¿Centinela de mi Hermano?

miércoles, 24 de febrero de 2010
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Yo pensaba que no podemos caminar de una manera plena y perfeccionada en la vida si no hay alguien que nos vaya corrigiendo a tiempo nuestros defectos, señalando aquello que no vemos. Vos imagináte cuando vas en el camino y vas pisando o estás por pisar algunas espina y alguien te dice:” ¡Cuidado!”. “Gracias” y paso por arriba. Pitágoras decía que si no tenemos un amigo que nos corrija, deberíamos pagar a un enemigo para que nos haga saber de nuestros defectos. El Libro de los Proverbios nos enseña: “Quien ama la corrección va a obtener la sabiduría”. Cicerón, aquel gran prócer romano, afirmaba que es verdaderamente amigo el que nos desengaña de la falsa creencia que tenemos de ser perfectos y nos indica en qué estábamos fallando.
Te invito a que puedas ir pensando claramente: tu corrección hacia otro, ¿tiene algo de fraterno? ¿O directamente  “le cantás las cuarenta”? La otra pregunta que yo me haría es: cuando se acercan a corregirnos, ¿cómo respondemos nosotros?

 Alguien hacía la reflexión de que quienes van en el camino de la fe no es una comunidad de “puros”, sino una asociación de convertidos. Es gente que necesita constantemente convertirse, es decir, verter su corazón hacia alguien concretamente, que en este caso es el Señor, que es la verdad. O como decía gráficamente San Francisco de Sales: “Un inmenso hospital es esta comunidad de creyentes, lleno de enfermos del alma que necesitan curación”.
Y esta curación, este camino, por eso, estamos “en camino” y no podemos detenernos, es esta búsqueda de lo que nosotros vamos percibiendo como la santidad, este lugar concreto  en el cual vamos llevando a cabo y plenificando, por supuesto con la gracia de Dios, lo que nos va haciendo felices, llevando adelante el proyecto de este Jardinero que es Dios, de este Pastor que es Dios de cada uno de nosotros. Y, para que logremos ser santos, llegar a este lugar de felicidad- lo que no somos todavía-, Jesús nos permite y nos regala remedios muy oportunos. Uno de ellos, es el que vamos a compartir esta noche, lo que en la tradición de la Iglesia se llama la “corrección fraterna”.
Vamos a ir desglosando de qué se trata la “corrección fraterna”. Quizás, nunca oíste hablar de ella. O, si oíste hablar, generalmente, no la practicamos. No nos damos cuenta, directamente vamos y lanzamos lo que nos sale desde el corazón, así como estamos, enojados. Esta invitación, más que esto, un mandamiento, una exhortación de parte del Señor para que nos vayamos cuidando en el camino. Como te decía, esta imagen de ir en el camino de la vida y justo estar por pisar una espina y alguien te dice “Pará”. O quizás vamos rengueando y nos damos cuenta y alguien nos dice “¿Por qué vas rengueando? Eso no te permite que camines bien”. Entonces nosotros vamos percibiendo cómo tienen, sobre nuestra vida y nuestro andar, una mirada. En muchos casos, esa mirada es verdaderamente una corrección de hermano y vamos a descubrir que esa mirada nos plenifica, nos hace mucho bien.
La clave de que nos haga mucho bien es que podamos corregir y ser corregidos por los demás según un método y un espíritu que no es el que se me ocurre a mí ni el que se le ocurre al hermano, sino es un método y un espíritu que está basado en la Palabra de Dios, en la Verdad, un método y un espíritu que nos propone concretamente en Evangelio.
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