Entrevista a Martha de Iglesia, Licenciada en Psicología, especialista en Logoterapia y discípula de Victor Frankl.
Muchas veces pasamos muchas horas en lugares donde no es propiamente nuestro hogar. Un ejemplo sería por ejemplo, algo que recuerdo haber visto en un camionero, que tiene que pasar mucho tiempo en la cabina de su camión, tenía la capacidad de recrear allí algo así como un hogar: estéticamente tenía unas cortinitas muy bien puestas, fotos de todos sus seres queridos y toda una serie de detalles que hacían que al entrar en esa cabina uno entraba en una suerte de hogar, de nidito bien propio, que trasmitían sensación de pertenencia. Otro ejemplo que también me impactó fue el de la celda de un preso, muy pequeña, donde realmente había muchísimas carencias: ausencia de vidrios por donde soplaba un viento heladísimo en invierno. Este preso había tratado de hacer de su celda el lugar más cálido posible tapando los agujeros de las ventanas con postres de sus artistas favoritos. Sobre un cajón de manzanas que simulaba una mesa, un mantelito y fotos de sus seres queridos, un sahumerio para matar el olor a humedad.
Estas dos imágenes me vinieron a la mente cuando decidimos tocar este tema. Todos necesitamos construir un lugar de pertenencia donde sentirnos bien y donde sentirnos bienvenidos. Hoy , con Marta de Iglesia, vamos a hablar sobre este tema.
Voy buscando ver cual será el lugar donde echar raíces para hacer mi hogar….
MI: Esos lugares tan particulares de tus ejemplos, que pueden estar mostrando situaciones extremas, situaciones itinerantes, muestran también una versión de algo que va mas allá de las paredes o del lugar y que está en la interioridad de las personas, y que va transformando ese espacio en lo que tú describías también, algo cálido.
GL: ¿por qué esta necesidad de transformar el entorno inmediato que tenemos los seres humanos en este nidito? ¿qué es lo que sacamos afuera cuando necesitamos poner ese “toque personal” en un lugar determinado?
MI: Esto trasunta en el exterior una profunda necesidad interior que es justamente esto de ser amado y de amar, que es vital en el ser humano y no termina nada más en sensaciones de “me gusta. No me gusta” “me simpatiza-no me simpatiza”. Hablamos del amor que es capaz de trascender los gustos infantiles –que no son amor sino amoríos-. Esa necesidad de amar y ser amada y de poder conservar la presencia de los que se ama y de lo mejor de las personas que uno ama, y seguir adelante aún con dificultades. Recuerdo una agenda de un brasilero, que se había tomado el trabajo de recoger los escritos que habitualmente hay en los camiones, durante muchísimo tiempo. Lo llamativo es que la mayoría (algunos de manera risueña, o pícara) hacía alusión a distintos matices del amor , y a distintos matices de la nostalgia y la necesidad de reconocimiento. Entre esos diez mil escritos, la mayoría era dedicada como gratitud a sus padres por haberles dejado no herencia pero sí un testimonio de vida en el amor. Esta necesidad de amor que se puede comprobar en miles de casos, es una constante que a veces los seres humanos, en el trajín de todos los días, nos vamos quedando con una versión empobrecida del amor, que ya no es amor sino amorío, entusiasmo, sensación infantil más que sentimientos respetuosos profundos hacia el otro, tiernos para con el otro y para con uno mismo, y en ese amor auténtico se da sin duda una serenidad en medi