¡Ay de mí si no proclamo la alegría del Evangelio y en cambio proclamo la mía propia!

martes, 10 de mayo de 2011
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Lucas 11, 27-28

 
 “Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron. Jesús le respondió: Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican.”

1.- María feliz desde la obediencia como discípula

Queremos detenernos en esta dimensión del gozo y la alegría que nacen del corazón que obedece a la Palabra de Dios y encontramos una vez más la referencia en María como el modelo a seguir. “Feliz el seno que te llevó, feliz quién te amamantó”. Felices, más bien, dice Jesús, los que escuchan la Palabra de Dios, felices los que la ponen en práctica. La felicidad, el gozo, la alegría, que Jesús refiere, en María encuentra un modelo acabado. Ella es feliz, no tanto por haber el Hijo de Dios tomado carne de su carne, cuanto que el Hijo de Dios encontró en su corazón una actitud y disposición interior de fidelidad y entrega al querer de Dios en obediencia. La experiencia de María es la de una certeza interior de ser llamada a vivir según el plan de Dios. Esta Madre nos engendra y nos quiere dar a luz también a nosotros como lo dio a Jesús también en la fe a nosotros también en la fe. Cuando en la Biblia aparecen los que tienen una misión de compartir el proyecto de Dios, todos ellos responden desde este lugar. La carta a los Hebreos nos muestra como nube de testigos que nos antecedieron en este creerle a Dios, no solamente creer en Dios sino creerle a Dios y sus proyectos. En los Ejercicios Espirituales, Ignacio de Loyola plantea la obediencia como una disposición interior de indiferencia, que no es que todo nos resbale, sino Santa Indiferencia, que es querer lo que Dios quiera, no importa si es riqueza o pobreza, salud o enfermedad, honor o deshonor, ser justificado en cualquier momento que nos toca atravesar porque Dios lo quiere y esa es su voluntad. NO importa por donde pasemos, con la certeza de que Dios va con nosotros y adhiriendo a él de todo corazón, seguramente por el camino de la fe somos llevados a la plenitud. La justificación, dice Pablo, que es plenitud de vida, gozo y alegría, plenitud, realización, santificación, vienen no por el camino del cumplimiento del deber sino por el cumplimiento de lo que Dios nos pide adhiriendo en la fe. Esto nos hace felices y María aparece como feliz desde esta actitud y nos invita a nosotros a caminar por el mismo lugar, a ser capaces de crecer en la obediencia a la fe al plan y al proyecto de Dios para nuestra vida.

 

Un Magníficat, ojala vos también puedas cantar tu gozo, tu alegría, tu felicidad. Que puedas construir tu propio Magníficat. María tiene el suyo que nace de su corazón creyente de felicidad, por haber dicho que sí al proyecto de Dios. Así se lo reconoce Isabel: Feliz de ti por haber creído. Y María, haciéndose eco de este anuncio que recibe por fuera, ya no del ángel sino de su prima, expresa esa alegría soltando su corazón en un canto de alabanza en el Magníficat. Nosotros también lo podemos cantar y escribir y expresar nuestro gozo y alegría en Dios.

 

2.- La comunión con Dios despierta la vida de fe, esa que hace verdaderamente feliz.

¿Cómo llamamos a esta obediencia de María al querer de Dios? La llamamos vida teologal, vida de comunión con Dios, presencia de Dios en su vida que toma todo su ser y la invita en Dios a salir presurosa a la necesidad del hermano, es desde Dios donde Dios hace en María este camino. María lo recorre en él. La fe aparece como una capacidad de escucha y la recepción del amor que la Palabra proyecta sobre su corazón hasta hacerse carne y se traduce en un gesto de comunión con quién necesita de la presencia de este amor. María parte presurosa a la casa de su prima, hace carne el mensaje: Feliz de ti por haber creído. Pero antes compartíamos esta felicidad mariana que Jesús rescata en la Palabra diciendo: Feliz el que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica. La Palabra de Dios que es presencia del amor que pone en comunión con él y con los hermanos. Ella, en ese momento que está a la escucha del Ángel se ve inundada por la presencia de Dios, y esta alegría que la desborda no puede sino compartirla, que es lo que vamos buscando nosotros en estos días de construcción desde el valor de la alegría nuestro compromiso de seguir construyendo la obra que Dios nos confió, esta de hacer la radio pero ponerla más allá de lo que es la escucha, en gestos y compromisos de transformación de la realidad. Es una misión que compartimos en conjunto, la radio nos la despierta, como si la pusiera a la luz, como si en ella nos encontráramos todos detrás de un mismo proyecto y vamos amasando criterios y echando miradas sobre cómo discernir la realidad que nos toca vivir para que lo que tenga que ver con la familia, con el trabajo, con la comunicación, con la educación, con la salud, con la vida política, con el compromiso de ciudadanía, podemos ir con un mismo corazón criterioso y en un mismo compartir de imagen editorial asumir desde un pensamiento, desde un compromiso, desde una actividad, esta determinación de ir por una Argentina distinta, esto es ser Radio María. De nada sirve escuchar si no entendemos qué se escucha, si no nos dejamos tocar por el mensaje que se nos comparte. Es tanta la riqueza que Dios nos regala en este lugar de miradas complementarias, de miradas enriquecedoras que le ponen colores diversos a lo que supone el discernimiento de la realidad y desde ella buscar la forma de cambiarla con la certeza de que Dios allí está presente. En eso María nos lleva la delantera y nos muestra los modos y los comos, la alegría es como el punto de partida. Si hay algo que identifica a la persona que es mariana de corazón es esto, una persona que es profundamente mariana en su espiritualidad es una persona profundamente gozosa, alegre, no desde cualquier lugar sino desde el lugar creyente, desde el creer.

 

3.- Consigna

 Nosotros en esta mañana estamos como lanzados a descubrir en qué situaciones de la vida fuiste feliz por haber creído cuando nada veías, nada entendías, las fuerzas no te daban y Dios en fe te invitaba a ir más allá de lo que tu propia naturaleza podía. Es cuando damos ese salto creyente a lo que Dios nos propone y somos capaces de decir amén en medio de sombras, de preguntas, de circunstancias no del todo favorables. Pensar que la realidad en la que vivimos la vamos a transformar una vez que estén dadas las condiciones para que así sea es no entender este mensaje de que las condiciones son las que están y Dios presente allí nos invita a ir con él a cambiar lo que hoy es no del todo bueno para que sea mejor, no del todo sano para que sea más saludable, no del todo equilibrado para que sea más equilibrado, no del todo justo, para que sea más justo. Por más vamos en la fe siempre que creamos que el Dios que nos invita a ir con él va con nosotros y está más allá de nosotros. ¿En qué situaciones de la vida fuiste feliz por haber creído cuando nada veías, nada entendías, la fuerza no te daba y Dios en fe te invitaba a ir hasta donde él quería?

 

4.- En el camino de la fe Dios toma la iniciativa

El es el protagonista que nos hace realmente felices. Para poder descubrir en nuestra vida, en lo concreto de todos los días en lo que hasta aquí hemos vivido cuando dimos ese paso de confianza en la fe, dejándonos guiar por Dios en sabiduría, es bueno valernos de lo que dice Orígenes respecto de María: Ella es como una tabla de escribir donde el que escribe es el Escritor y ella es donde se escribe. ¿Qué nos está queriendo enseñar Orígenes con esto respecto de María y su condición de felicidad? Dios la hace feliz. Dios la llena de alegría, Dios es el autor, Dios es el gran protagonista. Aquí es donde debe bajar nuestra soberbia, nuestro orgullo, aquí es donde debemos deponer nuestro yoismo, nuestro egoísmo, es donde somos invitados a abrirnos a que verdaderamente la iniciativa y el protagonismo sea en Dios, que sea él el que escriba, que sea él el que tome la iniciativa y lleve las cosas hacia delante, para eso hace falta de este corazón obediente que dice amén, muchas veces sin ver, tantas veces sin entender, cuántas veces sin fuerza, sin ánimo, sintiendo lo contrario a lo que Dios nos pide. El punto está en saber discernir que es Dios el que lo pide y para eso hace falta oración, reflexión, discernimiento, acompañamiento, vida de comunidad, confrontar el sentir con lo que Dios enseña desde siempre en la Palabra, en nuestros pastores, y después animarse a dar un paso, porque en la fe no hay certezas matemáticas y científicas, no es que resulta de una ecuación el acto creyente, resulta de una convicción, de una certeza que en prudencia, con sencillez, con humildad, y en oscuridad debemos aprender a recorrer confiando en que Dios hará su obra. Y siempre diciendo esto que forma parte de la cultura y el decir popular: Si Dios así lo quiere, si es su voluntad. Esto ayuda mucho para los que en el deseo de ir siempre a más hacia donde Dios nos conduce, entendamos que es él el que conduce, el que lleva por delante la obra de nuestra vida y el quehacer de un mundo distinto. A veces no nos dejamos conducir por Dios porque entendemos que es por algún lugar en donde nosotros razonablemente ubicamos las cosas y Dios siempre supera la razonabilidad, aunque siempre las hace comprensibles a las cosas. Que Dios supere nuestros esquemas mentales no quiere decir que Dios no integre nuestra inteligencia en su quehacer, sino que la integra desde una mirada superadora. Esto se entiende cuando damos pasos de fe. Hay cosas que uno nunca las haría si las pensara dos veces, y hay cosas que después de haberlas pensado cinco veces la hace distinta o la hace superando todo pensamiento con el cuál analizó por donde ir y qué hacer. Cuando hacemos así hacemos un acto creyente. En este punto el Señor nos invita a creerle a su protagonismo. María es una testigo de esto, es una tabla donde Dios escribe. Dios escribe en nuestra vida como escribió en la de María como gran protagonista cuando nosotros nos entregamos absolutamente a su voluntad sin importar más nada solo que se haga el querer de Dios. Como decíamos, siguiendo la enseñanza de San Ignacio de Loyola, con Santa Indiferencia, que no me importe más salud que enfermedad, honor que deshonor, vida acomodada en un sentido, que desordenada porque Dios tomó la iniciativa de desmantelarme lo que tenía pensado, que me interese sólo que se haga el querer de Dios.

 

5.- La fe es la garantía de los bienes que se esperan

La fe es la certeza de las realidades que no se ven. Hay una certeza interior que no es medible, que científicamente es incomprobable y tan cierta como que dos más dos es cuatro, o más todavía. Es la que surge de la experiencia del creer que hay Dios, y que ese Dios es un ser personal y no una idea abstracta, se ha comprometido con nuestra historia haciéndose protagonista principal de la misma y mostrándonos un camino a recorrer guiados por su luz, por su belleza, por su bondad, por su cercanía, por su palabra, es allí en torno a estas presencias donde nosotros en lo habitual estamos invitados a dar una respuesta adhiriendo a algo de lo que en la persona del Señor nos invita a dar como paso de crecimiento creyente. Es en el Señorío de Dios sobre la historia donde se fundamenta nuestra convicción de que estando nuestra vida entre sus manos y nosotros compartiéndola con él en lo que todos los días nos propone, es posible siempre encontrar un rumbo aún cuando haya sentires y razones que nos muestren en un sentido distinto lo que Dios nos muestra en un sentido siempre superior. La Palabra de Dios lo dice así, “Mis caminos no son los caminos de ustedes, mis caminos son más altos que los de ustedes”. Aún cuando razonablemente nosotros damos ciertamente con el camino a recorrer, una cosa es recorrerlo sólo desde las buenas razones que nos asisten para elegir los caminos y otra cosa es vivir eso mismo de la razonabilidad de nuestras opciones, desde la opción de la fe. El camino se hace más elevado. Cuando decimos que el camino de la fe trasciende el ámbito de la lógica humana no decimos que siempre lo contradice a lo que nosotros podríamos estar planteando como razonable sino que decimos que lo supera, lo trasciende, va más allá, y esto es lo que nos llena de alegría y de felicidad, cuando no estamos solo sostenidos por las buenas razones y motivos que nos habilitan para vivir sino cuando hay alguien que tira de más allá para que demos los pasos que con tanta dificultad a veces damos para sobrevivir y para existir, sostenernos en la existencia. El Dios en el que somos invitados a creer es un Dios que nos trasciende. El mundo de la racionalidad, el mundo de la lógica, el mundo de la ciencia, y de la técnica, donde el hombre ha alcanzado grandes respuestas a sus necesidades, no termina de resolver los grandes problemas del hombre, las grandes preguntas que tienen que ver con desde donde venimos, a donde vamos, cuál es el sentido del dolor, cómo se explica el sufrimiento humano, por qué el hombre va en contra de sí mismo, qué valor tiene el vivir si después morimos, qué respuesta tiene la muerte, son todas preguntas que brotan de la existencia, que cuando no encuentran respuestas, ahogan el corazón humano y que somos invitados, desde el creer en Dios y creerle a su proyecto, que es posible encontrarle una salida cuando a él lo escuchamos, y dejándonos llevar, no por un sueño ni evadiendo la angustia, sino encontrándonos desde esa misma angustia existencial de cara a Dios, convencernos por sus certezas que confirman lo más hondo de nuestro ser en donde se sufre y padece cuando no hay una respuesta que sea capaz de salirnos al encuentro más allá de toda razón que nos explique. En este sentido Dios nos trasciende y qué bueno es encontrarnos con eso en la vida. ¿Cuántas veces nos ha ocurrido eso  y cómo de hecho muchos de ustedes hoy ya lo está reflejando en su compartir? ¿En qué situaciones de la vida fuiste feliz por haber creído cuando nada veías, nada entendías, las fuerzas no te daban, el mal parecía que había ganado toda tu historia, y Dios en fe te invitó a ir con él más allá de todo lo esperado?

 

 

 

Padre Javier Soteras