Bendito sea

domingo, 8 de agosto de 2021
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09/08/2021 – “¡Bendito!” Es una expresión que se usa mucho en la Biblia para alabar a Dios. Bendecir significa “decir bien”, decir cosas buenas del Señor, reconocer que en él está todo bien, que en él todo es bueno. Es como decirle al Señor: “Creo que en ti todo es bueno Señor, no quiero dejarme llevar por mi imaginación que me hace sentir cosas negativas cuando pienso en ti. Eso es sólo mi fantasía, mis confusiones, los engaños del mundo. En ti todo es bueno mi Dios, porque tú eres puro bien, el sumo Bien”.

En realidad, como nos enseñó Jesús, “sólo Dios es bueno” (Mc 10, 18), y en nosotros puede haber algunos pálidos reflejos de su bien infinito.  Si reconocemos esto no buscaremos en los seres humanos ese bien que sólo se encuentra en Dios: “Tú eres mi Señor, no hay para mí otro bien fuera de ti”  (Sal 16, 2).  Y la Palabra habla de “bendecir su Nombre”, es decir, sentir el gusto de nombrarlo, que el corazón se eleve cada vez que digamos su Nombre bueno y santo: “Bendice alma mía al Señor, y todo mi ser bendiga su santo Nombre” (Sal 102, 1). “Bendeciré tu nombre por siempre jamás. Día tras día te bendeciré y alabaré tu Nombre sin cesar” (Sal 145, 1-2). “Bendice al Señor alma mía, que todo mi ser bendiga su santo Nombre” (Sal 103, 1). “Te bendeciré mientras viva y alzaré mis manos en tu Nombre” (Sal 63, 5).

Mencionar el Nombre divino (Dios, Señor, Padre, Yahvé o como lo expresemos) no puede hacerse a la ligera, porque siempre corremos el riesgo de tomar su santo Nombre en vano. Sin embargo, la Biblia nos invita permanentemente a reconocer la santidad de su Nombre y a alabar ese Nombre santo: “Alaben su Nombre, grande y temible. ¡Santo es el Señor! Glorifiquen al Señor, nuestro Dios y adórenlo en su santa montaña. El Señor, nuestro Dios, es santo” (Sal 99, 3.9). El que bendice al Señor es como si proclamara en voz alta su fe en él, sin avergonzarse: “Bendeciré el Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mi boca. Mi alma se gloría en el Señor” (Sal 34, 1-2).  Gloriarse en el Señor es estar orgullosos de creer en él, de ser sus hijos, de creer en su gloria divina. Por eso deseamos que todos lo bendigan: “Bendigan pueblos a nuestro Dios, hagan oír bien alto su alabanza” (Sal 66, 8).

Si el corazón gusta el bien que es Dios, entonces le brotan palabras de bendición, y las ganas de que todos reconozcan cuánto bien hay en el Señor: “Bendito sea el Señor, Dios de Israel, el único que hace maravillas. Sea bendito eternamente su Nombre glorioso, que su gloria llene toda la tierra. ¡Amén! ¡Amén!” (Sal 72, 18-19). “¡Bendito sea el Señor eternamente! ¡Amén! ¡Amén!” (Sal 89, 53). Decile con fe y mucho amor: “Bendito seas Señor, bendito seas”.