Como el Señor nos llama a ser sus discípulos

martes, 9 de marzo de 2010
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Buen día queridos amigos de Radio María, después de la tormenta siempre sale el sol, pero deja sus consecuencias. Las consecuencias de no tener todos los medios apropiados, hoy la vía de comunicación va a ser solamente los mensajes de voz porque no tenemos Internet. Ponemos buena voluntad y el deseo de que la palabra de Dios se siga escuchando porque siempre llega a nuestro corazón y es transformadora de nuestra vida. Les deseo un buen día vivido en el amor de Dios, después de las tormentas y pedimos para que esta palabra de Dios sea viva y eficaz para todos nosotros.

La palabra de Dios hoy se nos presenta exigente porque quiere que demos un paso más hacia el camino de santidad y perfección.

Nos disponemos para que el Santo Espíritu venga en nuestra ayuda.

Es el Espíritu el que en María hizo posible que la palabra de Dios se hiciera carne y es el Espíritu el que nos ayuda a nosotros a que esta palabra de Dios se haga viva y señora de nuestra vida y sea la luz de nuestra existencia, por eso nosotros con un corazón abierto como el de María, volvemos a decirle:

Acá estamos en tu presencia, Santo Espíritu, Señor nuestro, míranos, cautivos bajo el peso del pecado, pero reunidos, ven a nosotros, quedate con nosotros, entra en nuestros corazones, haznos ver lo que debemos hacer, muéstranos hacia donde debemos caminar, lleva a su plenitud lo que debemos realizar, Tu solo sé nuestro inspirador, solo Tú el autor de nuestros juicios porque con Dios el Padre y con su Hijo, posees el nombre glorioso. No permitas que pongamos obstáculos a tu justicia. Tú que amas por encima de todo lo que es recto que la ignorancia no nos lleve a actuar mal, que los privilegios no nos lleven a claudicar, que ningún regalo, ninguna preferencia de personas nos deje corromper. Únenos eficazmente a Ti por el único don de tu gracia para que seamos uno en Ti y que en nada nos apartemos de la verdad. Que reunidos en tu nombre, guiados por nuestro carisma hacia Ti, nuestro juicio no se aparte del tuyo para que recibamos en el mundo futuro la recompensa a las acciones bien hechas, por Cristo nuestro Señor. Amén”

A María, madre de la divina gracia le rezamos;

Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén

María Reina de la Paz, ruega por nosotros. San José bendito, ruega por nosotros.

La palabra de Dios que va a iluminar nuestra catequesis es tomada del evangelio de San Marcos, Capítulo 2, versículos del 23 al 28.

Un sábado en que Jesús atravesaba unos sembrados sus discípulos empezaron a arrancar espigas al pasar, entonces los fariseos le dijeron, mira porqué hacen en sábado lo que no está permitido. EL les respondió: Uds. no han leído nunca lo que hizo David cuando él y sus compañeros se vieron obligados por el hambre cómo entro en la casa de Dios en el tiempo del sumo sacerdote Aviatar y comió y dio a sus compañeros los panes de las ofrendas que solo pueden comer los sacerdotes, y agregó el sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado, de manera que el hijo del hombre es dueño también del sábado” Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús

Compartimos esta palabra de Dios que resume lo que estuvimos meditando ayer, el domingo y la semana anterior. Así como el Señor nos llama a ser sus discípulos, Él necesita que nosotros seamos esas tinajas que contengan el vino nuevo de la buena noticia de su reino. Ese vino nuevo nos presenta también el valor que tiene la ley en nuestra vida cristiana. Ayer el evangelio nos decía también de esta exigencia particular cuando le reprochan a Jesús porqué sus discípulos no ayunaban, Jesús les responde que el novio estaba en medio de ellos y por lo tanto El es el Señor, el que da sentido a la vida, y hoy esta exigencia de la palabra de Dios también nos hace un planteo respecto a nuestra relación con la ley o las leyes que hacen a nuestra vida de hijos de Dios, a nuestra vida cristiana. Podríamos además tomar esta referencia y hacernos el planteo de cómo está nuestra relación con las leyes humanas que ayudan a moderar las necesidades de la convivencia, pero vamos a detenernos puntualmente en esto: le reprochan a Jesús que no se había observado una de las leyes mas importantes en ese momento que era el respeto por el sábado, no se permitía por ley ningún tipo de labor, ni siquiera las labores necesarias para la subsistencia. Los discípulos aquel día, caminando, arrancan unas espigas para comerlas y viene inmediatamente el reproche legalista, porqué tus discípulos hacen lo que quieren, y Jesús, que es la palabra de Dios hecha carne viene a darnos el marco adecuado y establece este orden en relación a nuestra vida de fe, no podemos olvidarnos que el motivo de la encarnación del hijo de Dios es la salvación del hombre y cuando el hombre fue creado, Dios puso todo a su servicio. Jesús en controversia con los fariseos centra la función de normas y leyes y las pone al servicio del hombre porque el hombre es el centro de la creación, a su servicio están los panes del templo, las espigas de los trigales y el mismo sábado por muy santo que sea se hizo también para el hombre y no el hombre para el sábado. Así que el hijo del hombre es Señor también del sábado. El evangelio nos presenta esta nueva noticia, las normas, las leyes, por sí solas no salvan, son una ayuda, no una meta. Son una ayuda que nosotros los hombres necesitamos ya sea en nuestra relación con los demás en el orden social, como también en nuestra relación para con Dios como sus hijos y sus criaturas.

Este es el primer punto para meditar porque cuando las normas y las leyes se transforman en un fin en sí mismo para nosotros se vuelve algo tedioso, una realidad que entristece y que no da la libertad que da el espíritu porque se ha transformado en un fin que ahoga nuestra vida. Muchas veces cuando nos hemos aferrado a las leyes por sí mismas entendemos que nuestra libertad interior, nuestra experiencia en Cristo Salvador se transforma totalmente y se vuelve algo imposible de cumplir y nos lleva a darle el espaldarazo a Dios, y no porque Dios nos ha exigido con el peso de la ley sino porque nosotros hemos tomados las normas y las leyes como un fin en si mismo. Dios ha puesto al servicio del hombre a toda la creación, por el hombre envía a su hijo a la tierra, por nosotros él muere en la cruz y con su resurrección nos ha liberado de toda servidumbre y nos ha hecho nuevas criaturas.

La consigna de hoy sería ¿cómo es mi relación con el evangelio de Jesús? Es lo que da sentido a mi vida para que yo pueda vivir como hijo de Dios o lo tomo como una obligación o un peso insoportable. Aquí está el desafío de elegir y buscar la justa medida porque el exceso de esta realidad nos lleva a esta asedia que nos entristece. Asedia es la tristeza en cumplir las cosas que Dios me pide, y esa tristeza es porque tomamos su ley como un peso que nos aplasta y no como un medio para encontrarnos con él sino como una obligación que nos doblega y que nos impacienta.

Jesús recuerda en este evangelio que cuando Dios pide algo al hombre es para bien del hombre, no porque necesite imponer leyes sino que han sido puestas para nuestro beneficio en el orden personal, en nuestra relación con él o en nuestra relación con los hermanos. El cumplimiento de la voluntad de Dios siempre encamina al hombre a su realización, a su madurez y en definitiva a su felicidad.

Hay otra clave en lo que significa utilizar las normas, sobre todo en nuestra relación con la ley divina, con el evangelio que es la buena noticia, hay esta nueva manera de mirar que apunta a descubrir que en ellas está el camino para que podamos realizarnos humanamente y podamos lograr la felicidad. Este es el medio que Dios nos deja, cuando absolutizamos, cuando endiosamos a las leyes o a las normas y las usamos para hacer sufrir a los demás y ya no cumplen la voluntad de Dios se transforman en algo en contra del hombre. Aquello que no nos permite cumplir la voluntad de Dios se vuelve en contra del hombre. Dios ama al hombre y desea para nosotros la felicidad, el gozo y nuestra plenitud.

Deberíamos procurar que nuestras prácticas religiosas no sean una obligación que cumplir sino un medio para encontrarnos con Dios, para recibir su gracia, para encontrar la paz, su presencia y de esa manera prepararnos para lograr el bien de los hermanos.

El día del descanso tenía el sentido de poder dedicar tiempo a Dios, descansando con él, pero no tenía el sentido de un sacrificio que angustiara al hombre, no debía ser un peso sino una verdadera liberación. Pero eso que debía significar un alivio para el hombre cansado se convirtió en un peso y una preocupación más. Aquello que Dios había propuesto como un descanso, por la obsesión del hombre se transformó en algo en contra del hombre, lo angustiaba y lo hacía sufrir.

A veces nos puede pasar a nosotros, cuando no tenemos una buena relación con las normas y leyes que nos tienen que ayudar a la madurez, a la búsqueda de la felicidad y en definitiva a nuestra santidad. Cuantas veces lo escuchamos en nuestra comunidad con el precepto dominical cuando no se vive en el amor de ir al encuentro de Cristo que nos deja su palabra y la eucaristía para alimentar nuestra fe y el encuentro con el hermano en la comunidad que se une para la celebración se transforma en una obligación del precepto dominical, el “tener que ir a misa” y eso se hace un peso que angustia.

Cuantas veces cuando la Iglesia nos pide, los preceptos, el ayuno o la abstinencia, especialmente en el tiempo cuaresmal o bien cuando necesitamos de esta ayuda corporal para nuestro encuentro con Dios, y uno toma la ley fría por sí misma y la transforma en un fin y nos hacemos una empachada de alguna otra comida y sí, se cumplió la ley de no haber comida carne pero hemos abusado y entonces el cumplimiento de la mera ley es tan tramposa que terminamos mintiéndonos a nosotros mismos y creyendo que hemos cumplido algo que somos concientes que ha sido una trasgresión rotunda a lo que era un medio para poder prepararnos a celebrar la fiesta mas grande de los cristianos.

Los diez mandamientos de la ley de Dios vigentes que no pasan de moda, siempre son los orientadores de nuestra conciencia y de nuestra vida cristiana, si no los tomamos como este ámbito en donde Dios ha puesto nuestro corazón la posibilidad del respeto por el otro, y por eso se nos pide no matar, no mentir, no cometer actos impuros, no levantar falsos testimonios, no codiciar los bienes ajenos, todas esas realidades que aparecen como un “no”, no son un fin en si mismo sino que son los medios que Dios ha puesto en nuestro corazón para que podamos vivir libremente en nuestro interior, porque quien rectamente cumple las leyes como una expresa voluntad de Dios para nuestra vida, lo que está haciendo es darle libertad a nuestro propio corazón , convertirse en tinaja donde se pueda llenar con la fuerza del espíritu que me permite vivir la verdadera libertad de los hijos de Dios.