Bendecir al otro

jueves, 27 de marzo de 2008
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 Cada ser humano ha sido llamado a ser una fuente de bendición para otros. Bendecir es transferir algo bueno al otro.

Esta historia nos ayudara a decidirnos a bendecir cada día y a cada uno con los que nos encontremos…

 

Había una vez un joven que vivía con su padre en una cabaña en el bosque. Su padre lo hacía trabajar duro desde el amanecer hasta la noche y a pesar de eso casi todas las tardes le decía lo mismo: ¡Pobre de mi! ¡Pobre de mi!. Moriré viejo y triste porque eres un tonto y nunca llegarás a nada. Un día, después de ayudar a una anciana a juntar leña, estaba a punto de irse cuando ella lo detuvo y poniéndola mano en su cabeza le dijo: “Eres un reflejo del rostros de Dios. El mundo es más luminoso por la alegría que me has causado. Te bendigo, hijo mío”. El chico dio un paso atrás y preguntó sorprendido: ¿Qué fue eso?”. Una bendición. ¿Nunca has recibido una?

Ya en su casa le preguntó a su padre: “Papá, ¿por qué siempre me maldices en lugar de bendecidme?” Él dijo, “porque bendecir va en contra de mi naturaleza no haré lo que me es tan poco natural. ¡Además porque eres un tonto y nunca llegarás a nada!. “Oh” dijo el chico, sintiendo lástima por su padre, pero esa noche decidió que él sería el tipo de persona que bendice a otros. Y así fue.

El chico se hizo hombre, dejó el bosque y construyó una casa en el valle y formó su propia familia. Estaba obsesionado por las maldiciones de su padre, lo entristecían por varios días, pero el había decidido bendecir, así  aunque se sintiera triste, casi todas las tardes llamaba a uno de sus hijos. Ponía su mano sobre su cabeza y le decía: “Eres un reflejo del rostro de Dios. El mundo es más luminoso por la alegría que me diste hoy. Te bendigo, hijo mío”.

Alguna rara vez se sentí tentado de maldecir. Le pesaba el recuerdo de las muchas maldiciones recibidas. En una de esas ocasiones, salió al jardín, gritó su angustia y tomó una piedra como para arrojarla con fuerza. Le pareció entonces escuchar una vos: “No te deshagas del corazón de tu padre”. Miró hacia los árboles y luego la toca que tenía en la mano. La voz dijo nuevamente: “No deseches el corazón de tu padre”. “¿quién eres?”.Soy el padre de todos los hijos y te digo:la piedra que tienes en la mano representa el estado del corazón de tu padre”. Miró la roca. Vio que era deforme y tenía muchas grietas e imperfecciones. Y de nuevo la voz: Así como no puedes transformar esta roca tampoco podrás cambiar el corazón de tu padre a la fuerza o manipulándolo. Pon el corazón de tu padre dulcemente en el tuyo y reza por él. Tú no conoces las fuerzas negativas que moldearon el corazón de tu padre. ¿Sabes cuando su corazón se convirtió en piedra. Cuándo decidió maldecir en lugar de bendecir. No le enseñaron a transformar su naturaleza negativa. Pero tú no te enorgullezcas. Tu corazón sería idéntico al de tu padre si yo no te hubiera bendecido cuando niño”. “Sólo recuerdo la bendición de una anciana”. “La voz era suya, es verdad, pero las palabras eran mías”.

Se le escucho entonces decir: “Padre de todos los hijos, bendice a mi padre…”. Volvió a la casa, puso la roca en un lugar seguro, se acostó y se durmió de inmediato. Esa noche durmió mejor que nunca. Y a partir de entonces, cada vez que recordaba las , maldiciones de su padre, rezaba por él de corazón, y empezó  a experimentar de a poco que se iba curando y sentía mucha paz.

Una tarde alguien llamó a la puerta y sus hijos dieron la bienvenida a un mendigo ciego, lo sentaron a la mesa y le dieron de comer. Llegó el hombre joven e inmediatamente reconoció a su padre. Pero no reveló su identidad. Lo escuchó hablar. El hombre contó que su hijo lo había abandonado, que había perdido la vista, por lo cual se había visto forzado a mendigar en un mundo difícil.

Entonces habló su hijo: “Abuelo, puedes quedarte con nosotros”. “Pero no tengo con que pagarles”.”Oh no necesitamos dinero, todo lo que pedimos es que mientras vivas acá sólo bendigas”. “¿Qué es eso? ¡Es contra mi naturaleza bendecir!” “Abuelo puedo ver en tus manos que has trabajado toda la vida. Así que mendigar debe ser también algo contra tu naturaleza”. El anciano no pudo discutirle así que aceptó quedarse, pero pasaron semanas hasta que pudo decir una palabra de bendición. Cuando lo h izo apenas se lo escuchó. “¿Qué dijiste, abuelo?”. “Dije: te bendigo…por haberte hecho cargo de un anciano. Ojalá mi hijo se pareciese a ti, pero era un tonto y…”.”Abuelo, solo bendiciones”.”Bueno desearía que mi hijo fuese como tú. Te bendigo”.No estuvo mal para ser la primera vez.

Al día siguiente lo hizo dos veces y más naturalmente. Luego comenzó a bendecir todos los días, muchas veces. Se puede decir que la bendición se apropio de su naturaleza. Y cuando más bendecía, más sonreía.

Vivieron felices por años hasta que un invierno el anciano se enfermó y estaba por morir. Su hijo se sentó junto a su cama y le preguntó: “Abuelo, ¿hay algo que pueda hacer por ti?”. Nadie puede darme lo que más necesito ahora”. “Por favor, abuelo, cualquier cosa. ¿Qué quieres?”. “Quisiera ver a mi hijo una vez más para bendecirlo. Mientras creció sólo lo maldije. Le dije que era en contra de mi naturaleza bendecir. Y, como ves he aprendido a hacerlo demasiado tarde…”. Entonces su hijo se acercó y murmuró: “Papá yo soy tu hijo”. Y se abrazaron.

El anciano se incorporó, extendió su mano temblorosa, la puso sobre la cabeza de su hijo y le dijo: “Eres el reflejo del rostro de Dios. A pesar de que no puedo verte con mis ojos te veo con el corazón, y la misericordia que me has mostrado estos últimos años es como una luz brillante que disipa toda oscuridad mientras entro en la eternidad. Moriré feliz porque he aprendido a bendecir así que…mi hijo…yo te bendigo”. Y al decir esto, su mano cayó y murió con una hermosa sonrisa en su rostro.

Más tarde esa misma noche el joven sacó la piedra de donde la había guardado años y se sentó en la cocina a la luz de una vela. Pasándola de mano en mano varias veces, una lágrima cayó sobre la piedra y la partió en dos. Adentro había una piedra preciosa, suave al tacto y brillante. De repente se levanto viento y cuando fue a cerrar las persianas escuchó aquella voz de antaño:”Gracias por decidirte a bendecir. Has sabido acercar un poco más el cielo a la tierra y la tierra se ha hecho un poco más parecida al cielo”. Entonces desapareció el viento y reinó la paz en el campo y en su corazón.

 

Fuente: libro "La vida es una fiesta", del Padre Antonio Cosp.