, que es tan inteligente que hasta usa lentes para poder mirar, en círculos nos ponemos a bailar.

A lavarse las orejitas porque tenemos un regalo para vos: escuchá este cuento.

Si querés que tu hijo o familiar participe con la lectura de cuentos escribinos  a  [email protected]

 

Así nació Nicolodo… por Graciela Montes

Papitodo era principalmente un odo, así que usaba flequillo y zapatos redondos, y era amable con todos.
Por ejemplo, jamás pasaba al lado de una hormiga sin decirle buenos días, y a los gusanos que son un poco lentos, los dejaba pasar primero.

Como bien se sabe los odos suelen vivir en latitas de azafrán, pero Papitodo alquilaba un cuarto en la Lata de arvejas.

Papitodo era pintor. Pintaba los faroles de la plaza, las chimeneas de los caracoles, los pasillos de las casas de las hormigas y si lo dejaban, era capaz de pintar los pastitos uno por uno.

Porque Papitodo era un pintor de alma y le encantaba pintar. De colorado y de azul, a rayas y a cuadritos, del revés y del derecho, con brocha y con pincel. Así se iba a trabajar muy contento todas las mañanas.

Sin embargo un viernes se asomó afuera, vio que el cielo estaba gris, se puso a llorar hojitas porque a Papitodo no le gustaba que lloviera.

Se tomó dos o tres mates, mordisqueó un pastito, se puso el mameluco, se agarró un tarrito de pintura, y pensó con un suspiro, estoy muy solo, hoy pintaría los pastitos de negro. Por suerte no se conseguía negro por esa zona, así que los pastitos pudieron seguir siendo verdes.

Y se fue caminando hacia la parada del ciempiés, tan distraído que casi se lleva por delante un cartel amarillo que decía: “Lentejas, botones chicos, caramelos, y también hay paraguas…

Eso, eso, paraguas, se dijo Papitodo, hoy seguro que llueve. Y sin pensarlo dos veces golpeó la latita del cartel:

Tiene paraguas? Preguntó en cuanto vio que alguien levantaba la tapita…

Tengo lentejas, botones chicos y caramelos, y también un paraguas colorado. Si quiere se lo puedo prestar, dijo Mamitoda, que estaba muy linda con su flequillo recién peinado.

Papitodo la miró, la miró, se puso muy colorado y en seguida se enamoró…

Al día siguiente, se lustró los zapatos. Se puso un chaleco a rayas y fue a la latita de Mamitoda. Golpeó la latita y rapidito para no tener vergüenza dijo: cásate conmigo, anda, dale, cásate conmigo.

Mamitoda se había vestido de azul, y dijo que sí, que se casaba porque ella también estaba enamorada.

Ese día se fueron a tomar un pastito helado a la plaza, y el miércoles bien temprano hicieron las valijas y se mudaron…

Y así muy enamorados y juntos, Papitodo pintaba faroles y chimeneas, y Mamitoda vendía lentejas, botones chicos y caramelos.

Los domingos de tarde iban al charco a pasear en sapo. Un día como otros días Mamitoda dijo tocándose la panza:

Me parece que va a nacer Nicolodo,

A mí también me parece dijo Papitodo después de mirar un rato…

Y así nació Nicolodo, y después nacieron sus hermanitos…